Pedro M. de la Cruz
Director de La Voz de Almería
Fue una tarde de los primeros noventa cuando en compañía de Goytisolo y Miguel Naveros regresé a La Chanca. Hacía muchos años que había leído el libro del escritor que mejor ha reflejado una Almería que era y que fue, y aquel reencuentro con el autor que nos descubrió que el tercer mundo estaba a la vuelta de la esquina, volvió a demostrar la desoladora certeza machadiana de que “hoy es siempre todavía”. El paisaje colorista de tantas chancas al óleo no había conseguido barrer el olor fétido de la pobreza y el trazo de los pinceles tampoco había podido ocultar la miseria que habitaba tras las encaladas paredes de un barrio en el que la ciudad perdía su nombre y su vergüenza.
Pero no fue aquella desolación de siglos lo que más recuerdo de aquella tarde. Fue una frase perdida de Goytisolo mientras miraba al mar y que ahora, veinte años después, ha recobrado toda su plenitud en Egipto y en las redes sociales:
- La revolución que se está gestando al otro lado de ese mar no va a tener en los liderazgos personales, políticos o religiosos las causas que la provoquen -dijo con ese tono pausado que suaviza el sonido de la palabra pero no su contenido-; los activistas más decisivos -insistió- están siendo y van a ser las antenas de televisión. En cada aldea los pobres más pobres ven cada día un mundo que existe pero al que nunca podrán llegar, aprenden que hay otra vida que merece ser vivida. Eso les hace rebelarse contra una situación que ya no están dispuestos a aceptar desde la resignación de quien no aspira a otros mundos porque no los conoce.
El lunes regresé otra vez a La Chanca. No fue a través del ocre de sus caminos de tierra ni acompañado por las oquedades cinceladas por el desamparo de sus cuevas. Fue a través de la magnífica exposición de Carlos Pérez Siquier en el Museo Arqueológico. En sus setenta y ocho imágenes, el fotógrafo almeriense mira La Chanca con los ojos de quien sabe que un fotograma no es sólo la representación detenida de un paisaje; de quien ha asumido que una fotografía es, sobre todo, el reflejo de una realidad configurada por el espacio y por quien le da vida a esa geografía.
Carlos Pérez Siquier no es un pintor que busca la belleza: es un artista que mira La Chanca a través de los ojos de quienes allí viven. En sus imágenes no hay lírica vacía, hay el lirismo que sólo se alcanza al reflejar la confusión armonizada de la estética ética. En sus imágenes hay tanta fuerza narrativa que hasta en las ocho imágenes de la secuencia del entierro lo que prevalece es la vida, no la muerte.
El lunes Carlos Pérez Siquier contó con el afecto de los varios cientos de personas que le acompañamos. No sintió la soledad que, sesenta años antes, había sentido Goytisolo cuando publicó sus libros sobre La Chanca y Campos de Níjar. La vida no se detiene y la realidad sólo se corrige aireándola, aunque el que abra primero las ventanas sufra la ira de quienes se sienten deslumbrados en la ceguera de no ver porque nunca han querido mirar.
Goytisolo y Pérez Siquier han mirado como nadie La Chanca y sus contornos. Desde la literatura y desde el fotograma nos han legado un pasado que es ya y para siempre parte de nuestra geografía emocional. Los dos merecen la gratitud de quienes saben agradecer el amor de un catalán y de un almeriense a esta tierra que es de nadie porque es de todos.
(© La Voz de Almería)
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