Sobre el caso de los ERE

Celso Ortiz
Profesor de la UAL
 
Hallábame yo rumiando la idea de dedicarle un capítulo al tejemaneje que se ha producido en la Consejería de Empleo para prejubilar a un puñado de sujetos, incluyéndolos de tapadillo en algunos de los expedientes de regulación de empleo, verificados en empresas donde no se les conocía ni de vista. Pero, así que atisbo la soflama de improperios, con gafas de aumento, que le lanzan voces populares al tema de los ERE, lo pienso, y hecho el freno. No para eludir la crítica, sino para hacerla en su justa medida. Dice Rajoy que se trata de un "drama de proporciones monumentales", Javier Arenas lo califica "del mayor escándalo de la democracia", y González Pons apunta que es "la mayor trama de podredumbre de la España contemporánea". Además, Sáenz de Santamaría ha dicho algo así como que en Andalucía, con el carnet del PSOE, cobras una jubilación sin haber trabajado, y cuando un dirigente del PP se refiere al caso, habla de los 700 millones de euros, nada más y nada menos, que se han repartido entre los amiguetes. Todo ello con música de fondo de las trompetas del Apocalipsis.

Estimo que tanto empeño en sobredimensionar el asunto es un intento de confundir a los oyentes, elevándolo a la categoría del caso Gürtel donde sí se ha producido una sangría de millones de bigotes, para contrarrestar por aquello de que en todas partes cuecen habas. Y, ni por asomo, hay parangón. Dicho esto, y habida cuenta que los 700 millones de euros no se los han repartido entre los amiguetes, sino entre 25.000 andaluces que se han quedado en el paro, no deja de ser una fullería imperdonable que se hayan colado 39 casos fraudulentos. No se trata de un caso ni dos, sino de los suficientes como para pensar en una práctica habitual para beneficiar a unos paniaguados que se han quedado fuera de juego. Lo digo porque parece que en la política afloran cada vez más atorrantes sin oficio ni beneficio, con el único fin de buscarse la vida. Y como, por otra parte a los que controlan el aparato les interesa tener en los cargos a personas manejables, surge el idilio. Como la vida da muchas vueltas, a veces cambian las tornas, y, sin saber cómo ni por qué, un fiel colaborador se queda en la puta calle. Para mantener el control hay que mantener a los amigos, y cuando ya no queda una asesoría que inventarse - las hay hasta para ordeñar patos - a uno se le antoja que un ERE puede ser la solución. Se empieza con uno y se acaba con 39, de momento. Yo creo que van por ahí los tiros y, aunque ahora está muy bien que se pongan todas las cartas sobre la mesa del juez y que pague quien tenga que pagar, no estaría de más que el PSOE sacara sus conclusiones para el futuro.
(elalmeria.es)

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