José Fernández
Periodista
Con una mano en el pomo y la otra en la pomada. Sólo así se entiende el peculiar tiempo de saludo con el que los alcaldes socialistas almerienses recibieron al vicecandidato Rubalcaba, al que dieron (leo textualmente) el “sí” nupcial que confirmaría el maridaje de afectos y proyectos, “pero sin cerrar puertas a otros”. Pero bueno, ¿qué es eso de apoyar a alguien sin descartar otras posibilidades?
Ya no hablamos de aparentes deslices de tiempo verbal, sino de sumar el condicional al pretérito para decir que Zapatero podría estar muerto, aunque no del todo. No encontraba mayor alarde de ambivalencia desde que Julio Iglesias se proclamase al mismo tiempo truhán y señor, amante de la vida y del amor, a veces cuerdo y a veces loco.
Allá cada cual con sus preferencias, pero si en alguna ocasión le da a usted por apoyarme en lo que sea, le ruego que haga el favor de abrirme la puerta en lugar de entornarla y fisgar por la mirilla a ver qué pasa. Más que nada porque eso no es un apoyo, sino una posición convenida y pusilánime que no anuncia más que una servil predisposición de estar a la espera de salir corriendo en auxilio del vencedor.
Puede que haya quien quiera ver en este canto a la tibieza un alambicado y florentino gesto de “finezza”, pero cualquiera puede ver (especialmente el tan nebulosamente apoyado) que ahí no hay nada más que inconfesables necesidades de seguir cayendo de pie junto a la peana del santo. Y ya se sabe que si tiene barba será San Antón (o san Alfredo) y si no, la Purísima Concepción. Y luego hay quien se enoja cuando las encuestas hablan del descrédito de la clase política.
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