Fausto Romero-Miura Giménez
Abogado
Ayer tenía que estar en el Aeropuerto a las 9,20 para recoger a una persona que llegaba de Madrid: llegó puntual; yo, desde Aguadulce, tarde. Esas cosas, siempre me las tomo con antelación suficiente, por lo que salí de casa hacia las 8,40, y llegué a las 9,30. ¡Menos mal que no tenía que coger un vuelo! Todo quedó, pues, en la descortesía de mi retraso. ¡Y en el susto! Parecía El Cairo, tomado por la Policía y la Guardia Civil. ¡Uf, pero no! Era que venía Rubalcaba. Jamás he visto tanta seguridad del Estado. ¿Y qué pasó? Pues que apenas entrado en la Autovía por la rotonda de Aguadulce, me vi inmerso en un atasco de media hora hasta el "Viaducto de La Garrofa". ¿4, 5, 6 kilómetros? Y, todo, porque, a esa hora -punta por la gente que viaja hacia Almería para estar a las 9 en su trabajo- por lo visto debía hacerse alguna reparación en el puente. Y -lo juro- no vi ningún cartel, aviso, anuncio, señal luminosa, etc. que avisara del desaguisado y permitiera tomar la vía alternativa del Cañarete. Si lo había, no desde luego de manera notoria.
¿No hay, además, horas adecuadas para efectuar reparaciones en la carretera de más tráfico? Y si no las hay, ¿no puede avisarse con antelación suficiente, antes de que los conductores nos veamos atrapados en una ratonera sin salida? Y ya atrapados, ¿no pueden habilitarse salidas abriendo los tramos de mediana en que ésta no es rígida? La vida es armonía, proporcionalidad, servicio al ciudadano. ¿Es o debería ser? Y, el deber ser implica el de avisar de los inconvenientes, de los servicios defectuosos o, más apropiadamente, del no servicio. ¡Unos avisillos tempestivos…!
(La Voz de Almería)
(La Voz de Almería)
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