Agustín de J. Muñoz Soler
Comentarista político
Ante todo vaya por delante mi sentimiento personal más sincero por la dolencia crónica que asegura padecer desde hace unos tres años el todavía Concejal de Obras Públicas del Ayuntamiento de Almería, Francisco Amizian, y que dice ser el motivo que le retira de la primera línea de la actividad política. Dicho lo cual en el plano personal, me va permitir el amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico que coloque en la nevera los argumentos esgrimidos por el concejal, por la sencilla razón de que todo aquel personaje político que se ve obligado a abandonar su cargo público recurre sistemáticamente a lo personal. El abuso de recurrir a lo personal para justificar el abandono del cargo público suele producir incredulidad.
Pero si este abuso de vida personal que se ha preservado enfermizamente, y con razón, durante la etapa pública se torna en una razón para avalar una decisión política me parece un insulto a la inteligencia de los almerienses, además de una supina incoherencia. Es el caso de Doña Cuaresma, que en pleno carnaval coloca el trance personal por el que está atravesando en el escenario público para conmover los sentimientos más profundos del respetable. Me parece, sinceramente, abominable que se coloque en el escenario público un aspecto personal y durante el uso y disfrute del cargo público se pida el más profundo respeto para la vida privada.
El anuncio a bombo y platillo del autodescarte del concejal Amizián ante las próximas elecciones municipales es otro detalle que me parece una tomadura de pelo a los almerienses, y muy especialmente en el momento que lo ha hecho, que políticamente es el idóneo para sus intereses personales. Ha anunciado que no concurrirá a la reelección cuando la opinión pública mayoritaria en su ciudad le resulta beneficiosa, en la antesala de una profunda controversia política que tiene todos los visos de convertirse en otra sepultura política como lo fue la de su aliado Juan Megino con el Paseo de Almería y de Fernando Martínez con el parking de Obispo Orberá.
La obra en cuestión que puede erigirse en la sepultura política de Luis Rogelio, por la nefasta planificación, es la Avda. Cabo de Gata, principal arteria del tráfico rodado en la capital. Las obras fueron anunciadas para dos semanas a sabiendas de que las adjudicó para que fueran llevadas a cabo por la empresa en cinco meses, junto a las de la Ctra. Sierra Alhamilla. Resulta obvio que el aún edil Amizián mintió solemne y descaradamente a los almerienses y a quienes utilizan esta importante arteria vial.
Pero hay en el haber del conspicuo edil de Obras Públicas otro balance en su haber y que a buen seguro constituirá una herencia que será utilizada electoralmente para escarnio de cuantos almerienses habitan o residen en la zona centro de la capital, y es su peatonización con el sospechoso argumento de revitalizar el sector comercial. Desde mi punto de vista resulta sospechoso por la falsedad que conlleva el supuesto beneficio de la peatonización de las calles a este sector económico. La peatonización es un grave error que perjudicará sensiblemente al comercio de la zona porque le han quitado sus accesos, que en la España desarrollada son los aparcamientos.
No creo que un vecino de Nueva Almería, Nueva Andalucía o el Barrio Alto o El Realejo, por ejemplo, acuda al Paseo de Almería, Reyes Católicos o Javier Sanz para dejar su coche en el parking de La Rambla o de Obispo Orberá y se vaya de compras para pasearse con las bolsas en la mano durante todo su tiempo.
Me gustaría obtener la respuesta del edil huido sobre la forma que tiene un vecino de la calle Javier Sanz para subir la compra semanal o el ordenador a su vivienda. Del mismo modo me agradaría que preguntase a sanitarios por la cantidad de almerienses que se atienden en los servicios traumatológicos por caídas en el boulevard de La Rambla debido a su lamentable estado de conservación, competencia de la Concejalía de Obras Públicas del Ayuntamiento de Almería y no de la Junta de Andalucía.
Por tanto, el balance del ínclito edil de Obras Públicas a lo largo de estos cuatro años es el de una nula gestión. Y cuando digo nula, es nefasta, porque no ha gestionado nada, porque solo ha puesto la mano para que José Luis Rodríguez Zapatero, que ya no parece tan malo como al principio de la legislatura municipal, le deposite el dinero con el que levantar las aceras, quitar los aparcamientos y cerrar al tráfico rodado las calles del centro neurálgico de la Ciudad, así como descongestionar para el futuro la principal arteria vial de la capital, en tanto que con el dinero del ayuntamiento están negociando terceros.
Por consiguiente, ya que el edil Amizian ha colocado su vida personal en el escenario público para justificar lo que yo considero una huida, convendría obtener respuesta también sobre si en su decisión ha intervenido también el incidente que padeció al volante de su coche. En fin, su paso por la Concejalía de Obras Públicas le ha desbordado, políticamente hablando, obviamente, y debe honrarle que en su despedida le haya acompañado el Alcalde como muestra de agradecimiento a los servicios prestados.
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