Javier Aureliano García
Secretario General del PP de Almería
La muerte del alcalde de Turrillas, mi incansable amigo Juan Verdejo, nos ha situado a todos cuantos le conocimos en un escenario de cierta incredulidad y hondo pesar. Incredulidad porque a pesar de ser el alcalde más veterano de toda la provincia de Almería, su constante energía, su fuerza a la hora de seguir desempañando las labores propias de la alcaldía y su permanente disposición a trabajar por la gente y las cosas de Turrillas, no nos hacía anticipar este repentino final. En todo caso, y como siempre he pensado que la muerte sólo tiene importancia en el sentido de que nos hace reflexionar sobre el verdadero valor de la vida, he de decir que quiero dar las gracias desde aquí a todos los que, como mi amigo Juan, han dedicado su vida al servicio desinteresado de los demás ocupando puestos de responsabilidad y trabajo en los ayuntamientos de todos los pueblos de Almería.
La mayoría de almerienses tiene conocimiento o al menos referencia de las actividades y gestiones que se llevan a cabo en los ayuntamientos más grandes a través de los medios de comunicación, pero en Almería hay también municipios pequeños, en donde los recursos y las necesidades de los vecinos tienen otras formas y otros ritmos, pero exactamente la misma importancia. Y son precisamente los servidores públicos que, en muchas ocasiones desde una posición absolutamente altruista, gestionan desde los ayuntamientos las actuaciones, obras y decisiones que tienen una incidencia directísima en la calidad de vida de las personas que allí viven.
Juan Verdejo, el eterno alcalde de Turrillas era uno de ellos. Un hombre de su pueblo que vivía por y para su gente las veinticuatro horas del día, siete días a la semana. Es verdaderamente admirable el trabajo que mi amigo Juan realizó para renovar su pueblo y convertirlo en un espacio vivo de convivencia y de progreso. Por eso quiero fijarme hoy en la labor y en el legado de cuantos, como el entrañable alcalde de Turrillas, dedican su vida a trabajar desde los ayuntamientos en las realidades e ilusiones de cada día que construyen el presente y preparan el futuro para muchas familias del interior de la provincia de Almería. Yo creo que ése es el mejor recuerdo que nos podemos llevar de Juan Verdejo: el del afán y el empeño por actualizar y mejorar las condiciones de vida de los vecinos. Este compromiso social es una de las bases que estimulan la convivencia democrática y permite que los jóvenes sientan también la llamada de la vocación del servicio público que siempre supone la labor política.
Cambian los tiempos y las formas, pero lo que permanece inalterable es el valor de ese pacto no escrito entre el político y el vecino que obliga al primero a gestionar desde la eficacia y la transparencia los recursos que permitan mejorar las condiciones de vida del segundo y favorecer sus legítimas aspiraciones de progreso y desarrollo.
Los vecinos de Turrillas, al igual que muchos almerienses, sienten ahora la pérdida de la figura humana y en muchos aspectos verdaderamente irrepetible de veteranos de la política local como mi amigo Juan Verdejo. Sin embargo, los que de algún modo queremos recoger su testimonio de entrega y trabajo, queremos decir que estamos dispuestos a que las nuevas generaciones de servidores públicos permanezcan incansables en la primera línea de la defensa de los derechos e intereses de los ciudadanos almerienses, con independencia del municipio donde residan. Esa tarea, que alimentamos con el ejemplo de dedicación de alcaldes como Juan Verdejo, es la que nos anima a seguir trabajando día a día por el bienestar de los almerienses. Hasta siempre, Juan.
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