Celso Ortiz
Exconcejal socialista de Almería
Cuando le preguntan sobre los informes negativos de la intervención, en relación con el procedimiento de los ERE, manifiesta que no se acuerda de cómo eran porque como "nos tiraron para atrás (los borradores) seguimos con el mismo sistema". En otro momento dice, refiriéndose a dichos informes, que "no podíamos estar al pairo de los caprichos del interventor". Ahora, si le pedían que incluyera "dos criaturas que necesitaban ayuda" en el expediente de una empresa con diez empleados, las colocaba en el mismo paquete, "y así cobran también las criaturas desde el principio". Donde caben diez, caben doce. Y a la pregunta sobre la opinión de los exconsejeros Viera y Fernández al respecto, contesta que "nadie puso pegas para que una criatura solicitara lo mismo que los sindicatos o un colectivo". Natural.
Como algunos habrán adivinado me estoy refiriendo a la entrevista publicada a doble página del diario El País, donde se desahoga el exdirector general de trabajo de la Junta de Andalucía Javier Guerrero, el de los ERE, y me pregunto cuales habrán sido los requisitos exigidos por los dos consejeros de empleo que lo han tenido bajo su mando, para un cargo con tanta responsabilidad, habida cuenta de los millones que se manejan en ese despacho echando un garabato. Al tratarse de un nombramiento discrecional, designado a voluntad de un compañero que cuenta con una estrella más en la bocamanga, se da por supuesto que, durante los nueve años que ha permanecido administrando la cosa, ha contado con la confianza plena de sus superiores jerárquicos. Lo que pasa es que en la vida política hay dos tipos de confianza. Una, que da seguridad, es la que se deposita en una persona solvente y con conocimientos en la materia, que ofrece garantías de que las leyes se cumplen a rajatabla. Y otra, que da holgura, es la que se deposita en un compadre, dispuesto a firmar lo que le pongan por delante sin pararse a mirar, porque, entre otras cosas, se fatiga con la lectura. La primera, a veces, puede parecer un estorbo pero, a la larga, da buenos resultados. La segunda es muy agradecida, pero puede resultar peligrosa en grado sumo. Tal y como se expresa el amigo Guerrero, aplicando siempre el plural, y según maneja el bolígrafo, no parece que lo nombraran director general por su pericia jurídicolaboral o administrativa, sino por otros méritos. Y es difícil de creer, no me jodas, que no haya comentado nunca con las personas que lo mantienen en el cargo, todo eso que ha soltado al periodista con tanto desparpajo, posiblemente porque, en su filosofía, no tiene mala conciencia de su manera de proceder con las criaturas. Hoy por ti, mañana por mí.
Como algunos habrán adivinado me estoy refiriendo a la entrevista publicada a doble página del diario El País, donde se desahoga el exdirector general de trabajo de la Junta de Andalucía Javier Guerrero, el de los ERE, y me pregunto cuales habrán sido los requisitos exigidos por los dos consejeros de empleo que lo han tenido bajo su mando, para un cargo con tanta responsabilidad, habida cuenta de los millones que se manejan en ese despacho echando un garabato. Al tratarse de un nombramiento discrecional, designado a voluntad de un compañero que cuenta con una estrella más en la bocamanga, se da por supuesto que, durante los nueve años que ha permanecido administrando la cosa, ha contado con la confianza plena de sus superiores jerárquicos. Lo que pasa es que en la vida política hay dos tipos de confianza. Una, que da seguridad, es la que se deposita en una persona solvente y con conocimientos en la materia, que ofrece garantías de que las leyes se cumplen a rajatabla. Y otra, que da holgura, es la que se deposita en un compadre, dispuesto a firmar lo que le pongan por delante sin pararse a mirar, porque, entre otras cosas, se fatiga con la lectura. La primera, a veces, puede parecer un estorbo pero, a la larga, da buenos resultados. La segunda es muy agradecida, pero puede resultar peligrosa en grado sumo. Tal y como se expresa el amigo Guerrero, aplicando siempre el plural, y según maneja el bolígrafo, no parece que lo nombraran director general por su pericia jurídicolaboral o administrativa, sino por otros méritos. Y es difícil de creer, no me jodas, que no haya comentado nunca con las personas que lo mantienen en el cargo, todo eso que ha soltado al periodista con tanto desparpajo, posiblemente porque, en su filosofía, no tiene mala conciencia de su manera de proceder con las criaturas. Hoy por ti, mañana por mí.
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