José Fernández
Periodista
El pasado sábado un rayo decapitó la efigie de un cristo en Vera y ayer la prensa abría con las imágenes de la iglesia de Las Salinas profanada con teatrales símbolos satánicos. Mamá, caca. Ya sólo falta que un cordero segureño rompa el Séptimo Sello y que un intrépido manipule las tuberías del Cañillo para que en plena Puerta Purchena el pitorro comience a manar sangre. Como dijo Arrabal en aquella famosa tertulia televisiva patrocinada por varias denominaciones de origen, el milenarismo se va a acabar.
En todo caso convendría ir arrepintiéndose y haciendo algo de penitencia, por si acaso todas estas cosas no fueran casualidades y movidas de desocupados en busca de promoción inmobiliaria y en realidad supusieran las señales anunciadoras de grandes calamidades apocalípticas. Pero me temo que haya más de atrezzo teatral que de verdadera invocación satánica, porque si los grafiteros del más allá hubieran estado verdaderamente atentos al combate eterno entre las fuerzas del Bien y del Mal, tal vez deberían haberse hecho eco del reciente nombramiento del obispo de Almería, monseñor González Montes, como presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, un organismo de acendrada tradición católica que pone especial interés en la vigilancia de la costumbres.
Pero claro, estos presuntos satánicos estaban más en la brocha que en el hisopo y se les olvidaron los detalles sensibles del enemigo para centrarse en la escenografía de los pentagramas invertidos y las plumas de pollo: es decir, que estamos entre el aquelarre cabogatero y el bien regado discurso arrabaliano: el milenarismo se va a acabar y la iglesia se va a caer.
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