Plateros

José Fernández
Periodista

La humildad y la modestia son dos virtudes que resplandecen como luciérnagas en la oscura noche de la vida política. Por eso ando todavía tratando de recuperarme del deslumbramiento que me han producido las recientes declaraciones del alcalde de El Ejido y singular candidato a la reelección, Juan Enciso, que en una comparecencia de prensa se quejaba del maltrato y de la persecución judicial de la que es objeto. Para ilustrar el grado de crueldad de los jueces que tan injustamente le imputan los feos comportamientos que le condujeron unos meses a la cárcel, el candidato explica que las posesiones, lujos y artefactos que se le atribuyen en el sumario del Caso Poniente son falsos. Ni cortijazos, ni quitanieves, ni tesoros enterrados, ni helicópteros, ni caballerizas de purasangres. “Nada más que tres borriquillas,” precisó. Beatus Ille. Feliz aquel que prefiere la vida retirada del campo en compañía de unos modestos pollinos, en lugar de la ostentación de la ciudad, los oropeles del cargo y la adulación de los adláteres.

Y es que uno se imagina al señor Enciso en pleno elogio de la vida desprendida, recorriendo su modesto cortijo, saliendo de su modesta casa, mirando sus modestos viñedos y entrando en sus modestas cuadras para ver a sus modestas borriquillas que, sin duda, serán pequeñas, peludas y suaves, casi como de algodón, como el Platero de Juan Ramón. Pero como el algodón no engaña, no entraremos ahora en más detalles del modesto modo de vida del modesto candidato que de modo tan modesto consiguió pagar en un pispás los 300.000 euros de su modesta fianza. Como escribió el poeta onubense, “no la toquéis más, que así es la rosa.” Dejemos, por tanto, las espinas del caso a otros plateros, esos que alardeaban de frecuentar restaurantes con servicio de oro. Para ellos serán, sin duda, los platos más amargos. Y las coces.

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