Juan Carlos Usero
Presidente de la Diputación de Almería
Dice un viejo refrán que "no hay mal que cien años dure". Esto, que se ha hecho realidad en tantos países del norte de África donde los ciudadanos se han rebelado contra la injusticia y el despotismo de regímenes dictatoriales insoportables, salvando las enormes distancias de un país democrático como el nuestro, guarda un cierto paralelismo con lo que está sucediendo en las últimas semanas en Roquetas de Mar, municipio gobernado por el presidente del Partido Popular, Gabriel Amat.
Mientras la burbuja inmobiliaria crecía por el impulso de los especuladores y algunos alcaldes con intereses en el asunto, municipios como Roquetas de Mar se mostraban al mundo bajo la imagen de remansos de paz y prosperidad. El negocio del ladrillo parecía contentar a todos y, si alguien tenía que mirar para otro lado, pues se le invitaba a hacerlo por el interés general del beneficio común. Las recalificaciones de terrenos indiscriminadas eran consideradas entonces como un síntoma de modernidad y desarrollo, y no como la carcoma que ha ido horadando sistemas realmente productivos, tanto como la agricultura en nuestra provincia.
Ahora descubrimos que Roquetas de Amat tiene miles de viviendas vacías, que se han construido sobre lo que hasta hace bien poco eran fértiles invernaderos, y comprobamos que más de uno ya habla con claridad del artífice de este invento. Los micrófonos de algunas emisoras de radio recogían esta semana las protestas de los vecinos de Las Salinas, que se niegan a dejar sus tierras en manos de especuladores, con calificativos muy gruesos contra el alcalde, a quien han llegado a llamar "chorizo".
Y lo peor de todo es que, a pesar de haber anunciado la paralización del proyecto, los vecinos tienen constancia de que el expediente sigue su curso y temen que serán obligados a levantar sus negocios y, encima, a correr con los gastos de urbanización del páramo en que quedará convertida toda la zona, unos trabajos valorados aproximadamente en 200 millones de euros, casi la misma cantidad a la que asciende el presupuesto de todo el Ayuntamiento.
Este es el verdadero rostro del Partido Popular, éste y el que hemos visto en los últimos días a través de su presidente provincial y alcalde de Roquetas de Mar, instalado en la prepotencia hasta llegar a aconsejar a los responsables de otros partidos políticos "que se amarren los pantalones" que van a arrasar en las municipales. Es posible que a Gabriel Amat le ocurra como al mismísimo Arenas, que ni siquiera gana en su propio municipio, Olvera. Claro que, como también apunta la sabiduría popular, "nadie es profeta en su tierra" o, al menos, una vez que se lo tienen calado.
Ahora descubrimos que Roquetas de Amat tiene miles de viviendas vacías, que se han construido sobre lo que hasta hace bien poco eran fértiles invernaderos, y comprobamos que más de uno ya habla con claridad del artífice de este invento. Los micrófonos de algunas emisoras de radio recogían esta semana las protestas de los vecinos de Las Salinas, que se niegan a dejar sus tierras en manos de especuladores, con calificativos muy gruesos contra el alcalde, a quien han llegado a llamar "chorizo".
Y lo peor de todo es que, a pesar de haber anunciado la paralización del proyecto, los vecinos tienen constancia de que el expediente sigue su curso y temen que serán obligados a levantar sus negocios y, encima, a correr con los gastos de urbanización del páramo en que quedará convertida toda la zona, unos trabajos valorados aproximadamente en 200 millones de euros, casi la misma cantidad a la que asciende el presupuesto de todo el Ayuntamiento.
Este es el verdadero rostro del Partido Popular, éste y el que hemos visto en los últimos días a través de su presidente provincial y alcalde de Roquetas de Mar, instalado en la prepotencia hasta llegar a aconsejar a los responsables de otros partidos políticos "que se amarren los pantalones" que van a arrasar en las municipales. Es posible que a Gabriel Amat le ocurra como al mismísimo Arenas, que ni siquiera gana en su propio municipio, Olvera. Claro que, como también apunta la sabiduría popular, "nadie es profeta en su tierra" o, al menos, una vez que se lo tienen calado.
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