Luis Cortés
Catedrático de Literatura
No es muy conocido entre los españoles que allende los mares no se empleen los términos be y uve, sino que la be nuestra se designe be larga en Argentina, Uruguay, Chile, Colombia, Venezuela, etc. y be alta en México y en países centroamericanos; asimismo, que nuestra uve se denomine ve corta en los países citados en primer lugar (Argentina, Uruguay, Chile, etc.) y ve chica, chiquita o pequeña, en México, países de Centroamérica, etc. La aludida vocación panhispánica ha llevado a los autores de la Ortografía (2010) a proponer que fueran los términos españoles be y uve los que se generalizaran en todo el mundo hispánico. En justa correspondencia, a la uve doble nuestra se la denominará doble uve, término mayoritario en Hispanoamérica aunque alterna, en México y otros países centroamericanos y caribeños, con el de doble u. Por otro lado, en este intento de unificación y equilibrio, los españoles vamos a denominar a nuestra "y griega", "ye", término que desde hace siglos es el conocido en algunos países hispanoamericanos. Así de fácil y de ecuánime. Ante esta propuesta, en España -donde habitamos solo el diez por ciento de los hablantes del español- mucha gente no parece estar dispuesta al cambio y abomina el nuevo término como si de un maleficio se tratara. Los males de los -descontentos- no terminan aquí: la desaparición de la i griega afecta también a la i latina, que pasa a denominarse simplemente i. Casos como estos podríamos citar algunos otros, si bien tan irrelevantes y, por tanto, con tan poco fuste como para levantar cualquiera de las críticas suscitadas.
Ha sido el tema de las tildes, sin embargo, el que más reprobaciones ha originado. Las Academias recomendaron no tildar nunca los demostrativos (este, ese, aquel, con sus femeninos y plurales) ni el adverbio solo. La razón aducida por los ortógrafos es que no es función de dichas tildes diferenciar categorías gramaticales ni desambiguar textos. La posibilidad de su omisión si no había riesgo de confusión -que no suele existir- es antigua, pues ya se planteó en las normas ortográficas de 1959; de hecho, y esto es significativo, algunos de los más reconocidos tratadistas del tema, como Manuel Seco o José Martínez de Sousa, no emplean esas tildes en sus obras.
Las Academias no solo consideran conveniente que las letras tengan una denominación y una pronunciación unitarias, sino también las palabras adaptadas de otras lenguas. Pero no hemos de olvidar que ellas proponen y son los hablantes los que tienen la última palabra. Veamos un ejemplo, que recogemos de la página 614 de la Ortografía. Hace años, la RAE propuso el término güisqui como adaptación de la voz inglesa whisky o whiskey; la medida se adoptó porque la w no existía en latín, razón por la que no se encuentra en palabras derivadas de esta lengua, que como sabemos forman el léxico patrimonial del español. Esa ausencia nos ha llevado durante muchos años a considerar tal letra como extranjera, ajena a nuestro sistema gráfico; de hecho, palabras que en otras lenguas llevaban tal grafía al adaptarlas al español se solían sustituir: wagon > vagón; water-closet > váter; kakatuwa > cacatúa; kangourou > canguro, etc. La palabra güisqui, sin embargo, no fue bien acogida -especialmente en las cartas de los restaurantes o bares de postín; la forma de la adaptación al español estaba tan alejada de la palabra de la que partía que casi todo el mundo siguió empleando el término en inglés. Ante eso, en la reciente Ortografía los académicos no han tenido el menor reparo en aceptar que la traducción güisqui no fue del todo acertada, máxime si tenemos en cuenta que la w es una grafía del abecedario español al que se incorporó hace más de cincuenta años (lo hizo en la Ortografía de 1969). Ante el error, se ha sugerido una nueva adaptación del término, "wiski", más cercano al original ya que conserva la w y la k etimológicas, letras ambas de nuestro abecedario. Es la nueva y más acertada propuesta para nuestra ortografía. Hasta tal punto es propuesta que en diccionario seguirá apareciendo con cursiva la palabra inglesa whisky y remitirá a la española "wiski", hasta que esta no triunfe -si es que lo hace definitivamente algún día. Es lo mismo que pasará con freaky y friki o pearcing o pirsin o jacuzzi o yacusi. ¿Cabe mayor apertura?
Creemos que la reciente Ortografía, aun aceptando alguna que otra medida evitable, resulta una obra exhaustiva, razonada, panhispánica y abierta. Es nuestra opinión, si bien no nos atreveríamos a llevarla a donde llevó Don Quijote la suya con respecto a los caballeros andantes: "querer negar las verdades y existencia de los caballeros andantes en la historia, será querer persuadir que el sol no alumbra, ni el hielo enfría, ni la tierra sustenta". Tampoco es eso.
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