A vueltas con el crucifijo de Diputación

Antonio J. Corrales
Director de La Gaceta Económica de Almería

Varias organizaciones empresariales e incluso expertos de prestigiosas consultoras han descubierto algo que ya muchos sabíamos: que existen demasiadas administraciones públicas. Estas reducciones expuestas, siempre tiene un punto en común que son las Diputaciones Provinciales. Ya se viene escuchando desde hace mucho años, y no solo por la crisis, el debate sobre la idoneidad de las Diputaciones Provinciales en el estado de las autonomías.

Lo único que voy a decir al respecto, sobre la utilidad de las diputaciones, es que su función exclusiva debería ser el servir de apoyo a los ayuntamientos para la ejecución de las funciones de la administración local y cubrir las necesidades que los ayuntamientos, principalmente pequeños, tengan por falta de personal o de recursos financieros.

Ahora bien, ¿quién está defendiendo la utilidad de la Diputación? No hay que olvidar que la Diputación no se elige directamente los integrantes electos que la componen, no existen unas elecciones específicas para el gobierno de la Diputación. Los representantes políticos de Diputación son elegidos indirectamente por el pueblo a través de los votos emitidos en las elecciones locales y los partidos proponen, entre sus concejales, a aquellos que nos representarán en esta institución provincial.

La Diputación de Almería, en general, centra su debate durante la precampaña electoral en un símbolo como es un crucifijo situado en el salón de plenos. En vez de defender la utilidad de la diputación, lo que aporta las normativas aprobadas en ella, las acciones de apoyo en la gestión de los municipios entre otras actuaciones, el debate se centra en un crucifijo y en su situación.

Seamos un poco serios. Un símbolo de una religión se puede interpretar de dos maneras: las personas que se rigen por esa religión lo verán como un elemento de culto y representativo de sus creencias y aquellos que no siguen esa religión lo verán como un símbolo. Si en la Diputación existiera un símbolo religioso árabe del siglo X, encontrado en Almería, que representa una luna con un verso del Corán y situado en el salón de plenos de la Diputación de Almería, ¿se crearía la misma polémica?

Si vamos por cualquier mercadillo vemos la cantidad de símbolos religiosos que se venden, aunque para la gran mayoría de nosotros no tengan valor religioso: budas, amuletos, estatuas africanas, se venden como elementos de decoración para el hogar. ¿Tan malo es tener un crucifijo adornando el salón de plenos?

Realmente el problema no lo causa el crucifijo, sino los ojos de quienes lo miran. Este debate insulta, no solo a la comunidad católica sino a otras religiones cristianas que consideran el Crucifijo como una enseña representativa de su identidad religiosa y fuente de apoyo espiritual durante su vida. ¿Se imaginan obligar a Cruz Roja a cambiar de nombre y simbología por llevar una cruz?

Es momento de que el interés esté en el Crucifijo y que comiencen a exponerse por todos los partidos integrantes de la Diputación las acciones que llevarían a cabo en caso de gobernar Diputación y que ayuden a nuestra provincia a salir de la crisis.

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