Cabestros

José Fernández
Periodista

En estos momentos, las dos ciudades del mundo que probablemente tienen mayor riesgo de sufrir daños en su patrimonio urbano son Trípoli y Almería. En el primer caso, a consecuencia de las bombas humanitarias que arrojan los pacíficos aviones de la coalición no-bélica de la que formamos parte. En el segundo, por la permanente amenaza de destrucción sin sentido que supone la indesmayable actuación del comando pellejero almeriense.

Ni una semana han permanecido a salvo las últimas esculturas instaladas por el Ayuntamiento. Apenas unos días después de que el alcalde inaugurase un busto dedicado al Papa Juan Pablo II, unos cretinos no han tenido mejor idea que tirarle encima un cubo de pintura. Quiero excluir el matiz religioso de este suceso, porque no hay que verlo como una deliberada maniobra de agitación antivaticanista. Lo más probable es que los cenutrios que arruinaron la escultura (no se hacen ustedes una idea de la pasta que el vandalismo nos cuesta a todos los almerienses) no supieran si se trataba del Papa Wojtyla o el payaso Fofó. Es más, seguro que les daba igual, porque esta gente cocea en lugar de articular un discurso reivindicativo.

Lo malo es que la actuación de todos estos cuadrúpedos no sólo nos causa un perjuicio económico importante, sino que además genera una imagen pésima de Almería, ciudad que tiene el raro privilegio de ser, seguramente, la única ciudad en el mundo en donde los vándalos han llegado a decapitar una estatua dedicada a las madres. Algo que sólo se explica pensando que las mamás de todos estos cabestros no saben quiénes son con certeza sus padres. Y luego dirán que no son necesarias las ordenanzas cívicas.

1 comentario:

  1. Anónimo3/4/11 20:39

    Claro que son necesarias las ordenanzas cívicas... Y la educación para la ciudadanía ;-p

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