El corazón del PSOE se parte

Isabel Morillo
El Correo de Andalucía

"Ahora toca estar a la altura de lo que nos ha pedido Zapatero. El partido tiene que estar unido y fortalecido. No podemos distraernos". Lo dijo la secretaria de Organización del PSOE andaluz el pasado lunes cerca de las doce y media de la mañana. Sabía lo que se avecinaba, había hablado con la consejera de la Presidencia, Mar Moreno. Casi a la misma hora el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, mantenía una breve pero intensa conversación telefónica con su consejero de Gobernación, Luis Pizarro, en la que el histórico dirigente le anunció su dimisión. Si algo no podía pensar el PSOE andaluz es que a las 48 horas de que José Luis Rodríguez Zapatero anunciara la convocatoria de primarias para elegir a su sucesor como candidato en las elecciones de 2012 iba a protagonizar el mayor terremoto político en muchos años. La federación de más peso, el motor, el corazón del PSOE -como gráficamente se refiere a ella Ferraz- sufría un aneurisma del que todavía se recupera y que desde luego arrastra a todo el partido a un escenario aún peor del que afrontaba. Y a un mes de que las urnas confirmen, o no, a las encuestas: que los socialistas van cuesta abajo y sin freno.

¿Qué pasó el lunes? Estalló. Se partió el corazón, parafraseando la canción de Alejandro Sanz, el sobrino de Pizarro. No tocaba, era el peor momento político, todos se equivocaron, no midieron bien, pero ocurrió. No era novedad. La cardiopatía venía de lejos y estaba diagnosticada. La división interna entre la vieja guardia y la actual dirección de los socialistas andaluces dejó de estar soterrada y afloró de forma abrupta: con una dimisión traumática y dolorosa. "Un palo", confesó un dirigente. "Una pena", en palabras de otro. Una crisis de futuro con todas sus letras, de consecuencias imprevisibles, por más que se empeñen en negarla.

Convivencia. En la actual ejecutiva regional y en el Gobierno aseguran que no podían calcular que el cambio de un delegado de la Junta en Cádiz iba a desencadenar la marcha de Pizarro. Lo tildan de "desmesurado", "desproporcionado". En el entorno de quien fue secretario de Organización y vicesecretario general del PSOE andaluz desde 1994 a 2010 indican que ya hace un año se intentó este movimiento y Pizarro lo avisó. Que por ahí no pasaba.

Asumen que antes o después tenía que pasar. La convivencia que se antojaba feliz hace dos años era ya imposible. La sucesión modélica de Manuel Chaves no era tal cosa. El mismo expresidente, con Pizarro como el gran artífice del proceso, eligió al sucesor, taponaron otras posibilidades como la de Mar Moreno y pidieron a Ferraz que fuera Griñán. Las primarias eran una palabra tabú por más que ahora los socialistas saquen pecho con la decisión de Zapatero. Todo fue por aclamación, no hubo ni peticiones de palabra en el comité director. Aplausos cerrados, ovación. Nada de ruido interno. Chaves se iba después de casi veinte años con el partido como una balsa y tras el periodo de paz interna más largo que se recuerda. Habían sido años de vacas gordas: seis victorias encadenadas, tres por mayoría absoluta. Bonanza económica, presupuestos boyantes. Todo lo contrario de lo que le toca a la actual dirección.

La sucesión se frustró en cuanto Griñán decidió romper el guión escrito y reivindicó todo el poder del partido. Al presidente de la Junta le ofrecieron unas reglas de juego: hacerse cargo del Gobierno, mientras que Chaves y Pizarro seguían en San Vicente. Las aceptó y a los pocos meses dijo que no, que las bicefalias no funcionan.Pidió reforzar su liderazgo. Forzó el Congreso regional extraordinario de hace ahora un año y se proclamó secretario general del PSOE-A. Conformó su tridente de poder con los más jóvenes: Rafael Velasco -que dimitió en octubre-, Susana Díaz y Mario Jiménez. Ella manda en San Vicente. Él en el Parlamento. Chaves y Pizarro cedieron. Los socialistas andaluces brindaron a Griñán un apoyo sin precedentes pero ya quienes conocen bien a este partido avisaron de que la digestión iba a ser larga. Acertaron.

Desde entonces los socialistas han ido de crisis en crisis. No han parado de afrontar problemas en un año que califican de via crucis. El último escándalo de corrupción, el presunto fraude de las ayudas a Empleo, ha puesto la guinda. Griñán apostó por dejar el partido en manos de una generación en los treinta y tantos. Políticos que había crecido a la sombra de Pizarro y que aprendieron con él y con Chaves lo que era el partido. "De ellos han aprendido lo mejor y lo peor de la política", se oyó hace tiempo.

La gestión de cada uno de esos episodios no ha hecho más que agravar la brecha entre los de ahora y los de antes. Tras la dimisión de Velasco hubo voces que pidieron un Rubalcaba, alguien veterano como número dos. Griñán ignoró esas recomendaciones e incluso desoyó lo que le señaló Zapatero: al exconsejero Francisco Vallejo. Unos sienten que se están comiendo los marrones del pasado. Los otros que están dilapidando su herencia. Los actuales dirigentes no se han dejado ayudar. Los veteranos se han sentido maltratados.

Portazo. El líder del clan de Alcalá llevaba tiempo rumiando su portazo. Había salido en la prensa local que el Gobierno preparaba relevos en sus cargos institucionales en la provincia de Cádiz para castigar los desmanes del secretario provincial del PSOE, Francisco González Cabaña, el hombre que más quebraderos de cabeza le ha dado a la actual dirección regional. El primero que lleva meses levantando la mano y cuestionando públicamente las decisiones de San Vicente y la autoridad del secretario general. Le iban a pedir que firmara el cese de un político afín, amigo, de Gabriel Almagro, un paisano de su pueblo, alguien de su total confianza. Y, según dicen sus más próximos, él no se podía permitir estar sentado en un Gobierno viendo pasar por delante "a su gente". Aquí ya entran las apreciaciones personales. Se fue por principios, por dignidad, para poder seguir mirándose al espejo cada mañana, ponen en su boca. Y porque no iba a tolerar que la actual secretaria de Organización, Susana Díaz, con la que no tiene ninguna sintonía, librara una batalla contra los suyos con su silencio cómplice. Dicho esto, casi nadie, ni siquiera quienes han sido sus más próximos colaboradores políticos en la última década, acaban de entenderlo. No de él, de Pizarro, un hombre que dicen "es el partido" y que sería incapaz de dar un paso que hiciera daño a las siglas. Un político de aparato ha conducido al PSOE, y no solo al andaluz, al filo del precipicio. Ha dicho que no se arrepiente aunque pide que no se le culpabilice y que no se dramatice. Asegura que no va a liderar ningún movimiento crítico. Pero lo que diga resonará y muchos auguran que tras el 22-M comenzarán los movimientos internos. Quiera o no Pizarro.

De momento ya ha salido el actual aparato y Griñán a descartar primarias en Andalucía para elegir al candidato en 2012. La ejecutiva regional se sacude un tropiezo electoral el 22-M y dice que serán los dirigentes provinciales los que deban asumir responsabilidades. En Almería y Cádiz, donde hay más críticos con la actual dirección, se auguran los peores resultados. Ambas Diputaciones están en juego. Málaga, cuya dirección provincial respalda al actual aparato, será otro agujero electoral pero hay afinidad con San Vicente. Igual ocurre en Córdoba. Sevilla, el símbolo, está en juego y en Huelva los socialistas confían en tomar oxígeno. Estas tres últimas agrupaciones son ahora mismo el trípode sobre el que más descansa el poder de Griñán. Granada va por libre y en Jaén se moverán entre los afines a Gaspar Zarrías -que calibra sus fuerzas- y los cercanos a Mar Moreno.

El 14 de marzo Griñán y Zapatero despacharon, según la ejecutiva regional del PSOE, sobre las primarias que elegirán candidato para las generales de 2012. Andalucía es una federación clave, casi la que decide. El federal necesita que no se enfrasque en batallas cainitas si quiere controlar el proceso. Afrontar unas primarias con el patio andaluz en llamas es impensable. Ferraz ha dado ya muestras del lado en el que está. El vicesecretario general del PSOE, José Blanco, lleva semanas alabando a Susana Díaz. Alfredo Pérez Rubalcaba salió a defender a Griñán. Carme Chacón ha estado esta semana en dos actos en Andalucía. Hay tantos frentes abiertos que se antoja difícil adivinar la siguiente jugada.
(El Correo de Andalucía)

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