La coherencia de Megino

Rafael M. Martos
Director de Noticias de Almería
 
Juan Megino decía adiós (¿seguro?) a veinte años de militancia política, primero en el PP y luego en "su" GIAL, y lo hacía con un discurso marcado por la coherencia, que es algo que a estas alturas se le debe reconocer. Megino es un señor de derechas (de centro-derecha, dice él) que no ha vivido nunca de la política a pesar de que en estas dos décadas ha formado parte del gobierno municipal tres terceras partes de ese tiempo. Siempre ha seguido ligado a su actividad médica, marcando una distancia casi infinita sobre aquellos que se arriman a esta noble actividad quizá sí desde la vocación de cambiar a mejor la sociedad, pero que pronto acaban atrapados por ella y se convierten en siervos de quien tenga que firmar su nómina, de quien les ponga o les quite de la lista, de quien les dé o les quite el cargo para el que lo designaron a dedo. Eso da, sin duda, una enorme independencia de criterio avalada por la independencia económica. Eso es algo que sólo los funcionarios pueden permitirse, y que dentro de los políticos no funcionarios es prácticamente imposible de encontrar.
 
Pero la coherencia de Megino se refleja en muchos más actos a lo largo de estas dos décadas que le enjuician. Si puede criticarse su comportamiento al conocer que no volvería a ser candidato del PP a la Alcaldía de Almería, tras haberla perdido y llevar tres años haciendo oposición, no es menos cierto que se le debe reconocer la honradez que supone irse del PP pero también del escaño de concejal. Hemos escuchado mil veces -y no merece la pena entrar en detalles por ello- a Megino denunciar que lo tenían engañado, que no le daban explicaciones y, en definitiva, que se la jugaron. Y también desde el PP defender que si uno está en un partido ha de asumir que el partido le ponga y le quite, porque a él se debe. Pero al margen de quién tenga la razón en ese enfrentamiento, lo cierto es que el comportamiento de Megino y los suyos no admite reproche alguno. Todo lo contrario.
 
Gestos de coherencia han sido también los pactos con el PP, con quien sus bases se sienten mucho más identificados que con el PSOE. Esto también tiene sus matices, pero la coherencia es al final la que siempre se ha impuesto. Un ejemplo es que en la Corporación de 2003, con cinco concejales el recién creado Grupo Independiente por Almería (GIAL), Megino tenía en su mano dar la alcaldía  a Luis Rogelio Rodríguez o a Martín Soler, y optó por el primero. Y la palabra es "optó" porque a los socialistas les exigía lo mismo que a los populares (entre otras muchas, presidir el Comité Organizador de los JJMM de 2005), más la alcaldía los dos primeros años. Probablemente esta última condición fue puesta con el fin de que fuera inasumible por el PSOE al tiempo que permitía tener una baza para seguir arracándole poder al PP. No volvió a ser alcalde... pero Soler tampoco. Y sí permaneció al frente de la JJMM.
 
Hubo paz esos cuatro años entre PP y GIAL, hasta el punto de que los rumores de que en cualquier momento aquello estallaría duraron dos años nada más (y nada menos). Hubo lealtad entre ambos, o al menos la lealtad entre dos socios, lo que significa que putaditas hubo, pero sólo eso, nadie quiso tensar la cuerda al extremo hasta que pudiera romperse.
 
En 2007 vuelve a aplicarse la coherencia que supone seguir compartiendo gobierno con el mismo socio. Es verdad que podría haberlo hecho con el PSOE, que hubiera necesitado además a IU, pero eran demasiadas cosas a justificar. Para el PSOE, justificar no dejar gobernar a la lista más votada, y además, aliarse con la derecha de Almería que era GIAL. Y éste hubiera tenido que justificar dar la alcaldía a Nono Amate y unirse al "rojerío" para quitarle la alcaldía a un hombre del PP, y eso tras cuatro años sin sobresaltos en el equipo de gobierno. La tentación de Megino fue aplacada por Esteban Rodríguez. A lo largo de cuatro años ha seguido sin haber tensiones más allá de las normales, nada fuera de lugar, nada que diera portadas de periódico, nada que diera titulares.
 
La coherencia de Megino ha llegado hasta la despedida, que la ha hecho como un señor. En la integración de GIAL en el PP ha habido algunos elementos fundamentales, como el interés concreto de algunas personas muy próximas a él de que así fuera, y más cuando de cinco concejales pasaron a dos. El pacto de integración ha supuesto que él mismo deje la política (aunque se le notan ganas de quedarse y seguir en el lío) y que confirme que no se afiliará al PP. Ambas cosas parecen cargadas de lógica tras lo vivido por él. Pero sí que ha dejado a sus compañeros más fieles bien situados, a unos en la lista del PP en lugares en los no tendrán complicaciones para ser concejales, y a otros empotrados directamente en la dirección del PP de Almería y en la de Andalucía.
 
En su despedida al frente de GIAL no ha pedido a los suyos que se afilien al PP, pero dijo que le parecía lo más lógico, y del mismo modo no pidió el voto para el PP pero añadió que la integración debía servir para reforzar el reforzar el centro-derecha. Las urnas demuestran las adhesiones que despierta cada cual, pero más allá de las ideologías, lo que los ciudadanos aprecian es la coherencia de un político, y en eso Megino ha dado una lección.

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