Manuel Contreras
ABC de Sevilla
Dicen sus alumnos que era buena profesora. No es de extrañar, porque más que un trabajo, para Resurrección Galera enseñar a aquellos chavales era una razón de ser, un objetivo vital. Tanto que cuando le comunicaron que no impartiría más clases de Religión en su colegio «fue como si me cortaran los brazos y las piernas», recuerda. La orden vino del Obispado de Almería y no respondía a razones estrictamente profesionales, sino al hecho de que Resurrección se había enamorado de un hombre divorciado y se había casado por lo civil con él. Y ya no daba el perfil para enseñar la palabra de Amor en la que se basa la doctrina cristiana.
Diez años después, el Tribunal Constitucional ha dado la razón a la profesora, que había mantenido tenazmente su reivindicación en los tribunales a pesar de sendas sentencias contrarias de la Audiencia de Almería y del TSJA. El Constitucional ha dictaminado que prevalece el derecho de Resurrección a «no sufrir discriminación por razón de sus circunstancias personales, a la libertad ideológica en conexión con el derecho a contraer matrimonio en la forma legalmente establecida y a la intimidad personal y familiar». Pero lo fascinante del despido de esta profesora no es el conflicto de derechos que plantea, sino el debate sobre legitimidad moral. El Obispado de Almería admite que Resurreción es una notable profesional, pero considera que no está capacitada para impartir religión porque su matrimonio civil con un divorciado contradice la doctrina católica.
La decisión es respetable porque compete a la Iglesia discriminar los perfiles más idóneos para la enseñanza de su doctrina, pero sorprende que el Obispado someta al profesorado laico a un riguroso control moral que en ocasiones no ha aplicado ni en su propia casa. A un profesor se le exige conocimiento de la materia que imparte y habilidad pedagógica, pero al salir del aula su vida privada no forma parte de la asignatura. Al profesor de religión no se le puede exigir una perfección moral, igual que al profesor de gimnasia nadie le pide que sea un atleta de élite.
Hoy es domingo de Resurreción, de Resurreción Galera, la profesora que vuelve a la vida profesional de la que apartaron por amar a un hombre divorciado. A lo mejor ni ella, buena conocedora de la Biblia, ha podido encontrar todavía algún pasaje en el que se recoja que eso sea pecado.
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