¿Quién dijo nazi? Cree el ladrón

José Antonio Martínez Soler
Periodista
Pte. de la Junta Rectora del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar

La mentira, repetida mil veces, me saca de quicio. El ex portavoz de Aznar, Miguel Angel Rodríguez, sentado ayer en el banquillo por presunto calumniador, me ha recordado uno de los acontecimientos más deleznables y miserables del gobierno de Esperanza Aguirre: el ensañamiento ideológico y político contra el doctor Luis Montes, ex coordinador de urgencias del hospital Severo Ochoa de Madrid, porque intentó aliviar el dolor de enfermos terminales.

El doctor Montes y su equipo, perseguidos por el tristemente célebre Manuel Lamela, entonces consejero de Sanidad de Esperanza Aguirre, fueron absueltos de todos los cargos y las denuncias presentadas por el Gobierno de la Comunidad de Madrid fueron archivadas. No obstante, siguiendo el proverbio calumnia que algo queda, el ex portavoz de Aznar, Miguel Angel Rodríguez, acusó al ya absuelto doctor Montes, repetidamente ante las cámaras de televisión, de ser un nazi.

Las denuncias, falsas y malvadas, del Gobierno Aguirre contra las sedaciones a enfermos terminales en el Severo Ochoa paralizaron a muchos médicos y sembraron de dolor evitable a miles de familias españolas, que veían morir a sus seres queridos retorciéndose de intenso sufrimiento en las unidades de cuidados paliativos o en las salas de urgencia. Los médicos -no sin razón- le cogieron miedo a la caza de brujas de Esperanza Aguirre y redujeron los medicamentos contra el dolor.

Los mensajes del consejero Lamelas contra el doctor Montes y su equipo -repetidos hasta la saciedad por el coro de presuntos calumniadores-  no pudieron ser más ruines y eficaces para sembrar de miseria moral y de dolor los hospitales de la Comunidad de Madrid y de otras comunidades gobernadas por la derecha y contagiadas por el furor religioso/fanático a favor del dolor y la mortificación poco cristiana de los enfermos terminales. Quien lo sufrió en su familia lo sabe muy bien y lo recordará a la hora de no votar a Esperanza Aguirre.

Una parte de la derecha norteamericana y practicamente toda la extrema derecha practican la misma táctica del calumnia que algo queda. Las carreteras comarcales  del Bible belt (el cinturón de la Biblia) de los Estados Unidos están cuajadas de carteles caseros difamatorios contra el presidente Barak Obama. Simplemete preguntan, una y mil veces:

¿Y el certificado de nacimiento?

No hace falta decir más. Ni menos. La extrema derecha corrió el falso rumor de que Obama no había nacido en territorio de los Estados Unidos y, por tanto, no podía ser legalmente presidente del país. El candidato conservador a la presidencia sí había nacido precisamente fuera de Estados Unidos: en Panamá.

Nada importa que Barak Obama hubiera nacido en Hawai, de madre norteamericana y padre keniata, ni que se hubiera publicado infinidad de veces su certificado oficial de nacimiento en toda la prensa… La extrema derecha, a sabiendas de que su mensaje era falso, insistía y sigue insistiendo con sus mentirosos cartelitos “goebbellianos“:

¿Y el certificado de nacimiento?

¿Quién dijo nazi? Mi confianza en la Justicia está bajo mínimos -y más en cuestión de calumnias, tal como están de desatados algunos colegas de la prensa- pero no pierdo la esperanza de que, alguna vez, resplandezca un poquito en el cerebro de algún juez justo -que haga honor a su profesión- para iluminar a tantos calumniadores que abusan de la libertad de expresión para convertirse en puros delincuentes. Nada desacredita más a la democracia (y a la prensa) que la injusticia que supone dejar impunes estos presuntos delitos.

Una vez vi, por casualidad, al presunto delincuente Miguel Angel Rodríguez vociferando con otros presuntos colegas en un programa de televisión llamado “La Noria”. El fondo y la forma de ese demencial programa me produjeron tanto asco y vergüenza ajena -por haber compartido la hermosa profesión del periodismo con algunos de ellos- que apagué la tele de inmediato y me puse a oir Radiolé para desintoxicarme.

Acabo de leer en El País un artículo del profesor Marc Carrillo muy esclarecedor sobre este asunto, que copio y pego a continuación y cuya lectura recomiendo:

Análisis

Calumniar no es libertad de expresión

MARC CARRILLO 06/04/2011 en El País

Según prescribe el artículo 205 del Código Penal, “es calumnia la imputación hecha con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad”. Resulta ser que en diversas tertulias televisivas, el que fuera portavoz del primer Gobierno de Aznar, Miguel Ángel Rodríguez, calificó al doctor Luis Montes, excoordinador de urgencias del hospital Severo Ochoa de Leganés, como un nazi. Según el citado Rodríguez, la argumentación para sostener un calificativo tan grave como ese fueron las sedaciones llevadas a cabo en el servicio coordinado por el doctor en pacientes terminales. En enero de 2008, la Audiencia Provincial de Madrid archivó la denuncia formulada por la Comunidad de Madrid contra 11 médicos de dicho hospital. A pesar de la decisión judicial, que no encontró mala praxis médica en la actuación del doctor Montes y sus colaboradores, el exportavoz calificó de nazi estos tratamientos paliativos, afirmando que “el que decide matar a alguien es un nazi”.

Los nazis fueron autores de uno de los mayores genocidios de la historia, contra el pueblo judío y otras minorías étnicas, contra militantes políticos comunistas, socialistas, anarquistas, republicanos españoles, etcétera, y todos aquellos que tenían el coraje de mostrarles la mínima oposición. Los nazis mataban sin escrúpulo tras la explotación esclavizada de sus víctimas; los nazis son los que de inmediato llevaban a las cámaras de gas a los que ya no servían para el trabajo en los campos de concentración; los nazis son los que experimentaban con seres humanos sometidos a su férula totalitaria en pro de la pureza de la raza aria. Ese el parámetro de comparación que el preclaro exportavoz ha utilizado para calificar la práctica humanitaria de los cuidados paliativos, llevada a cabo por el equipo de médicos coordinado por el doctor Montes. Una práctica que un tribunal de Madrid no juzgó contraria a la lex artis, es decir, a la buena práctica profesional, y que le llevó a archivar el caso. No obstante, aun siendo conocedor de la decisión del órgano judicial eximiendo de cualquier responsabilidad jurídica al médico y sus colaboradores, el tertuliano Rodríguez calificó de nazi al doctor Luis Montes. Es decir, con conocimiento de su falsedad (en sede judicial no se probó que el médico hubiese obrado incorrectamente), o, en todo caso, con temerario desprecio hacia la verdad, le imputó la condición de nazi; y, según sus propias palabras reproducidas por la prensa y que es preciso reiterar: “El que decide matar a alguien es un nazi”. Para este señor, procurar un tratamiento a un enfermo terminal que en lo posible le evite el dolor es matar. Esa imputación de delito, en las condiciones en las que las expresó el exportavoz, en el marco de un debate televisivo de amplia audiencia y tras conocer la decisión de archivo judicial de la causa iniciada por denuncia de la Comunidad de Madrid, no tiene otro nombre que la comisión de un delito de calumnias.

La libertad de expresión no puede en este caso servir para dar cobertura a su pedestre argumentación, según la cual la calificación de nazi es una descripción y no un insulto. Esa forma de enjuiciar y calificar una práctica médica que, por cierto, es reconocida como el derecho a vivir con dignidad el proceso de la muerte por algunos Estatutos de Autonomía (Cataluña, Andalucía, Castilla y León), no colabora precisamente al debate público en una sociedad abierta. Antes al contrario, es una espuria transgresión de la libertad de expresión.

Marc Carrillo es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Pompeu Fabra.

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