Javier Salvador
Director de Teleprensa
Hace un par de días vi en la tele las imágenes de una tormenta de arena. Una especie de barrera de una enorme altura que se cernía sobre Kuwait. El día se apagó de repente y los felices habitantes de las ciudades de uno de los estados petroleros más ricos de este mundo que conocemos, comenzaron a hablar del fin del mundo.
Y esa sensación de fin del mundo, de que todo se les viene abajo, es un poco la que ayer empezaron a padecer muchos, muchísimos, de los alegres seguidores de Javier Arenas, líder del PP en Andalucía, a quien su ex tesorero, Luis Bárcenas, le ha hecho la jugada del siglo metiéndole de cabeza en el caso Gürtel. El PSOE estaba deseando tener una herramienta para soltarle toda la mala baba contenida por el tema de los ERE, pero ni en sus mejores sueños pensaban que sería directamente con la que posiblemente pasará a la historia como la mayor trama de corrupción política que jamás se ha investigado judicialmente en la España democrática.
El tesorero al que obligaron a dimitir, al que el PP ha dejado de lado y marcado, ha tirado de la manta ante el juez, y lo primero que ha dicho es que todos esos contratos sospechosos se decidían en un comité en el que estaba Javier Arenas. Como en esos tiempos el líder conservador andaluz era el hombre fuerte del partido, el secretario general, le ha puesto al frente de las sospechas y no será de extrañar que el juez le llame para que se aclare su presunta implicación con los chicos de Correa, el bigotes y toda esa fauna que regalaban algo más que trajes a medida.
Pero sorprende que, por primera vez, el PSOE tire de genio y le pida a Javier Arenas lo mismo que él está pidiendo a la Junta en el caso de los ERE. Es decir, que se presente ante el juez, que aporte las actas de esas reuniones de dirección en las que se decidieron esos contratos y todas esas cosas que suponen probar de la medicina que lleva días recetando al ejecutivo andaluz.
Y esto traerá cola, porque ahora muchos empezarán a entender por qué Camps está vivito y coleando en el mundo de la política, cuando por mucho menos han dimitido políticos de todos los niveles. Vamos, que hubo uno que hasta murió políticamente por irse de cacería y coincidir con el juez Garzón justo cuando saltó el caso Gürtel. Y la explicación más lógica es que Camps no es el único al que salpica la trama, sólo tenía que esperar para decirles a los suyos eso de a ver quién es el bonico que deja la silla el primero.
No obstante, Javier Arenas no va a tener a su mayor enemigo en el PSOE, entre otras cosas porque son muy malos montando contraofensivas. Donde debe tener cuidado es en su propio partido y por dos cuestiones muy sencillas.
La primera es que en el PP existe un debate sucesorio tan fuerte como el abierto en el PSOE, pero los conservadores son más sibilinos y ordenados. Todos saben que Aguirre no se conforma con su situación actual, y son muchos los barones que la apoyan y que barajan la hipótesis de que al más mínimo desliz se caen las encuestas.
Independientemente del palo recibido por Arenas con su salida en los papeles de la Gürtel, el PP ha errado el tiro con el Caso Faisán e intentado el linchamiento público del Gobierno por las actas intervenidas a ETA, porque una vez más se han quedado solos en el hemiciclo parlamentario y su estrategia de utilizar a los medios que controlan no ha hecho más que despertar a los abstencionistas con el famoso grito de ¡que viene la derecha!
Se veía venir. Muy fácil lo tenían para no meter la pata por la borrachera de optimismo. A ver cómo lo hacen ahora, porque esto me recuerda a la implicación de ETA en el 11 M o las justificaciones por la Guerra de Irak, es decir que se ahogaron en su verdad, que precisamente era mentira e insostenible para el resto de los españoles.
Y esa sensación de fin del mundo, de que todo se les viene abajo, es un poco la que ayer empezaron a padecer muchos, muchísimos, de los alegres seguidores de Javier Arenas, líder del PP en Andalucía, a quien su ex tesorero, Luis Bárcenas, le ha hecho la jugada del siglo metiéndole de cabeza en el caso Gürtel. El PSOE estaba deseando tener una herramienta para soltarle toda la mala baba contenida por el tema de los ERE, pero ni en sus mejores sueños pensaban que sería directamente con la que posiblemente pasará a la historia como la mayor trama de corrupción política que jamás se ha investigado judicialmente en la España democrática.
El tesorero al que obligaron a dimitir, al que el PP ha dejado de lado y marcado, ha tirado de la manta ante el juez, y lo primero que ha dicho es que todos esos contratos sospechosos se decidían en un comité en el que estaba Javier Arenas. Como en esos tiempos el líder conservador andaluz era el hombre fuerte del partido, el secretario general, le ha puesto al frente de las sospechas y no será de extrañar que el juez le llame para que se aclare su presunta implicación con los chicos de Correa, el bigotes y toda esa fauna que regalaban algo más que trajes a medida.
Pero sorprende que, por primera vez, el PSOE tire de genio y le pida a Javier Arenas lo mismo que él está pidiendo a la Junta en el caso de los ERE. Es decir, que se presente ante el juez, que aporte las actas de esas reuniones de dirección en las que se decidieron esos contratos y todas esas cosas que suponen probar de la medicina que lleva días recetando al ejecutivo andaluz.
Y esto traerá cola, porque ahora muchos empezarán a entender por qué Camps está vivito y coleando en el mundo de la política, cuando por mucho menos han dimitido políticos de todos los niveles. Vamos, que hubo uno que hasta murió políticamente por irse de cacería y coincidir con el juez Garzón justo cuando saltó el caso Gürtel. Y la explicación más lógica es que Camps no es el único al que salpica la trama, sólo tenía que esperar para decirles a los suyos eso de a ver quién es el bonico que deja la silla el primero.
No obstante, Javier Arenas no va a tener a su mayor enemigo en el PSOE, entre otras cosas porque son muy malos montando contraofensivas. Donde debe tener cuidado es en su propio partido y por dos cuestiones muy sencillas.
La primera es que en el PP existe un debate sucesorio tan fuerte como el abierto en el PSOE, pero los conservadores son más sibilinos y ordenados. Todos saben que Aguirre no se conforma con su situación actual, y son muchos los barones que la apoyan y que barajan la hipótesis de que al más mínimo desliz se caen las encuestas.
Independientemente del palo recibido por Arenas con su salida en los papeles de la Gürtel, el PP ha errado el tiro con el Caso Faisán e intentado el linchamiento público del Gobierno por las actas intervenidas a ETA, porque una vez más se han quedado solos en el hemiciclo parlamentario y su estrategia de utilizar a los medios que controlan no ha hecho más que despertar a los abstencionistas con el famoso grito de ¡que viene la derecha!
Se veía venir. Muy fácil lo tenían para no meter la pata por la borrachera de optimismo. A ver cómo lo hacen ahora, porque esto me recuerda a la implicación de ETA en el 11 M o las justificaciones por la Guerra de Irak, es decir que se ahogaron en su verdad, que precisamente era mentira e insostenible para el resto de los españoles.
De momento Arenas ya tiene su propio tormento, y con los mismos efectos que una tormenta de arena. Todo se ha vuelto oscuro en cuestión de minutos.
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