Un edificio en el recuerdo

Juan Torrijos

Periodista

Para los que tenemos algunos años (nunca son demasiados aunque lo parecen) y las canas y las goteras se han convertido en el pan nuestro de cada día, los recuerdos se convierten en parte de la vida. En estos días nos llega la noticia de que al edificio de Correos lo quieren convertir en un centro cultural o algo parecido. Y mientras leo y aplaudo la noticia, como no puede ser menos, evoco el real y destrozado edificio del viejo Correos, aquel que conocimos los almerienses de los años sesenta. Y es en estos momentos cuando me pregunto: ¿por qué nadie pagó por el expolio cometido a nuestra cultura y nuestro paisaje urbanístico?

A lo largo de esa década y la siguiente vimos desaparecer otros edificios emblemáticos de la ciudad ante la pasividad, cuando no la colaboración, de los dirigentes municipales de entonces. Cierto es que otros consiguieron salvarse de la quema, caso del Círculo Mercantil, con un proyecto presentado en el ayuntamiento para su demolición. La maldita especulación de los setenta, junto a la nefasta gestión política de algunos alcaldes (no todos es verdad), se llevó por delante parte de nuestra historia que hoy sólo podemos recordar a través de las ya amarillas fotos de la época que de vez en cuando nos ofrece nuestro periódico.

Recuerdo aquella cabeza de león de bronce con la boca abierta, por donde los almerienses nos comunicábamos con familiares y amigos residentes en otros lugares. Los niños de aquellos teníamos la costumbre de gritar el nombre de la ciudad a la que iba la carta mientras la dejábamos caer por las fauces abiertas del encastrado león: ¡Pa Cuenca!
(La Voz de Almería)