José Fernández
Periodista
El Consejo de Gobierno de la Junta ha acordado inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico al Toro de Osborne que corona un cerro en Benahadux, decisión que celebramos por la simpatía que despierta el logotipo y la familiaridad con la que se ha incluido en el paisaje de nuestras vidas.
Ahora que, puestos a destacar y proteger estructuras históricas, creo que habría sido mucho más ajustado aplicar esta declaración al Puente de Rioja, vestigio vivo de tiempos de posta y carruaje, y que fue durante décadas el único puente de un solo sentido abierto al tráfico en España. Almería tuvo el raro privilegio de tener en su salida natural un puente en el que te tenías que parar para que pasaran los coches del otro lado.
Esta peculiaridad, que permitía al aburrido pasajero disfrutar del sequeral del Andarax y del perfume moteado de los naranjos cuajados, despierta sin duda nuestros recuerdos más líricos. ¡Así se nos hicieron tan cortos los diez años de retraso de la A-92! Pero habrá que ver si este reconocimiento del valor etnológico y paisajístico de la silueta del toro bodeguero no es más que el preludio de su decaimiento. El ejemplo más reciente de lo que digo lo tenemos en el Cortijo del Fraile, que desde que fue declarado BIC (Bien de Interés Cajero) lo hemos visto convertido en almacén de cajas para tomates, sin que la Junta haya hecho otra cosa que aplaudir y aprobar el hecho.
Así que no se preocupen. Si el entorno del toro es usado de escombrera o almacén, seguro que algún informe de la Junta valorará esa aportación por su proximidad al pop-art… aunque el resultado se aproxime al popó-art.
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