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La negociación, el pacto, el acuerdo, son elementos consustanciales de un régimen democrático. El sistema electoral español es enormemente pactista, y así lo vemos todos los días tanto en el Congreso de los Diputados como en numerosos ayuntamientos. Son muchas las voces que se pronuncian por un sistema electoral que configure gobiernos estables, pero, mientras la legislación electoral no se cambie, esto es lo que hay. La lista más votada de un municipio, si carece de mayoría absoluta, solamente podrá gobernar si no se forma otra mayoría alternativa. En ese caso, será investido alcalde quien reúna para sí una mayoría absoluta de votos, sea cual fuere el número de concejales de su candidatura.
En las primeras elecciones se puso de moda el “cambio de cromos”. Los partidos, al margen de los intereses de los municipios y de la voluntad de los concejales, distribuían alcaldías según sus intereses. A los concejales no les quedaba otra opción que aceptar órdenes so pena de verse represaliados. Con el tiempo, los acuerdos globales han perdido fuelle en favor de acuerdos locales –“puntuales”, dicen ellos-. Y es razonable. Cada pueblo tiene su singularidad y lo que puede ser un buen pacto para uno puede no serlo para otro. Ante esta nueva ventana de negociaciones que se abre, los electores lo único que pedimos es que se utilice como único criterio de decisión el interés del pueblo.
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