José Luis Sánchez Teruel
Secretario de Infraestructuras del PSOE
Cuando faltan menos de quince días para las elecciones municipales del 22 de mayo, debemos de ser conscientes del valor que tiene nuestro derecho a poder depositar un voto porque éste es justo el momento en el que podemos decidir qué personas queremos al frente de nuestro pueblo o ciudad.
Una vez abiertas las urnas y contados los votos, puede salir un resultado que te lleve a estar encantado durante cuatro años, porque tienes al frente del gobierno de tu municipio a las personas con cuyas ideas y proyectos te sientes más identificado o, por el contrario, puede ocurrir que tengas que aguantar cuatro años a unos gobernantes que no te gustan para dirigir los designios del lugar donde vives. Ésas son las reglas.
El resultado electoral depende de muy poco o de mucho, según se mire. En términos numéricos, únicamente un voto puede hacer que la alcaldía de un pueblo termine siendo dirigida por un partido o por otro; y únicamente un voto puede dar la posibilidad a un pacto entre varias fuerzas políticas para gobernar.
En mi pueblo ocurrió en una ocasión y no lo olvidará la gente en muchos años porque vivimos lo peor de nuestra historia democrática: el desgobierno. Cuando se supo el resultado ya no había solución. De nada sirvió lamentarse por no haber ido a votar o por haberlo hecho en blanco. Hubo que esperar cuatro años. ¡Cuánto valor el de un solo voto!
El primer voto de la mañana, el último de la tarde, el del joven, el que llega por correo, el que se emite en blanco y hasta el que no llega a producirse son votos importantes y tiene un gran valor a la hora de decidir el futuro inmediato de cualquier lugar.
Los votos en blanco o los que no llegan a producirse también son determinantes del resultado electoral ya que, consciente o inconscientemente, quienes no votan a ningún candidato en realidad dejan su confianza puesta en quienes depositan en las urnas sus papeletas, haciendo que éstos decidan por ellos y poniendo en sus manos el futuro de su pueblo o ciudad. ¿Realmente queremos que eso sea así?
Es tiempo de reflexión pero, sea lo que sea lo que cada cual decida, debemos ser todos conscientes de que, bien por acción (yendo a depositar la papeleta al colegio electoral), bien por omisión (dejando que otros decidan por uno), siempre se vota; porque lo que se haga o se deje de hacer tendrá, en cualquier caso, el valor temporal de un voto: cuatro años.
Una vez abiertas las urnas y contados los votos, puede salir un resultado que te lleve a estar encantado durante cuatro años, porque tienes al frente del gobierno de tu municipio a las personas con cuyas ideas y proyectos te sientes más identificado o, por el contrario, puede ocurrir que tengas que aguantar cuatro años a unos gobernantes que no te gustan para dirigir los designios del lugar donde vives. Ésas son las reglas.
El resultado electoral depende de muy poco o de mucho, según se mire. En términos numéricos, únicamente un voto puede hacer que la alcaldía de un pueblo termine siendo dirigida por un partido o por otro; y únicamente un voto puede dar la posibilidad a un pacto entre varias fuerzas políticas para gobernar.
En mi pueblo ocurrió en una ocasión y no lo olvidará la gente en muchos años porque vivimos lo peor de nuestra historia democrática: el desgobierno. Cuando se supo el resultado ya no había solución. De nada sirvió lamentarse por no haber ido a votar o por haberlo hecho en blanco. Hubo que esperar cuatro años. ¡Cuánto valor el de un solo voto!
El primer voto de la mañana, el último de la tarde, el del joven, el que llega por correo, el que se emite en blanco y hasta el que no llega a producirse son votos importantes y tiene un gran valor a la hora de decidir el futuro inmediato de cualquier lugar.
Los votos en blanco o los que no llegan a producirse también son determinantes del resultado electoral ya que, consciente o inconscientemente, quienes no votan a ningún candidato en realidad dejan su confianza puesta en quienes depositan en las urnas sus papeletas, haciendo que éstos decidan por ellos y poniendo en sus manos el futuro de su pueblo o ciudad. ¿Realmente queremos que eso sea así?
Es tiempo de reflexión pero, sea lo que sea lo que cada cual decida, debemos ser todos conscientes de que, bien por acción (yendo a depositar la papeleta al colegio electoral), bien por omisión (dejando que otros decidan por uno), siempre se vota; porque lo que se haga o se deje de hacer tendrá, en cualquier caso, el valor temporal de un voto: cuatro años.
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