Javier Salvador
Director de Teleprensa
Hay un dirigente de un partido político que hace unos días dijo algo así como que van a gobernar en Madrid, en Andalucía y en Almería, y que si no gobiernan en ese pueblo, que se olviden luego de pedir dinero.
Ese mitin ha corrido como la espuma entre los vecinos y hasta los más adeptos seguidores de esas siglas dejan claro en las calles y barras de bares, porque Mojácar es el pueblo de la charla, de la tertulia, que ni por asomo acudirán a las urnas el 22 de Mayo para apoyar a quien es capaz de llegar con amenazas y prepotencia desde el primer día.
Si quieren saber quién dijo esas célebres palabra que harán historia en la política provincial, que se mojen los partidos, que salgan y denuncien ese tipo de atropellos, pero no pienso ser yo quien le dé el más mínimo espacio de promoción gratuita a semejante garrulo político.
Pero anécdotas aparte, lo de Mojácar es bueno conocerlo, porque de alguna manera es una especie de termómetro político. Casi podemos decir que fueron ellos quienes inventaron los partidos locales, y han llegado a tener el triste récord de tener el mayor número de formaciones distintas luchando por un censo de apenas 4.000 votos.
Pero también es en Mojácar donde se producen las primeras variaciones serias, los cambios bruscos. Por ejemplo, en los anteriores comicios el PSOE se quedó sin nada, y el PP llegó al gobierno con una candidata que venía de la izquierda catalana, que luego pasó por el PSOE y ahora resulta que es más derechas que el que la inventó. Y sí, ha gobernado en coalición, con las manos atadas en los últimos meses por una crisis de gobierno que la dejó en minoría, pero también tiene el triste récord de ser la primera alcaldesa que ha conseguido que nazca un partido político, Mojácar se mueve, cuya primera promesa es que “nunca en la vida, jamás de los jamases” pactarían con ella para formar un gobierno.
La acusan, ella se llama Rosa María Cano, de “dictatorial gestión, nula visión de futuro e incapacidad de trabajar en equipo” y para rematar la faena dejan una puerta abierta para cuando ella no esté, pero condiciona a que el PP se torne en “un partido abierto, joven” y lo que es más importante “honrado”. Sólo a partir de ahí se verían las posibilidades. Y para que todos lo vean y entiendan han inundado el pueblo de octavillas con ese mensaje.
El clima de odio es tal que en las sedes provinciales hacen números, porque Mojácar juega un papel importante en esto de las elecciones municipales, ya que el PSOE ganó un diputado por apenas doscientos votos en el levante, algo que el PP cree que puede remontar, pero las bajadas que se esperan en Vera y Garrucha ya lo ponían en duda, aunque el desplome que se le vaticina en Mojácar, le puede dar un empujón hacia esa otra realidad, aquello de “lo que la verdad esconde”. Quizás será que Mojácar pilla más cerca de Valencia que Almería capital. Pero bueno, por algo será.
Y quién va a gobernar en Mojácar. Los vientos soplan, por ahora, en la dirección de un empresario de mediana edad, conocido y querido por sus vecinos, admirado por la colonia inglesa y que sube como la espuma en la intención de voto. El fenómeno de Unión Mojaquera es de tal calibre que hasta en los pueblos de alrededor miran a sus vecinos, donde un tal Diego García ha sido capaz de reunir a casi el 20% de la población en un mitin de presentación, y el tipo va y dice que prometer promete pocas cosas, justo las que ve que puede cumplir. Que no quiere el sueldo de alcalde, porque sostiene que él ya trabaja para ganarse la vida, y para rematar la faena anuncia en su primer mitin que si gana las elecciones y no cumple con su lista de diez compromisos básicos, resumidos todos ellos en una puesta al día de una Mojácar centrada en el turismo, no se presenta en las siguientes elecciones. Es decir, un político que no es político porque se presenta sin apego al sillón.
Claro, conciso y contundente, este aglutinador de micropartidos concurre a los comicios con un eslogan de lo más complicado “Unidos podemos” y por si no lo entienden además lo escribe en inglés “Together we can”.
Pase lo que pase, lo que está claro es que en Mojácar se va a liar por el mero hecho de que tienen una cosa muy clara, quieren a un alcalde o alcaldesa que les guste a ellos, y no que les imponga un candidato que no aceptan. Y eso tiene mucho de madurez política.
Si quieren saber quién dijo esas célebres palabra que harán historia en la política provincial, que se mojen los partidos, que salgan y denuncien ese tipo de atropellos, pero no pienso ser yo quien le dé el más mínimo espacio de promoción gratuita a semejante garrulo político.
Pero anécdotas aparte, lo de Mojácar es bueno conocerlo, porque de alguna manera es una especie de termómetro político. Casi podemos decir que fueron ellos quienes inventaron los partidos locales, y han llegado a tener el triste récord de tener el mayor número de formaciones distintas luchando por un censo de apenas 4.000 votos.
Pero también es en Mojácar donde se producen las primeras variaciones serias, los cambios bruscos. Por ejemplo, en los anteriores comicios el PSOE se quedó sin nada, y el PP llegó al gobierno con una candidata que venía de la izquierda catalana, que luego pasó por el PSOE y ahora resulta que es más derechas que el que la inventó. Y sí, ha gobernado en coalición, con las manos atadas en los últimos meses por una crisis de gobierno que la dejó en minoría, pero también tiene el triste récord de ser la primera alcaldesa que ha conseguido que nazca un partido político, Mojácar se mueve, cuya primera promesa es que “nunca en la vida, jamás de los jamases” pactarían con ella para formar un gobierno.
La acusan, ella se llama Rosa María Cano, de “dictatorial gestión, nula visión de futuro e incapacidad de trabajar en equipo” y para rematar la faena dejan una puerta abierta para cuando ella no esté, pero condiciona a que el PP se torne en “un partido abierto, joven” y lo que es más importante “honrado”. Sólo a partir de ahí se verían las posibilidades. Y para que todos lo vean y entiendan han inundado el pueblo de octavillas con ese mensaje.
El clima de odio es tal que en las sedes provinciales hacen números, porque Mojácar juega un papel importante en esto de las elecciones municipales, ya que el PSOE ganó un diputado por apenas doscientos votos en el levante, algo que el PP cree que puede remontar, pero las bajadas que se esperan en Vera y Garrucha ya lo ponían en duda, aunque el desplome que se le vaticina en Mojácar, le puede dar un empujón hacia esa otra realidad, aquello de “lo que la verdad esconde”. Quizás será que Mojácar pilla más cerca de Valencia que Almería capital. Pero bueno, por algo será.
Y quién va a gobernar en Mojácar. Los vientos soplan, por ahora, en la dirección de un empresario de mediana edad, conocido y querido por sus vecinos, admirado por la colonia inglesa y que sube como la espuma en la intención de voto. El fenómeno de Unión Mojaquera es de tal calibre que hasta en los pueblos de alrededor miran a sus vecinos, donde un tal Diego García ha sido capaz de reunir a casi el 20% de la población en un mitin de presentación, y el tipo va y dice que prometer promete pocas cosas, justo las que ve que puede cumplir. Que no quiere el sueldo de alcalde, porque sostiene que él ya trabaja para ganarse la vida, y para rematar la faena anuncia en su primer mitin que si gana las elecciones y no cumple con su lista de diez compromisos básicos, resumidos todos ellos en una puesta al día de una Mojácar centrada en el turismo, no se presenta en las siguientes elecciones. Es decir, un político que no es político porque se presenta sin apego al sillón.
Claro, conciso y contundente, este aglutinador de micropartidos concurre a los comicios con un eslogan de lo más complicado “Unidos podemos” y por si no lo entienden además lo escribe en inglés “Together we can”.
Pase lo que pase, lo que está claro es que en Mojácar se va a liar por el mero hecho de que tienen una cosa muy clara, quieren a un alcalde o alcaldesa que les guste a ellos, y no que les imponga un candidato que no aceptan. Y eso tiene mucho de madurez política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario