Entre el granito y las pencas

Laura Rodríguez-Carretero
Candidata de UPyD a la alcaldía de Almería

El urbanismo de la ciudad de Almería se debate entre el “Granito”, representado por obras megalómanas de las que hablan los medios de comunicación y son debate de tertulias sesudas, y las “Pencas”, aceras destrozadas, falta de mantenimiento, escombreras en el centro de la ciudad, solares enyerbados y con basura, y ya por último, una playa indigna del siglo XXI.

Hasta donde me alcanza la memoria, desde pequeña podría relatar los hitos más significativos que han ido modelando el urbanismo de esta ciudad, que desde los años 70, se ha ido transformando, pasando de ser una fértil vega a una urbe digna del segundo milenio. La creación de la Avda. Carrero Blanco (luego llamada Avda. del Mediterráneo), el encauzamiento, soterramiento y trazado de todas las ramblas que dividían la capital (La Rambla, actual Avda. Federíco García Lorca, Rambla Amatisteros, Rambla Belén), prolongación de la Avda. del Mediterráneo hasta Torrecardenas, conexión por autovía con el aeropuerto y últimamente urbanización de la Vega de Acá.

A golpe de burbuja inmobiliaria y épocas de bonanza, nuestra ciudad ha ido creciendo sin orden ni estilo y con poco acierto en el concierto de las actuaciones plasmadas en los pasados PGOU. Han primado los intereses de grandes promotores antes que el criterio que debe suponerse a los gestores públicos, cuya obligación sería anticiparse, en lustros, a las demandas de infraestructuras y servicios que una ciudad del primer mundo exige para sus ciudadanos. Aún recuerdo cuando se construyó el centro comercial Pryca y se nos decía que toda la extensión, desde la vía férrea hasta el río, se convertiría en una gran zona verde.

Cuando paseo por barrios que en los años 80 eran solares, donde crecían todo tipo de plantas silvestres, chumberas, cañizos y matojos (calle del Perú, zonas de Nueva Andalucía, La Loma, Los Molinos) pienso en el cambio que se ha producido, aunque echo en falta más parques y jardines. Realmente se han olvidado, en los distintos PGOU, de convertir Almería en una ciudad digna de ser paseada, sobre todo en estos barrios, los últimos en ser urbanizados.

Cuando descubrí el solar que se sitúa en la zona norte de Los Molinos o cuando recientemente visité la zona alta del Quemadero y la Fuentecica, volví de nuevo a revivir esos años en que se empezaban a trazar las líneas maestras de la ciudad y comprobar con tristeza como aún hoy, a pesar de estar en el Siglo XXI, siguen sin aplicarse las normas urbanísticas más elementales.

Es cierto que el centro ha mejorado su aspecto, todo brillante, de sólido granito, con aceras amplias y todo tipo de mobiliario urbano, pero ¿a qué precio? Mucho me temo que el precio lo han pagado los ciudadanos que viven y sufren en barrios dignos de los años 70, o se han de bañar en una playa en la que vierten, en pleno siglo XXI, las aguas fecales de trece desagües de la ciudad. Barrios donde las pencas crecen libremente, los matojos silvestres son dueños del espacio y aunque me encantan las chumberas, a las que considero un símbolo de nuestra tierra, no tengo más remedio que indignarme profundamente cuando las veo crecer a escasos metros de viviendas, guarderías, restaurantes y ciudadanos que pagan sus impuestos y que se conformarían con que se les arreglase el vertedero o se ensancharan sus aceras, aunque no sean de granito.

Efectivamente, nuestro ayuntamiento se atribuye el mérito de haber construido una Almería de granito, ignorando el esfuerzo aportado por sus contribuyentes, y se olvida de las condiciones en que viven muchos de ellos, en una Almería de pencas.

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