Javier Salvador
Director de Teleprensa
Hace semanas que vengo escuchando eso de que las cifras del paro son mentira, pero lo dicen tanto los de derechas como los de izquierdas. Nadie se cree que un país con cinco millones de parados, según el PP, o cuatro millones doscientos mil y bajando, según el PSOE, se marche de vacaciones en Semana Santa o abarrote chiringuitos y terrazas los fines de semana. Es decir, que la presión en la calle debía ser de tal calibre que aquel que tenga un trabajo debería ir escondido, de esquina a esquina, no sea que alguien se lo quite.
Pero frente a esa situación hay otra que me llama especialmente la atención. Los hay que dicen que desde los ayuntamientos se puede crear empleo y los hay que cuentan que no. Pero el colmo de los colmos es que en un mismo partido la versión es distinta dependiendo de si se está en el gobierno o en la oposición.
Por ejemplo, el sábado la candidata del PP a la alcaldía de Logroño exponía las razones por las que cree que sí se puede crear empleo desde los consistorios. De hecho las piezas claves de su programa son políticas para generar puestos de trabajo. La candidata se llama Cuca Gamarra y lo tiene claro, pero me preocupa que con esto de internet, el Facebook y los teléfonos móviles no se le ocurriese contarle algunos de sus secretos a los alcaldes de su mismo partido en otras provincias, porque esos otros dicen que no, que lo del paro y la creación de puestos de trabajo es cosa de Zapatero.
Yo estoy con Cuca Gamarra, creo que las cosas se arreglan desde abajo y que los pilares de la reactivación están en las ciudades, en los pueblos, pero en los casos que yo conozco directamente el paro no se ve como un problema a solucionar, sino como una ventaja electoral.
Tenemos, por ejemplo, el caso de Almería capital, donde lo que se dice crear empleo no se ha generado mucho. Bueno, realmente puede que sí, y en el sector de la banca, porque este ayuntamiento tiene el dinero a plazo fijo para que le rente un 2% mientras el 20% de sus vecinos están supuestamente en el paro.
Yo estoy con Cuca Gamarra, creo que las cosas se arreglan desde abajo y que los pilares de la reactivación están en las ciudades, en los pueblos, pero en los casos que yo conozco directamente el paro no se ve como un problema a solucionar, sino como una ventaja electoral.
Tenemos, por ejemplo, el caso de Almería capital, donde lo que se dice crear empleo no se ha generado mucho. Bueno, realmente puede que sí, y en el sector de la banca, porque este ayuntamiento tiene el dinero a plazo fijo para que le rente un 2% mientras el 20% de sus vecinos están supuestamente en el paro.
También tenemos a Roquetas de Mar, el que hasta ahora se ponía como pueblo modelo y rico como ninguno, pero al final nada de nada, porque cuando llegó la crisis fue el primero que se vino abajo.
Hace unos días escuchaba a Pepiño Blanco cuando, con absoluta razón, decía aquello de que no hace tanto que Valencia, Murcia o Madrid, decían que sus políticas de empleo eran ejemplares y que en sus territorios todo el mundo trabajaba, pero ahora que el ladrillo se ha convertido en un arma arrojadiza y no en fuente de riqueza, sus políticas de empleo parece que hacen aguas y la culpa vuelve a ser de Zapatero, a quien a este paso lo veo más buscado que Bin Laden por crímenes contra el sistema de empleo español.
Lo que realmente no soporto es que los alcaldes y candidatos nos tomen el pelo, y en esta campaña se están pasando tres pueblos. Aún no entiendo lo que tiene que ver Bildu con el proceso electoral en Madrid o Andalucía, que hablen de desempleo o de paro, como quieran llamarlo, cuando han tenido cuatro años y dinero de sobra -de ahí viene parte de nuestra deuda- para poder reactivar empresas, sectores y hacer de sus ciudades lugares un poco más competitivos, pero en vez de modernizar polígonos industriales, generar centros logísticos o aglutinar esas inversiones para crear atractivos turísticos, decidieron levantar calles y asfaltarlas para hacerse bonitos catálogos diciendo eso de que me gusta mi ciudad.
Pues bien, a mí también me gusta mi ciudad, pero sobre todo los alcaldes que dicen la verdad y, cuando menos, aquellos que no la esconden. Un día de estos les cuento una de notarios y de compromisos públicos, que nos vamos a descojonar.
Hace unos días escuchaba a Pepiño Blanco cuando, con absoluta razón, decía aquello de que no hace tanto que Valencia, Murcia o Madrid, decían que sus políticas de empleo eran ejemplares y que en sus territorios todo el mundo trabajaba, pero ahora que el ladrillo se ha convertido en un arma arrojadiza y no en fuente de riqueza, sus políticas de empleo parece que hacen aguas y la culpa vuelve a ser de Zapatero, a quien a este paso lo veo más buscado que Bin Laden por crímenes contra el sistema de empleo español.
Pues bien, a mí también me gusta mi ciudad, pero sobre todo los alcaldes que dicen la verdad y, cuando menos, aquellos que no la esconden. Un día de estos les cuento una de notarios y de compromisos públicos, que nos vamos a descojonar.
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