Luis López Jiménez
Exdelegado de Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía
Llegó el tsunami y lo arrasó todo. Sólo algunos islotes sueltos, que han podido mantenerse por encima del clima enrarecido creado por una dirección obnubilada por su obsesión de poder y desconectada de forma intencionada y contumaz de sus bases orgánicas y sociales, han logrado aguantar airosos la gran sacudida.
Estoy hablando, única y exclusivamente, de Almería, de la provincia en la que el desastre ha sido mayor y más contundente, debido a que los diques ya se habían prácticamente desmoronado por sucesivas y pertinazmente desatendidas sacudidas de aviso, cuyos efectos desmoralizadores no se han sabido, ni querido, reparar a tiempo. La inconsciencia de quienes todo lo han fiado al albur de la fidelidad de un electorado que nos venía demostrando ser más consciente y coherente ideológicamente de lo que merecían quienes, siendo responsables de ello, no han sido capaces de canalizar y defender sus inquietudes ni dar respuesta adecuada a sus problemas; esa inconsciencia, digo, ha dado lugar a que el mayor y mejor capital humano del PSOE en Almería, los compañeros y compañeras de las agrupaciones locales, hayan tenido que dar la cara por ellos mismos y por sus dirigentes, en la mayor y absoluta soledad y abandono ideológico y estratégico, teniendo que soportar ellos solos, pese a una bagaje de gestión magnífico, el correctivo, directo y categórico, de un electorado hastiado de tanta desidia.
Dirigentes sin peso social ni capacidad de dirección
Y no sólo se han encontrado solos y desatendidos en su gestión previa y en la campaña electoral, sino que han tenido que afrontar ellos solos también las consecuencias y la explicación del barquinazo del PSOE en Almería, ante una cúpula, minúscula pero bien agarrada, que sólo ha atinado, como siempre, a echar balones fuera, como si el correctivo no tuviera nada que ver con ellos. Lo diré de una vez y antes de seguir: unos dirigentes sin peso social ni capacidad de dirección, desconectados totalmente de las bases y solo atentos a la propia supervivencia y a mantener a costa de lo que sea las posibilidades de ampliar los horizontes de su ambición, si tienen un mínimo de dignidad y pundonor deben dimitir ya, deben de dar paso a quienes representen nuevas y distintas formas de pensar, hacer y comportarse, que sean capaces de ilusionar y dinamizar a la militancia y al electorado. Háganlo y se irán con un mínimo de honorabilidad y con el agradecimiento de militantes y simpatizantes por los servicios prestados y por su generosidad en el relevo.
Pero, además de lamentarnos y de repartirnos la cuota de responsabilidad que nos corresponde a cada uno, ¿qué hemos de hacer –y cuanto antes- para reparar el daño y comenzar a recuperar la ilusión de los militantes y la confianza de los almerienses?
Para mí es urgente e imprescindible iniciar un proceso de revisión interna y, a partir de ella, un replanteamiento programático y estratégico de nuestra acción política; de los contenidos y métodos de nuestro quehacer, mirando siempre, desde nuestro bagaje ideológico, por responder a las expectativas y necesidades de los almerienses.
Regeneración
Si no una “refundación”, sí hemos de iniciar (cuanto antes y de forma rigurosa, si no queremos llegar hasta el fondo del abismo) el proceso de una profunda regeneración del PSOE en Almería con los objetivos que antes señalo. Evidentemente ello ha de conllevar la sustitución de quienes han de dirigir el proceso. En modo alguno pueden hacerlo quienes, con más o menos responsabilidad –evidente en unos pocos-, simbolizan personalmente lo que el electorado ha rechazado. No hacerlo o hacer lo contrario nos llevará irremediablemente al suicidio. Y no creo que la militancia esté dispuesta a ello. Desde luego que si nos limitamos a poner en marcha un proceso que únicamente contemple un cambio de personas, nos estaríamos equivocando de nuevo, profundizando aún más en las causas del desastre, en la línea de destruir un partido más que centenario, el más identificado sociológicamente con las aspiraciones ciudadanas y provocando que una situación como la actual, que debe ser coyuntural, se convierta en endémica, ahondando hasta lo insoportable en un “suelo” electoral que se demostraría inalcanzado.
En cuanto a la -a mi entender, imprescindible- primera parte de revisión interna, me resulta chocante que, cada vez que se plantea, salen a la palestra supuestos augures doctrinales, de dentro o de fuera de la organización, que proclaman la futilidad de la misma y el perjuicio que su abordaje puede causar a nuestras posibilidades electorales, por cuanto, según ellos, a la ciudadanía no le importan nuestros debates y “luchas fratricidas” internos, sino sólo los planteamientos de solución de sus problemas concretos. Cada vez que oigo o leo esto no tengo más remedio que concluir que se pretenden evitar, más o menos desinteresadamente, de forma directa o inducida, que cambie nada para así mantener, a costa de lo que sea, la miserable y cicatera cuota de poder de alguien. Porque para mí es más que evidente que lo que somos y hacemos en nuestro interior está directa e indisolublemente relacionado con lo que somos capaces de hacer en nuestra acción política, en la gestión de los intereses de los ciudadanos. ¿Cómo vamos a ser capaces de ilusionar y movilizar al electorado si, de forma intencionada, mantenemos una militancia desilusionada y sin motivación? ¿Cómo podemos predicar un ejercicio democrático de los derechos y practicarlo en la gestión de las instituciones si no lo vivimos en nuestro funcionamiento interno? ¿Cómo nos atreveremos a reivindicarnos honrados en la acción política y pedírsela a la ciudadanía en el ejercicio de sus derechos y deberes, si no nos comportamos honestamente en el funcionamiento de nuestra organización interna? … Dicho más llanamente y a lo bruto, ¿cómo vamos a predicar y pedir limpieza fuera de nuestra casa si dentro de ella somos unos marranos?
Por tanto, asumido que hemos de iniciar este proceso, en esa doble vertiente, hemos de plantearnos cómo hacerlo y cuáles han de ser su contenido y objetivos.
Participación libre y democrática de la militancia
El cómo ha de suponer indefectiblemente la participación libre y democrática de la militancia y que ésta transmita, además, lo que los afines y simpatizantes piensan. Ello conlleva el protagonismo de unas bases ahora adormecidas y desactivadas intencionadamente por quienes sólo han perseguido el apoyo orgánico a sus apetencias de poder. Unas bases que, implantadas en todos y cada uno de los municipios almerienses, son las únicas conectadas directamente con la ciudadanía y, por tanto, quienes mejor pueden transmitir lo que ésta demanda; bases de cuyo ámbito hay que descartar a quienes se han “arrimado” con el único objetivo de conseguir cargos o prebendas.
Hay que contar, imprescindible e inexcusablemente, en la gestión y desarrollo de este proceso, con los compañeros y compañeras alcaldes y concejales, el principal capital político del PSOE almeriense y, por cierto, los únicos legitimados directa y personalmente por el electorado, lo que, junto con su posición en la primera y más cercana línea de la gestión pública, supone un caudal inestimable y por ello indescartable de una experiencia valiosísima para determinar el camino a seguir.
Un proceso de revisión ideológica y programática, y de renovación, protagonizado por las bases y los cargos electos, desde luego sin condiciones previas sobre cuotas de poder o de supuestas influencias en grupos internos de presión, que para mí han sido siempre espúreos y sin legitimación alguna. De ninguna manera podemos seguir consintiendo que las decisiones se adopten en base al contento de las ambiciones o supuestas influencias territoriales, con un encaje de bolillos que lo único que consigue es que se mantengan en el machito los planteamientos y estrategias de poder de siempre los mismos, quienes, de esta forma, al final pervierten el sistema convirtiendo en esencial lo que necesariamente ha de ser accesorio y… nos llevan al final adonde hemos llegado.
Principios básicos
Y ahora, lo esencial, la sustancia, lo importante del proceso: en qué ha de estar basado, cuáles han de ser sus premisas o principios básicos.
Para determinar cuáles deben ser, según mi entender (y no pretendo dar lecciones a nadie, sólo expresar lo que pienso), creo que hay que atender desde luego al clamor de tantos “indignados” que en estos días se ha expresado pública y clamorosamente, con toda razón y fundamento; a los que, por cierto, la derecha viene despreciando con toda suerte de apelativos denigratorios.
Considero que, de esta forma que nadie esperaba pero que la mayoría venía presintiendo (era inexplicable que tanto descontento y por tantas cosas no terminara por expresarse), la sociedad en general y los jóvenes en particular están lanzando mensajes llenos de autenticidad y de deseos de que la política sea un ejercicio limpio, responsable y consecuente en la práctica con el principio formal de la soberanía popular. En base a ello expongo tres principios básicos en los que hemos fallado (le hemos fallado al electorado), que han de ser la base de nuestro proceso de revisión y regeneración. Expongo los fallos y cada cual deducirá en dicho proceso cómo se han de subsanar. Ruego que se me perdone la generalización subjetiva; afortunadamente, sólo a unos pocos podrían achacárseles determinadas conductas que ahora critico, pero, por desgracia para todos, la gente las generaliza, salpicando a toda la organización y a la totalidad de sus integrantes; además de que hasta ahora no hemos sido capaces de enmendar entre todos la situación por los cauces estatutarios.
Desterrar la compra de voluntades
Hemos fallado en la esencia del sistema del que los partidos políticos son un pilar básico, en DEMOCRACIA (“Democracia real, ya”, se nos exige). Si no partimos de un comportamiento democrático interno, como antes digo, difícilmente vamos a ejercer democráticamente nuestras responsabilidades públicas: “Predicar y dar trigo”, por tanto. Hemos de desterrar de una vez por todas prácticas como la compra de voluntades mediante promesas de cargos y prebendas para imponer criterios en nuestras asambleas y congresos; o aliarnos con elementos externos, influyentes pero corruptos, para lo mismo. Quien practica esto, seguro que lo practicará también en el desempeño de un cargo público. ¿Qué respeto vamos a esperar parala Justicia , si nosotros tratamos de sortear sus exigencias o no la respetamos cuando no nos interesa? ¿Quién va a creer que respetamos el principio de igualdad, el de aplicación del mérito y la capacidad a la hora de tratar a los que soportan nuestra gestión pública o de elegir y designar a quienes tienen que realizar alguna tarea, si en nuestro funcionamiento interno y en el desempeño de un cargo público nos lo estamos pasando por el forro? Y así podríamos ir dando un repaso al Título Preliminar, al I y II de nuestra Constitución que muchos hemos jurado o prometido guardar y hacer guardar, y ver en qué hemos fallado ¿Cómo se van a fiar de nosotros si no cumplimos con lo que predicamos y, lo que es peor, hemos jurado solemnemente? Si nuestros congresos, nuestras asambleas son (o las convertimos en) una farsa, en un remedo burdo e indigno de democracia, en la que impera la manipulación de los intereses de unos pocos y el desinterés, provocado intencionadamente, de la mayoría, ¿cómo nos van a creer los ciudadanos y no nos van a exigir clamorosamente que de verdad nos comportemos democráticamente? ¿Y cómo no nos van a mandar a freír espárragos?
Hemos fallado en la seña esencial de nuestro comportamiento, enla HONRADEZ (“No hay pan para tanto chorizo”, nos imprecan. Y cómo me duele; y cómo debería dolerle a quienes, mereciéndoselo, no se dan por enterados). En política no vale, no puede valer, todo. Pues mira por dónde hemos sido capaces (han sido capaces unos cuantos que se han arrogado la legitimidad de jugar, como si de un juguete de su única y exclusiva propiedad se tratara, con algo tan fundamental) de implantar el principio contrario. Nos hemos aliado con quien fuera con tal de alcanzar el poder en las instituciones locales y provinciales, aunque dichas alianzas supusieran cargas éticas cuestionables o nos corresponsabilizaran, a sabiendas, en comportamientos presuntamente punibles; hemos dilapidado los recursos de las instituciones en perjuicio del interés público, sin escrúpulo alguno, utilizándolos en intereses particulares o plagándolas de asesores y paniaguados o para sufragar campañas de promoción de proyectos exclusivamente personalistas o para conseguir metas personales. Nos hemos buscado empresarios sin escrúpulos para financiar nuestros manejos, a cambio de concesiones más que cuestionables. ¿Para qué seguir desgranando miserias?
No todo vale en política, claro que no. No vale, sobre todo, en el comportamiento de la gestión de las instituciones. No vale tampoco en el enfrentamiento electoral con los adversarios. Utilizar la infamia, la mentira o la tergiversación de la verdad para desbancar de las instituciones al adversario político que, por decisión democrática, desempeña su responsabilidad; o, también, utilizar el cargo institucional al que se ha llegado por decisión democrática para satisfacer el interés particular o partidista, lleva al descrédito generalizado de unas instituciones que han de estar por encima de las personas y de las coyunturas temporales.
100 años de honradez
¿Cómo no nos van a llamar chorizos? ¿Cómo nos van a respetar, a fiarse de nosotros? ¿Seríamos capaces ahora de repetir el que fue el lema del centenario de la fundación del PSOE, nuestro partido : “100 años de honradez”? Si no nos atrevemos, malo; algo va mal.
Para ser honestos está claro que debemos pensar lo que decimos, decir lo que pensamos y, sobre todo, hacer lo que decimos; es decir, ser consecuentes. Y, por supuesto, ser leales a nuestra propia conciencia, de forma que, ante un conflicto de intereses, seamos capaces de marcharnos a casa y dejar paso a otros. Eso nos hará recuperar la credibilidad perdida, que los ciudadanos se fíen de nosotros.
Hemos fallado, por último, en otra de nuestras señas de identidad, EL COMPROMISO SOCIAL. Los hijos del camionero, del vendedor ambulante, del agricultor, del pequeño industrial y comerciante, del jornalero, del obrero, del funcionario, del maestro,… del “ama de casa”( profesión “sus labores”), de quienes se privaron de tanto para que lo tuviéramos todo, nos hemos revuelto contra ellos; o, aunque no haya sido así, aunque haya habido que tomar decisiones para asegurar el futuro, así lo han percibido, porque, entre otras cosas, no hemos sido capaces de dar ejemplo con nuestro sacrificio al exigírselo a ellos. Hemos dejado de lado el principio de austeridad que nos inculcaron. Nos hemos dejado encandilar con los oropeles del cargo, con la solemnidad del poder y nos hemos convertido en “clase política”, es decir, nos hemos desclasado. Hemos perdido la conexión y nos hemos creído por encima de quienes nos han elegido. Por eso ellos se han sentido desconectados y nos han repudiado, ¿qué creíamos? Y, lo que es peor, hemos llevado al descrédito a las instituciones.
Todo esto son pamplinas, se puede argüir: Nuestros adversarios son peores, ellos han desechado estos principios desde siempre y, mira, nos han ganado. Nosotros lo hemos hecho mejor en la gestión pública, hemos tomado medidas para proteger a quienes pasan más dificultades, ellos han hecho lo contrario y, sin embargo, nos han ganado las elecciones.
También hemos fracaso en Almería en situaciones de bonanza
El argumento no me vale sino que reafirma mi consideración de que éstas han sido las causas de nuestro fracaso. Claro que la situación de crisis económica y su efecto más pernicioso, el desempleo, nos ha pasado factura; claro que muchos ciudadanos le han dado una bofetada al gobierno en la cara de las corporaciones locales. Eso ha pasado en otros sitios del mundo y aquí también en otras ocasiones similares. Pero de ahí a que esa sea la única explicación del descalabro, y menos en Almería, va un trecho muy largo. Las causas son mucho más profundas y se vienen gestando desde mucho antes. ¿O es que en Almería no hemos fracasado también en situaciones de bonanza?
En modo alguno nos puede valer como excusa que los demás son peores o lo hacen peor y, sin embargo, han ganado. A nosotros no nos ha ganado el PP: nos han barrido los ciudadanos. Nosotros hemos adoptado como señas de identidad (“133 años de honradez”) esos tres principios en los que digo que hemos fallado; nosotros nos hemos ufanado de siempre de practicar una política “de izquierdas”. La derecha no ha tenido esos problemas de identidad. Por eso, el ciudadano, si percibe (aunque sea erróneamente por nuestra falta de claridad) una deriva hacia la derecha de nuestra política, acompañada por una crisis de identidad nuestra, prefiere a la derecha que no tienen empacho ni crisis de identidad alguna, pasando de los más que evidentes casos de corrupción que le afectan.
Por eso, no todo es gestión. Siendo lo más importante que los ciudadanos nos han encomendado, no es lo único que los satisface ni lo que espera de nosotros. El ciudadano al que se le imponen sacrificios no tiene por qué responder con el rechazo, si se le explica, asume las causas y consecuencias y, sobre todo, si se le da ejemplo. Yo tengo mi propia experiencia al respecto y muchos compañeros y compañeras que han estado en la responsabilidad municipal, con una gestión magnífica, impecable, eficaz y honrada, se han visto desplazados. En Almería, insisto, las causas externas se han agravado –se veía venir desde hace tiempo- con el mal ejemplo que hemos dado como organización.
Y, como esta larga reflexión se parece mucho a un examen de conciencia, termino aplicándome lo que muchos de mi generación estudiamos en la escuela franquista sobre la condiciones de eficacia del sacramento dela Confesión. Si queremos que ese necesario proceso de revisión y regeneración sirva para recuperar la confianza, hemos de cumplir dichas condiciones. A saber: “Examen de conciencia” (lo de más arriba); “Dolor de corazón” (reconocer nuestros errores); “Propósito de enmienda”(disposición a rectificar); “Decir los pecados al confesor” (Reconocimiento y compromiso públicos, sin reticencias ni falso pudor); y “Cumplir la penitencia” (Aprovechar esta travesía del desierto en empeñarnos en renovarnos y resurgir con fuerza, que somos más y mejores).
Estoy hablando, única y exclusivamente, de Almería, de la provincia en la que el desastre ha sido mayor y más contundente, debido a que los diques ya se habían prácticamente desmoronado por sucesivas y pertinazmente desatendidas sacudidas de aviso, cuyos efectos desmoralizadores no se han sabido, ni querido, reparar a tiempo. La inconsciencia de quienes todo lo han fiado al albur de la fidelidad de un electorado que nos venía demostrando ser más consciente y coherente ideológicamente de lo que merecían quienes, siendo responsables de ello, no han sido capaces de canalizar y defender sus inquietudes ni dar respuesta adecuada a sus problemas; esa inconsciencia, digo, ha dado lugar a que el mayor y mejor capital humano del PSOE en Almería, los compañeros y compañeras de las agrupaciones locales, hayan tenido que dar la cara por ellos mismos y por sus dirigentes, en la mayor y absoluta soledad y abandono ideológico y estratégico, teniendo que soportar ellos solos, pese a una bagaje de gestión magnífico, el correctivo, directo y categórico, de un electorado hastiado de tanta desidia.
Dirigentes sin peso social ni capacidad de dirección
Y no sólo se han encontrado solos y desatendidos en su gestión previa y en la campaña electoral, sino que han tenido que afrontar ellos solos también las consecuencias y la explicación del barquinazo del PSOE en Almería, ante una cúpula, minúscula pero bien agarrada, que sólo ha atinado, como siempre, a echar balones fuera, como si el correctivo no tuviera nada que ver con ellos. Lo diré de una vez y antes de seguir: unos dirigentes sin peso social ni capacidad de dirección, desconectados totalmente de las bases y solo atentos a la propia supervivencia y a mantener a costa de lo que sea las posibilidades de ampliar los horizontes de su ambición, si tienen un mínimo de dignidad y pundonor deben dimitir ya, deben de dar paso a quienes representen nuevas y distintas formas de pensar, hacer y comportarse, que sean capaces de ilusionar y dinamizar a la militancia y al electorado. Háganlo y se irán con un mínimo de honorabilidad y con el agradecimiento de militantes y simpatizantes por los servicios prestados y por su generosidad en el relevo.
Pero, además de lamentarnos y de repartirnos la cuota de responsabilidad que nos corresponde a cada uno, ¿qué hemos de hacer –y cuanto antes- para reparar el daño y comenzar a recuperar la ilusión de los militantes y la confianza de los almerienses?
Para mí es urgente e imprescindible iniciar un proceso de revisión interna y, a partir de ella, un replanteamiento programático y estratégico de nuestra acción política; de los contenidos y métodos de nuestro quehacer, mirando siempre, desde nuestro bagaje ideológico, por responder a las expectativas y necesidades de los almerienses.
Regeneración
Si no una “refundación”, sí hemos de iniciar (cuanto antes y de forma rigurosa, si no queremos llegar hasta el fondo del abismo) el proceso de una profunda regeneración del PSOE en Almería con los objetivos que antes señalo. Evidentemente ello ha de conllevar la sustitución de quienes han de dirigir el proceso. En modo alguno pueden hacerlo quienes, con más o menos responsabilidad –evidente en unos pocos-, simbolizan personalmente lo que el electorado ha rechazado. No hacerlo o hacer lo contrario nos llevará irremediablemente al suicidio. Y no creo que la militancia esté dispuesta a ello. Desde luego que si nos limitamos a poner en marcha un proceso que únicamente contemple un cambio de personas, nos estaríamos equivocando de nuevo, profundizando aún más en las causas del desastre, en la línea de destruir un partido más que centenario, el más identificado sociológicamente con las aspiraciones ciudadanas y provocando que una situación como la actual, que debe ser coyuntural, se convierta en endémica, ahondando hasta lo insoportable en un “suelo” electoral que se demostraría inalcanzado.
En cuanto a la -a mi entender, imprescindible- primera parte de revisión interna, me resulta chocante que, cada vez que se plantea, salen a la palestra supuestos augures doctrinales, de dentro o de fuera de la organización, que proclaman la futilidad de la misma y el perjuicio que su abordaje puede causar a nuestras posibilidades electorales, por cuanto, según ellos, a la ciudadanía no le importan nuestros debates y “luchas fratricidas” internos, sino sólo los planteamientos de solución de sus problemas concretos. Cada vez que oigo o leo esto no tengo más remedio que concluir que se pretenden evitar, más o menos desinteresadamente, de forma directa o inducida, que cambie nada para así mantener, a costa de lo que sea, la miserable y cicatera cuota de poder de alguien. Porque para mí es más que evidente que lo que somos y hacemos en nuestro interior está directa e indisolublemente relacionado con lo que somos capaces de hacer en nuestra acción política, en la gestión de los intereses de los ciudadanos. ¿Cómo vamos a ser capaces de ilusionar y movilizar al electorado si, de forma intencionada, mantenemos una militancia desilusionada y sin motivación? ¿Cómo podemos predicar un ejercicio democrático de los derechos y practicarlo en la gestión de las instituciones si no lo vivimos en nuestro funcionamiento interno? ¿Cómo nos atreveremos a reivindicarnos honrados en la acción política y pedírsela a la ciudadanía en el ejercicio de sus derechos y deberes, si no nos comportamos honestamente en el funcionamiento de nuestra organización interna? … Dicho más llanamente y a lo bruto, ¿cómo vamos a predicar y pedir limpieza fuera de nuestra casa si dentro de ella somos unos marranos?
Por tanto, asumido que hemos de iniciar este proceso, en esa doble vertiente, hemos de plantearnos cómo hacerlo y cuáles han de ser su contenido y objetivos.
Participación libre y democrática de la militancia
El cómo ha de suponer indefectiblemente la participación libre y democrática de la militancia y que ésta transmita, además, lo que los afines y simpatizantes piensan. Ello conlleva el protagonismo de unas bases ahora adormecidas y desactivadas intencionadamente por quienes sólo han perseguido el apoyo orgánico a sus apetencias de poder. Unas bases que, implantadas en todos y cada uno de los municipios almerienses, son las únicas conectadas directamente con la ciudadanía y, por tanto, quienes mejor pueden transmitir lo que ésta demanda; bases de cuyo ámbito hay que descartar a quienes se han “arrimado” con el único objetivo de conseguir cargos o prebendas.
Hay que contar, imprescindible e inexcusablemente, en la gestión y desarrollo de este proceso, con los compañeros y compañeras alcaldes y concejales, el principal capital político del PSOE almeriense y, por cierto, los únicos legitimados directa y personalmente por el electorado, lo que, junto con su posición en la primera y más cercana línea de la gestión pública, supone un caudal inestimable y por ello indescartable de una experiencia valiosísima para determinar el camino a seguir.
Un proceso de revisión ideológica y programática, y de renovación, protagonizado por las bases y los cargos electos, desde luego sin condiciones previas sobre cuotas de poder o de supuestas influencias en grupos internos de presión, que para mí han sido siempre espúreos y sin legitimación alguna. De ninguna manera podemos seguir consintiendo que las decisiones se adopten en base al contento de las ambiciones o supuestas influencias territoriales, con un encaje de bolillos que lo único que consigue es que se mantengan en el machito los planteamientos y estrategias de poder de siempre los mismos, quienes, de esta forma, al final pervierten el sistema convirtiendo en esencial lo que necesariamente ha de ser accesorio y… nos llevan al final adonde hemos llegado.
Principios básicos
Y ahora, lo esencial, la sustancia, lo importante del proceso: en qué ha de estar basado, cuáles han de ser sus premisas o principios básicos.
Para determinar cuáles deben ser, según mi entender (y no pretendo dar lecciones a nadie, sólo expresar lo que pienso), creo que hay que atender desde luego al clamor de tantos “indignados” que en estos días se ha expresado pública y clamorosamente, con toda razón y fundamento; a los que, por cierto, la derecha viene despreciando con toda suerte de apelativos denigratorios.
Considero que, de esta forma que nadie esperaba pero que la mayoría venía presintiendo (era inexplicable que tanto descontento y por tantas cosas no terminara por expresarse), la sociedad en general y los jóvenes en particular están lanzando mensajes llenos de autenticidad y de deseos de que la política sea un ejercicio limpio, responsable y consecuente en la práctica con el principio formal de la soberanía popular. En base a ello expongo tres principios básicos en los que hemos fallado (le hemos fallado al electorado), que han de ser la base de nuestro proceso de revisión y regeneración. Expongo los fallos y cada cual deducirá en dicho proceso cómo se han de subsanar. Ruego que se me perdone la generalización subjetiva; afortunadamente, sólo a unos pocos podrían achacárseles determinadas conductas que ahora critico, pero, por desgracia para todos, la gente las generaliza, salpicando a toda la organización y a la totalidad de sus integrantes; además de que hasta ahora no hemos sido capaces de enmendar entre todos la situación por los cauces estatutarios.
Desterrar la compra de voluntades
Hemos fallado en la esencia del sistema del que los partidos políticos son un pilar básico, en DEMOCRACIA (“Democracia real, ya”, se nos exige). Si no partimos de un comportamiento democrático interno, como antes digo, difícilmente vamos a ejercer democráticamente nuestras responsabilidades públicas: “Predicar y dar trigo”, por tanto. Hemos de desterrar de una vez por todas prácticas como la compra de voluntades mediante promesas de cargos y prebendas para imponer criterios en nuestras asambleas y congresos; o aliarnos con elementos externos, influyentes pero corruptos, para lo mismo. Quien practica esto, seguro que lo practicará también en el desempeño de un cargo público. ¿Qué respeto vamos a esperar para
Hemos fallado en la seña esencial de nuestro comportamiento, en
No todo vale en política, claro que no. No vale, sobre todo, en el comportamiento de la gestión de las instituciones. No vale tampoco en el enfrentamiento electoral con los adversarios. Utilizar la infamia, la mentira o la tergiversación de la verdad para desbancar de las instituciones al adversario político que, por decisión democrática, desempeña su responsabilidad; o, también, utilizar el cargo institucional al que se ha llegado por decisión democrática para satisfacer el interés particular o partidista, lleva al descrédito generalizado de unas instituciones que han de estar por encima de las personas y de las coyunturas temporales.
100 años de honradez
¿Cómo no nos van a llamar chorizos? ¿Cómo nos van a respetar, a fiarse de nosotros? ¿Seríamos capaces ahora de repetir el que fue el lema del centenario de la fundación del PSOE, nuestro partido : “100 años de honradez”? Si no nos atrevemos, malo; algo va mal.
Para ser honestos está claro que debemos pensar lo que decimos, decir lo que pensamos y, sobre todo, hacer lo que decimos; es decir, ser consecuentes. Y, por supuesto, ser leales a nuestra propia conciencia, de forma que, ante un conflicto de intereses, seamos capaces de marcharnos a casa y dejar paso a otros. Eso nos hará recuperar la credibilidad perdida, que los ciudadanos se fíen de nosotros.
Hemos fallado, por último, en otra de nuestras señas de identidad, EL COMPROMISO SOCIAL. Los hijos del camionero, del vendedor ambulante, del agricultor, del pequeño industrial y comerciante, del jornalero, del obrero, del funcionario, del maestro,… del “ama de casa”( profesión “sus labores”), de quienes se privaron de tanto para que lo tuviéramos todo, nos hemos revuelto contra ellos; o, aunque no haya sido así, aunque haya habido que tomar decisiones para asegurar el futuro, así lo han percibido, porque, entre otras cosas, no hemos sido capaces de dar ejemplo con nuestro sacrificio al exigírselo a ellos. Hemos dejado de lado el principio de austeridad que nos inculcaron. Nos hemos dejado encandilar con los oropeles del cargo, con la solemnidad del poder y nos hemos convertido en “clase política”, es decir, nos hemos desclasado. Hemos perdido la conexión y nos hemos creído por encima de quienes nos han elegido. Por eso ellos se han sentido desconectados y nos han repudiado, ¿qué creíamos? Y, lo que es peor, hemos llevado al descrédito a las instituciones.
Todo esto son pamplinas, se puede argüir: Nuestros adversarios son peores, ellos han desechado estos principios desde siempre y, mira, nos han ganado. Nosotros lo hemos hecho mejor en la gestión pública, hemos tomado medidas para proteger a quienes pasan más dificultades, ellos han hecho lo contrario y, sin embargo, nos han ganado las elecciones.
También hemos fracaso en Almería en situaciones de bonanza
El argumento no me vale sino que reafirma mi consideración de que éstas han sido las causas de nuestro fracaso. Claro que la situación de crisis económica y su efecto más pernicioso, el desempleo, nos ha pasado factura; claro que muchos ciudadanos le han dado una bofetada al gobierno en la cara de las corporaciones locales. Eso ha pasado en otros sitios del mundo y aquí también en otras ocasiones similares. Pero de ahí a que esa sea la única explicación del descalabro, y menos en Almería, va un trecho muy largo. Las causas son mucho más profundas y se vienen gestando desde mucho antes. ¿O es que en Almería no hemos fracasado también en situaciones de bonanza?
En modo alguno nos puede valer como excusa que los demás son peores o lo hacen peor y, sin embargo, han ganado. A nosotros no nos ha ganado el PP: nos han barrido los ciudadanos. Nosotros hemos adoptado como señas de identidad (“133 años de honradez”) esos tres principios en los que digo que hemos fallado; nosotros nos hemos ufanado de siempre de practicar una política “de izquierdas”. La derecha no ha tenido esos problemas de identidad. Por eso, el ciudadano, si percibe (aunque sea erróneamente por nuestra falta de claridad) una deriva hacia la derecha de nuestra política, acompañada por una crisis de identidad nuestra, prefiere a la derecha que no tienen empacho ni crisis de identidad alguna, pasando de los más que evidentes casos de corrupción que le afectan.
Por eso, no todo es gestión. Siendo lo más importante que los ciudadanos nos han encomendado, no es lo único que los satisface ni lo que espera de nosotros. El ciudadano al que se le imponen sacrificios no tiene por qué responder con el rechazo, si se le explica, asume las causas y consecuencias y, sobre todo, si se le da ejemplo. Yo tengo mi propia experiencia al respecto y muchos compañeros y compañeras que han estado en la responsabilidad municipal, con una gestión magnífica, impecable, eficaz y honrada, se han visto desplazados. En Almería, insisto, las causas externas se han agravado –se veía venir desde hace tiempo- con el mal ejemplo que hemos dado como organización.
Y, como esta larga reflexión se parece mucho a un examen de conciencia, termino aplicándome lo que muchos de mi generación estudiamos en la escuela franquista sobre la condiciones de eficacia del sacramento de
Amén.
Luis.como militante de base suscribo integramente todo lo expuesto en tu articulo.salud y republica.
ResponderEliminarLuis, comparto plenamente tu análisis y conclusiones. Sería magnífico que nuestros dirigentes escucharan y actuaran en consecuencia, pero me temo que eso no va a suceder. Los militantes en almería se han desentendido, sería estupendo, para el partido, que estuvieran indignados.
ResponderEliminarSe puede decir más alto, pero no mas claro
ResponderEliminarok.Esa es la aptitud ,si señor ,con un par.
ResponderEliminarDeberian de dimitir todos y dejar a SOLE MARTINEZ dirigiendo todo...por que ese es el futuro...esa y todos los jovenes bienpagados...
ResponderEliminarEsperemos todos que esto sirva de algo, personalmente no creo. Pero daremos un margen a la esperanza. Donde y cuando sabremos quien dirijira la Gestora o esta ya pactada?
ResponderEliminarHola Luis. Creo que sería un gran gesto por tu parte que compartieras algun dia un poco de tiempo con los compañeros de Mojacar.Podrias comprobar in situ las ganas que hay en esta Agrupación de poner en practica tus ideas...Estamos en tu linea y muy hartos de que nos traicionen insluso compañeros del partido, simplemente por que se ha impuesto la democracia y ahy quienes no aceptan "perder" el poder ó la posibilidad de tener protagosnismorenumerado en el partido....Pero a pesar de las dificultades hemos remontado y conseguido estar en el ayuntamiento, con unconcejal y con muchas ganas de que se conozca al partido por su tryectoria de mas de 125 años de honradez...yquien pretenda sacar solo prebendas personales ,,,se de de baja y podamos trabajar en equipo como en estas ultimas elecciones sin tener que estar pendientes de quien nos va asonreir y despues votan otras formaciones...animo y felicitaciones por este inmejorable articulo...un fuerte abrazo socialista.
ResponderEliminarjose hernandez PSOE Mojacar
todo lo que dices no son cosas que no te crees ni tu, que no has hecho en todos tus años de politico en activo, que bien que te callabas y te besuqueabas con el clan cuevas. Ahora cuando te han quitado diciendote vamos ya que llevas toda la vida chupando te enfadas y pides democracia.
ResponderEliminary alude a su pasado y educación franquista, que vergüenza, presumiendo de eso,
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