Francisco Giménez Alemán
Periodista
El próximo domingo los andaluces estamos llamados a votar en las elecciones municipales. Es un derecho y un deber ciudadano que no se puede soslayar sin zarandear la conciencia democrática que nos permite desde hace más de treinta años vivir en un país libre y civilizado. El escrutinio decidirá quienes van ser nuestros concejales y alcaldes durante los próximos cuatro años, y nadie que no haya ejercido su derecho de sufragio tendrá después razones para lamentarse ni para criticar la política municipal. Hay que ir a votar, porque a todos nos importa mucho la gestión de nuestros pueblos y ciudades. Todos los votos son necesarios e importantes, independientemente de la opción política por la que se decante cada cual. El 22-M reviviremos la gran fiesta de la democracia: la gente se erige en dueña de su destino.
Lo primero que analizo después de cada proceso electoral, una vez abiertas las urnas, es el índice de abstención de cada circunscripción. Y no es que el resultado sea menos válido por un alto número de electores que no hayan ido a votar, sino que lo interpreto como termómetro de la implicación de los ciudadanos en la cosa pública y, en cierto modo, como el grado de confianza y de seguridad que el pueblo tiene en sus instituciones. Cuanto más bajo sea el índice de abstención, más sólida y democrática es una sociedad. De ahí que las campañas electorales, tan reiterativas y tan aburridas en ocasiones, sean necesarias para movilizar a los que aun no se han decidido a acercarse el domingo a las urnas.
Es el momento supremo de hacer valer nuestra condición de ciudadanos y el ejercicio más noble de participación democrática. Es el momento de decidirse por unas u otras candidaturas en total libertad en función de lo que en nuestro fuero interno pensemos y creamos que va a ser lo mejor para el inminente futuro colectivo. Porque si hay siempre un porcentaje importante de votantes fijos a tal o cual partido, hay asimismo otro numeroso contingente de personas que dan su papeleta, sin tener en cuenta anteriores comicios, a quien creen que puede resolver los problemas que acucian a su ciudad. Ese segmento de indecisos suele ser muy relevante en el resultado final, digan lo que digan las encuestas que no son más que una instantánea del momento en que se hacen.
Vaya usted a votar, amigo lector. Vaya y decídase por lo que considera mejor o menos malo, pero no deje pasar la ocasión de hablar por medio del sufragio. Seguro que su voz será oída y tendrá sus efectos. Lo que no se escucha nunca es el silencio, y el hecho de quedarse en casa o de irse a la playa es en este caso una manifestación de mutismo. Lea los programas electorales, participe en los foros de debate en las redes sociales o simplemente dé su confianza al candidato que le caiga bien. Vote incluso por otros motivos que no se me alcanzan, pero no deje de hacerlo. Comprobará cuando deposite su papeleta en la urna cómo le invade la satisfacción y el orgullo de que se cuente con usted para gobernar su Ayuntamiento. Al menos ese día, todos contamos.
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