34 palabras para entender la crisis del PSOE

Pedro M. de la Cruz
Director de La Voz de Almería

De todo lo que rodea a la crisis del PSOE hay una pregunta que, por su imposible respuesta, es la que más atrae. En sus treinta y cuatro palabras se encierran muchas-si no todas- las claves que explican la situación por la que atraviesan los dirigentes socialistas que fueron, que son y que aspiran a ser. (Los militantes y los votantes, sobre todo estos, son otra cosa y están en otras cosas).

El interrogante imposible de cerrar es el siguiente: ¿Si Martín Soler hubiese aceptado el 9 de marzo del año pasado una de las dos consejerías que le ofreció Griñán, cuántos de los veintiséis miembros de la ejecutiva que dimitieron lo hubieran hecho? Ninguno; posiblemente, ninguno. Si algo hemos aprendido en estos años -y de todos los partidos- es que la barrera que separa la unanimidad del rechazo, el fervor del olvido, la lealtad de la traición, es el poder. Quien lo ejerce no encontrará nunca de quienes le deben el puesto el más mínimo perfil de crítica. En el espacio tribal de la política la adhesión es inocente y la discrepancia sospechosa. Tanto que, al contrario de lo que impone la lógica jurídica, la sospecha lleva aparejada, siempre y sin atenuante alguno, la condena.

Todo lo que ha ocurrido en el PSOE almeriense desde aquella mañana de marzo tiene su origen en el no rotundo de Soler a los ofrecimientos del presidente de la Junta. Desde aquel día no ha habido ni una sola decisión, ni una sola, que no tuviese en aquella negativa su origen, su desarrollo y su desenlace. Una mariposa que bate sus alas en China puede provocar un huracán en el Caribe; sólo es cuestión de tiempo. En el PSOE de Almería sólo han tenido que pasar quince meses. El juego de la política explica todo lo sucedido y sólo desde la candidez más conmovedora puede sorprender lo sucedido desde entonces. El guión se ha cumplido y los personajes que han participado en la representación han interpretado con profesionalidad lo que estaba escrito en el manual imperfecto de los partidos. Griñán respondiendo con soberbia herida a la soberbia altiva de Soler; Soler manteniendo el pulso con desdén; los representantes de la Junta en Almería y los cuadros medios del PSOE poniéndose a cubierto de la balacera para continuar en sus puestos; los que un día perdieron el poder a manos del clan de Cuevas(así les llaman ellos), esperando el dulce momento de la venganza. Lo cierto es que el PSOE camina con paso firme de victoria en victoria (interna) hasta la derrota final de noviembre o marzo. En Almería, en Andalucía y en España. Los ciclos políticos tienen, afortunadamente, principio y final.

El mapa de las elecciones del 22 de mayo no deja espacio a la duda: el PSOE es hoy una marca en decadencia. La crisis económica, la torpeza de quienes dirigen sus gobiernos y la desorientación táctica y estratégica llevan meses empujándoles por una caída libre en la que nadie sabe dónde está el final. Y en esa desorientación desordenada puede abandonarse al error de creer (pensar es un ejercicio más incómodo, más difícil: exige más esfuerzo) que la solución está en cambiar de nombres y no en la búsqueda de un nuevo discurso que sintonice con las necesidades, las aspiraciones y la percepción del futuro de los ciudadanos. Confundir la alternancia (en los cargos) con la alternativa (de las ideas). Cambiar cromos es un juego divertido mientras dura pero, tan efímero, que siempre acaba provocando frustración.

Los partidos ven como el tiempo acaba devorando a quienes les dirigen y el ocaso de Soler y Asensio no tiene una luz- y una lógica: a ellos también los potenció Chaves frente a quienes entonces estaban; ahora es Griñán quien decide su relevo- muy diferente a la que tuvo en su momento el adiós de Amate, Azorín o Pepe Batlles. Como no será distinta la luz que una mañana salude el adiós de quien ahora les sustituya y que, si es inteligente, nunca debería olvidar que su relevo solo será cuestión de tiempo. Como no debería olvidar que quienes más le aplaudan en el momento de su llegada al poder, serán los primeros en dejarle solo cuando alguien, con otra voz, con otro acento y con más poder, tome la decisión de que su tiempo para decidir quiénes son los elegidos para ocupar los cargos ha terminado.

La política es una ópera: el libreto siempre es el mismo; sólo cambian los actores. Aunque la mayoría, al escuchar desde el escenario la sonoridad de los aplausos confundan como realidad lo que no es más que ficción. Pura ficción en la que sólo manda el que reparte los papeles. Desde el 22 de mayo el PSOE tiene cada día menos papeles a repartir y la función ha llegado a su último acto. Los tramoyistas ya preparan la caída del telón.

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