José Fernández
Periodista
Las crónicas del naufragio cuentan que, mientras el Titanic se iba a pique, la orquesta del buque permaneció tocando en la cubierta, impertérrita ante lo que se avecinaba. Algún superviviente relató que la última pieza que pudieron interpretar antes de ahogarse fue el himno “Cerca de ti, Señor”, destinado a fortalecer y consolar el espíritu de aquellos que, siendo conscientes de su inmediato destino, permanecían en el buque mientras las pocas lanchas de salvamento previstas se alejaban de él. Esa es la parte edificante de la catástrofe que te contaban en el colegio y que venía luego reseñada en las agendas piadosas. Posteriormente hemos podido conocer que además de los ejemplos de bizarría ya descritos, esa fría noche se dieron otras muchas actitudes menos admirables y más fieramente humanas: pisotones, carreras, crímenes y un amplio catálogo de esas pellejerías tan fieramente humanas que nos definen, en términos de filosofía clásica, como hombres que son lobos para el hombre.
Por eso no pude evitar un cierto paralelismo mental entre la escena final del famoso hundimiento y la rueda de prensa de dimisión de Diego Asensio como secretario general del PSOE de Almería. En mi opinión, despedirse del cargo poniendo a parir al presidente Griñán fue un gesto tan comprensible y censurable como los atropellos en busca de una chalupa en la noche triste del transatlántico herido de muerte. Paradójicamente, la última aportación del señor Asensio a la causa socialista andaluza fue validar de cabo a rabo el discurso reivindicativo del PP que tanta aceptación ha tenido siempre en Almería: la Junta desatiende a Almería porque está más atenta a sus equilibrios de poder interno que a las necesidades y proyectos de los almerienses.
Ese discurso, que habrá helado el corazón de más de un socialista almeriense, es la punta del iceberg que avisa del hundimiento irremisible del proyecto que, después de treinta años de navegación, algunos creían insumergible.
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