Javier Salvador
Director de Teleprensa
Podemos empezar a llorar por las esquinas a la espera de que el gobierno articule unas ayudas especiales para compensar las pérdidas que ha provocado y seguirá ocasionando la crisis del E. Coli, o por el contrario se nos puede ocurrir por una vez y sin que sirva de precedente que los gabinetes de crisis no son para lamentarse y descubrir que la culpa la tiene otro, sino para incentivar la creatividad y salir ganando de una situación complicada.
Confío muy poco en los resultados que se puedan obtener de una reunión en la que se sentarán los actores de siempre, los mismos que han actuado en otras crisis y que no han sabido ganar el terreno perdido en las embestidas que constantemente le llegan al sector hortofrutícola almeriense, andaluz y español. Y mucho menos en quienes han tardado días en mostrar su postura sobre la situación y hablo sobre todo de las fuerzas locales, como Cámara de Comercio, Asempal y otros agentes que algún día deberán explicar por qué son más lentos que la propia administración a la hora de actuar.
Igual esta vez hay suerte y en vez de ceñirnos a pedir responsabilidades al gobierno alemán a alguien se le ocurre cómo desbloquear la salida de mercancía. Y no tengo ni idea, de si la solución pasa por un sello de urgencia con análisis garantizado por el Estado de España con un enorme “Libre de E. coli” en cada caja, pero lo que hay que trasladar al consumidor es que la de aquí es una producción sobre la que la propia administración es capaz de dar al consumidor final una garantía incondicional.
Sí, una garantía incondicional, porque se supone que cada metro de invernadero que hay en esta provincia está bajo unos estrictos controles, porque existe la convicción de que los productores y sus cooperativas cuentan con los medios suficientes para analizar la producción y porque, sobre todo, se espera que tras la crisis del pimiento de hace unos años aprendiésemos la lección.
Pero hay algo que se nos escapa, algo que no somos capaces de aprender, y es precisamente esa necesidad imperiosa de contar con un estructura real de crisis, en la que se junten quienes tengan capacidad de decisión, gente creativa, todoterrenos de efectividad contrastada y los mejores en consultoría legal sobre la materia.
Confío muy poco en los resultados que se puedan obtener de una reunión en la que se sentarán los actores de siempre, los mismos que han actuado en otras crisis y que no han sabido ganar el terreno perdido en las embestidas que constantemente le llegan al sector hortofrutícola almeriense, andaluz y español. Y mucho menos en quienes han tardado días en mostrar su postura sobre la situación y hablo sobre todo de las fuerzas locales, como Cámara de Comercio, Asempal y otros agentes que algún día deberán explicar por qué son más lentos que la propia administración a la hora de actuar.
Igual esta vez hay suerte y en vez de ceñirnos a pedir responsabilidades al gobierno alemán a alguien se le ocurre cómo desbloquear la salida de mercancía. Y no tengo ni idea, de si la solución pasa por un sello de urgencia con análisis garantizado por el Estado de España con un enorme “Libre de E. coli” en cada caja, pero lo que hay que trasladar al consumidor es que la de aquí es una producción sobre la que la propia administración es capaz de dar al consumidor final una garantía incondicional.
Sí, una garantía incondicional, porque se supone que cada metro de invernadero que hay en esta provincia está bajo unos estrictos controles, porque existe la convicción de que los productores y sus cooperativas cuentan con los medios suficientes para analizar la producción y porque, sobre todo, se espera que tras la crisis del pimiento de hace unos años aprendiésemos la lección.
Pero hay algo que se nos escapa, algo que no somos capaces de aprender, y es precisamente esa necesidad imperiosa de contar con un estructura real de crisis, en la que se junten quienes tengan capacidad de decisión, gente creativa, todoterrenos de efectividad contrastada y los mejores en consultoría legal sobre la materia.
Es imposible entender que con las proporciones del sector de la horticultura en Almería, del cultivo de primor, no tengamos a día de hoy una serie de herramientas de respuesta que sean al mismo tiempo un escudo a tener en cuenta por quienes intentan atacarnos.
Esta vez tiene que ser diferente. Mordida la presa no podemos soltarla. Debemos pedir una actuación ejemplar por parte de la Unión Europea y si es necesario emprender un proceso judicial eterno, y no quedará más remedio que hacerlo, porque se trata de enseñar los dientes de una vez por todas, de comunicar al mercado europeo que Almería ha dejado de ser ese saco de boxeo al que de vez en cuando le puedes soltar un par de directos para liberar adrenalina. No, de esta no pueden pasar, porque se nos ha relacionado con la muerte de personas.
Y lo primero que podríamos proponer, y no es broma, es que la Junta de Andalucía curse una invitación oficial, de entrega en mano, para que la señora Cornelia Prüfer-Storcks venga a Almería con los gastos pagados. Con la total garantía de que no le sucederá nada. Pasearla por un invernadero, una cooperativa, su correspondiente laboratorio y que sea ella misma quien vea por sus propios ojos la magnitud del problema que ha causado, cuando si alguien puede dar garantías es precisamente el sector hortofrutícola andaluz. Y ella nos importa poco, porque en el panorama de la política europea es como un mojón en una carretera comarcal de Cuenca, pero hoy día es el centro mediático de la crisis del pepino.
Sí, invitar a Cornelia es una buena forma de empezar, para que vea que en España, además de Mallorca, hay lugares donde los alemanes son bien recibidos aunque nos jodan la campaña por una pérdida de nervios sin sentido. Pero eso sí, que vuelva a su país con un sello en la frente que diga “Libre de E. Coli”.
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