Manuel León
Redactor-Jefe de La Voz de Almería
La gripe de 1918 que se apellidó española, a pesar de que se originó en una granja de pollos de Kansas, se cobró miles de vidas en todo el mundo: durante varios años navieras americanas no aceptaron viajeros españoles al Nuevo Mundo en segunda y tercera clase. A pesar de la ley dictada ayer por los microscopios, que exculpa a la hortaliza almeriense de la bacteria que ha provocado 16 muertos hasta ahora en la Baja Sajonia, esta crisis se conocerá para los restos como la de los ‘pepinos de Almería’. Así se injusto, así de seguro.
Desde que Almería se inventara hacer del desierto un vergel, desde que la provincia se convirtiera en la despensa de Europa hace cuarenta años, alumbrando una Nueva California del plástico, nunca había atravesado un valle de lágrimas como el de esta semana: aún no hay cifras oficiales sobre las pérdidas económicas ocasionadas por la acusación infundada de una senadora de la Ciudad Estado de Hamburgo (el federalismo mal entendido es subsidiario de la anarquía) contra el pepino del campo almeriense como causante de una epidemia de E.coli, pero las organizaciones agrarias las cuantifican en más de cien millones de euros.
Hasta ahora. Hortifruta estima que las pérdidas, según datos de la campaña pasada, podrían ascender a 230 millones de kilos por un valor de 150 millones de euros. La Unión de Pequeños Agricultores calcula en más de 135 millones las pérdidas solo en pepino. Pero nadie se atreve a hacer un pronóstico afinado, porque el vendaval de cierre de mercados aún no ha amainado. Algunas cadenas como Lidl aún continúan con las estanterías vacías de verdura almeriense, a pesar de que ayer, en algunas cooperativas como Agroiris se empezaban a recuperar pedidos. Pero el daño capital ya está hecho. Costa de Almería, una de las empresas demonizadas sin una sóla prueba, ha destruido más de 500.000 kilos esta semana, ante notario, por falta de salida. Un gerente de cooperativa almeriense aseguraba ayer que estos días las empresas distribuidoras ni siquiera han cogido el teléfono, “nos han dado la espalda por completo”.
Almería, en sólo cinco malditos días, ha enterrado mercados que tanto costó conquistar; ha paseado un sambenito de dudosa reputación hasta la lejana Rusia durante 120 negras horas que aún no sabe cuándo logrará sacudirse. Ha sido -es- la mayor prueba de fuego a la que se ha enfrentado en toda su historia el campo almeriense, como convidado de piedra.
Almería cuenta con una superficie de pepino de casi 5.000 hectáreas, casi la mitad por recoger, y nadie más que los agricultores almerienses -ni los granadinos, ni los malagueños- van a sufrir en sus carnes la precipitación de la señora Cornelia. Pocos lo dicen abiertamente aún, pero esta crisis alimentaria -que ha infectado a más de mil personas- tiene por ahora un neto ganador: la gran distribución europea que ha pasado a comprar sandías de Palomares, de Campohermoso o de Balerma de 0,40 a 0,20 el kilo.
El dinero lo compra casi todo: los peritos podrán tasar, finca por finca, las explotaciones damnificadas. Pero cómo van a cuantificar con matemáticas el daño en la honra almeriense, en un sector tan competitivo como el hortícola con miles de competidores naciendo a diario como champiñones en Turquía o Israel.
De qué ha servido en el último trienio el descomunal avance en lucha integrada, en tecnología, en IV y V gama, si, el principal cliente, Alemania, provoca un salvaje cierre de mercados -a partir de una hipótesis- como nunca se había visto hasta ahora: es más fácil meter miedo que hacer reir; es más recurrente el pánico que la serena razón. Y es que el pobre pepino almeriense ha sido esta semana como una acción de Telefónica vapuleado por rumores de mercado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario