José Pérez Blánquez
Exalcalde de Canjáyar
Como todo españolito de a pie me preocupa, muy y mucho, la economía en su conjunto y, especialmente, la economía de España. No hay medio de comunicación que no hable del hiriente tema. No digamos los políticos. Pues bien, a ellos me voy a referir, sin olvidar las distintas políticas posibles, dependiendo de quien gobierne, si es que gobierna alguien, pues ahí tengo enormes contradicciones. Es posible que sea el gobierno de turno, pero ¿quién pone en duda que sea la UE, EE.UU., la banca, el capital o, tal vez, Fidel Castro o Hugo Chávez?
Pero vayamos por partes. Supongamos que en nuestro querido país gobierna el PP o el PSOE, ya que Izquierda Unida primero tiene que saber dónde está, si a la izquierda o a la diestra. ¿Lo sabe alguien? Yo, por supuesto que no. Tal y como están las cosas, debería ser el PP. Y digo debería porque no lo veo tan claro. Me explico: El PSOE está haciendo una política neoliberal o, al menos, lo parece. El PP vota todas las reformas en contra aduciendo que no son las reformas profundas que necesita España. La verdad es que cuando dice que no son suficientemente profundas da un poco de miedo. Cualquier trabajador se echa a temblar, pues si se profundiza más, ¿a quién le puede tocar quitarse la correa de la cintura y ponérsela en el cuello? Porque ya veo el despido gratuito, la jornada de 14 horas diarias, las pensiones al estilo de Grecia y, en definitiva, derogación de todas las leyes sociales. Por que si no es así tendría que gravar con más impuestos a la banca, al capital y así sucesivamente. ¿Quién puede creer que la derecha hace tal aberración de castigar a los culpables? Nadie, la verdad.
Las economías neoliberales son así y como muestra tenemos al todopoderoso estado yanqui, donde 40 millones de ciudadanos no tienen derecho a la Seguridad Social y, por supuesto, tampoco a una pensión. ¿Eso es lo que los españoles queremos? Mucho me temo que no. O tal vez nos hagamos cubanos, en cuanto a la economía se refiere.
Sueño, aunque los sueños, sueños son, de que un día se valore en su justa medida el tejido productivo de nuestro país, que no es otro distinto al generado por los trabajadores de distintas profesiones. ¡Pero qué digo! Estoy soñando, pues qué sería de nuestros políticos, nuestros sindicatos y nuestros compañeros de cama que viven del sudor del trabajador. No, que va, no, no me estoy refiriendo a esos profesionales que acabo de mencionar, qué disparate, pues sin ellos ningún país del mundo podría existir.
Como neófito que soy en temas de economía, no le voy a quitar el puesto de trabajo a los economistas, pero si daré mi simple opinión. Primera medida: Descargar, una puñetera vez, el aparato del Estado. No me refiero a los funcionarios profesionales y trabajadores, sino al resto, es decir, a funcionarios que no se ganan ni el agua que beben, a los más 350.000 políticos y a los más de 7.000 delegados sindicales. ¿Alguien piensa que producen algo? ¿No sería suficiente con una quinta parte de los existentes?
Y por último: No meternos más miedo del que ya tenemos, pues es totalmente necesario que el miedo desaparezca para mejorar el consumo, como forma de estímulo para la creación de empresas y, como resultado, puestos de trabajo.
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