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Tras el recuento de votos del 22-M quince municipios de la provincia de Almería tenían sus alcaldías en el campo de la indecisión, al no obtener ninguna de las candidaturas presentadas número suficiente de concejales como para decidir por sí mismas quién iba a ser su alcalde. Del 22 de mayo al 11 de junio, día en que se constituyeron las nuevas corporaciones locales, pasaron veinte días, tiempo más que suficiente para iniciar y culminar cualquier tipo de negociación. Los resultados de ese proceso negociador saltan a la vista: ha habido un partido, el Partido Popular, que ha actuado como tal, como partido, con sentido de la responsabilidad y de la obligación, y ha habido otro, el Partido Socialista Obrero Español, que, lejos de ocuparse de lo que verdaderamente ahora interesaba, como era establecer el gobierno de los pueblos, ha empleado el tiempo en dirimir sus diferencias internas. De las quince alcaldías en juego, nada menos que doce han pasado a titularidad del Partido Popular. Es cierto, y ya lo denunciamos en estas mismas páginas, que la tardanza en el nombramiento de la gestora dejaba muy poco margen de tiempo para ponerse a establecer negociaciones en quince pueblos, pero la tarea tampoco era imposible. A la vista de los resultados, se puede decir que los miembros de la gestora socialista no han dedicado a la cuestión ni un solo minuto.
Un partido, y más cuando es un partido que habitualmente recibe una considerable confianza de los ciudadanos, como es el Partido Socialista, debe diferenciar muy claramente y establecer preferencias inequívocas entre lo que es el interés del partido y lo que es el interés de la ciudadanía. Como muy bien ha dicho el presidente de la gestora, Javier Barrero, “los problemas del partido no interesan a nadie”. Efectivamente, lo que ahora interesaba a los almerienses era saber quiénes iban a ser sus alcaldes, y la comisión ejecutiva regional, en ausencia de una ejecutiva provincial, debería haber nombrado un comité de emergencia con la única función de representar al partido en las negociaciones de los pactos municipales. No se hizo, y ahí tienen el resultado. Ni sirven lamentos ni sirve echar la culpa a las demás formaciones políticas. Se recoge lo que se siembra, y en las conversaciones para acordar equipos de gobierno, el PSOE no es que no haya sembrado, es que ni siquiera se ha hecho presente.
En estas elecciones municipales el mapa provincial se ha visto cubierto por una enorme manta azul. De los 690.000 almerienses que estamos en la provincia, 600.000 van a tener alcalde del Partido Popular y los 690.000 van a tener su diputación gobernada por el Partido Popular. Que no se quiera confundir a nadie haciendo una lectura del resultado electoral por número de alcaldes. La contundencia de estos números nos dice que no es una situación normal. Ni siquiera en las elecciones municipales de 1979, cuando el PSOE casi acababa de salir de la clandestinidad, se daba una situación similar. Seguramente habrá muchos aciertos ajenos, nadie lo duda, pero tampoco duda nadie que los errores propios se cuentan por cientos.
Esta anómala situación sólo puede cambiar si los socialistas son capaces de elaborar un proyecto regenerador, en el que importen tanto los objetivos que se pretenden conseguir como las personas que lo van a llevar a cabo. Hay que romper de una vez la dichosa dicotomía crítico/oficialista, pues ya se ha visto que los oficialistas de ayer son los críticos de hoy, y viceversa, los oficialistas de hoy serán los críticos de mañana. La dicotomía existe porque se elabora el proyecto pensando más en los nombres que en las ideas. Y porque, reconozcámoslo de una vez, hay un cualificado grupo de militantes que tienen una habilidad extraordinaria para situarse en cada momento en el lugar adecuado. Y cuando ese lugar se les escapa, es cuando empiezan a planear la próxima crisis.
Un partido, y más cuando es un partido que habitualmente recibe una considerable confianza de los ciudadanos, como es el Partido Socialista, debe diferenciar muy claramente y establecer preferencias inequívocas entre lo que es el interés del partido y lo que es el interés de la ciudadanía. Como muy bien ha dicho el presidente de la gestora, Javier Barrero, “los problemas del partido no interesan a nadie”. Efectivamente, lo que ahora interesaba a los almerienses era saber quiénes iban a ser sus alcaldes, y la comisión ejecutiva regional, en ausencia de una ejecutiva provincial, debería haber nombrado un comité de emergencia con la única función de representar al partido en las negociaciones de los pactos municipales. No se hizo, y ahí tienen el resultado. Ni sirven lamentos ni sirve echar la culpa a las demás formaciones políticas. Se recoge lo que se siembra, y en las conversaciones para acordar equipos de gobierno, el PSOE no es que no haya sembrado, es que ni siquiera se ha hecho presente.
En estas elecciones municipales el mapa provincial se ha visto cubierto por una enorme manta azul. De los 690.000 almerienses que estamos en la provincia, 600.000 van a tener alcalde del Partido Popular y los 690.000 van a tener su diputación gobernada por el Partido Popular. Que no se quiera confundir a nadie haciendo una lectura del resultado electoral por número de alcaldes. La contundencia de estos números nos dice que no es una situación normal. Ni siquiera en las elecciones municipales de 1979, cuando el PSOE casi acababa de salir de la clandestinidad, se daba una situación similar. Seguramente habrá muchos aciertos ajenos, nadie lo duda, pero tampoco duda nadie que los errores propios se cuentan por cientos.
Esta anómala situación sólo puede cambiar si los socialistas son capaces de elaborar un proyecto regenerador, en el que importen tanto los objetivos que se pretenden conseguir como las personas que lo van a llevar a cabo. Hay que romper de una vez la dichosa dicotomía crítico/oficialista, pues ya se ha visto que los oficialistas de ayer son los críticos de hoy, y viceversa, los oficialistas de hoy serán los críticos de mañana. La dicotomía existe porque se elabora el proyecto pensando más en los nombres que en las ideas. Y porque, reconozcámoslo de una vez, hay un cualificado grupo de militantes que tienen una habilidad extraordinaria para situarse en cada momento en el lugar adecuado. Y cuando ese lugar se les escapa, es cuando empiezan a planear la próxima crisis.
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