El PSOE, mi partido

José Pérez Blánquez
Exalcalde socialista de Canjáyar         

Después de tantos años de militancia en el PSOE, siempre de peón, me siembra una duda, una duda que va creciendo cada día más. No puedo, por más que lo intento, ligar el actual PSOE con aquel de los primeros tiempos de Felipe González, Alfonso Guerra, Rafael Escuredo, etc., etc. Recuerdo como si fuera hoy que, hasta entonces, se decía que había políticos con cuatro o cinco puestos de trabajo, por los que cobraban todos los meses; que cómo era posible que a un ministro le quedara paga de por vida, que las tierras serian para quien las trabajara...

Qué duda cabe que no estoy de acuerdo en el reparto de tierras, en dejar a los ministros sin paga, etc. Pero todo ello me sirve para expresar, a mi manera, lo que pienso del socialismo actual, sin olvidar, ni por un solo instante, que los tiempos han cambiado y nosotros con ellos. Pero, he aquí el quid de la cuestión, ¿los socialistas actuales –los que tienen el poder en sus manos- piensan en los ciudadanos de a pie o piensan como los señoritos de la dictadura? Ya sé que son muchas las preguntas y ninguna respuesta. Pero ahora ya tocan las respuestas:

1) Ahora mismo en mi partido hay más ruido de sables que de propuestas. Los sables son  para ver quién se va y quién se queda. Las propuestas no interesan porque ello supone sacrificios y abandonar el cortijo. Pero, compañeros del alma, si no hay propuestas no hay ideas nuevas, no hay solución a los problemas que tenemos, que no son otros síno, simplemente y llanamente, que tenéis que abandonar la avaricia del poder –y del dinero- a cambio del trabajo y el sacrificio, que es precisamente lo que se le esta exigiendo al trabajador. Deberéis de  abandonar vuestras guaridas y salir a conocer los problemas de los ciudadanos, como se hacía en los primeros años de la democracia. Ahora, no sólo no vais a conocer las necesidades de las personas, sino que todo lo pretendéis solucionar desde los despachos.

2) Hay que olvidar eso de que los socialistas de a pie tengamos que solicitar, como si de un ministro se tratara, audiencia para hablar con un diputado nacional, un diputado provincial o un parlamentario andaluz. Y no digamos ya con los señores delegados. Ahí te pierde, ¡vaya, que no encuentra la puerta del despacho! Claro, se han hecho tantos y tan grandes que resulta altamente difícil localizar la entrada.

Posiblemente este escrito, si tuviera la difusión oportuna, me costaría un expediente disciplinario y, muy posiblemente, la expulsión del partido. Pero todo no sería negativo, pues, de momento, me ahorraría la cuota de afiliado. Lo demás, no hay poder en ninguna parte del mundo para hacer que yo no piense en socialista.

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