Antonio Felipe Rubio
Periodista
Por muchas declaraciones y titulares triunfalistas, parece que alguien todavía no se ha enterado de que Alemania no está dispuesta a caer del burro. La tal Cornelia insiste que “pese a que los pepinos analizados no contenían la variante que se ha encontrado en las heces de los pacientes, tenían que ser sacados del mercado por representar un peligro sanitario” y continúa insistiendo que “estos pepinos tenían que ser sacados del mercado y, si allí (España) se siguen produciendo pepinos que contienen 'E.coli', entonces el Estado español tendrá que actuar" y, por último, recomienda "si yo fuera ministra de Agricultura en España, trataría de averiguar cómo ha llegado la 'E.coli' a pepinos españoles". Así se ha despachado la consejera de Sanidad del lander, dando a entender que, ni mucho menos, exime de total responsabilidad a los pepinos españoles. Además, el mensaje aún contiene la componente de alarma que el consumidor recibe como una advertencia que cada uno administrará como mejor le convenga. En pocas palabras, la consejera alemana asegura que los pepinos analizados en Alemania estaban contaminados de una bacteria del tipo E. coli; que no era la más mala, pero coli al fin y al cabo. Ante esta afirmación, un consumidor puede pensar: no me voy a morir, pero lo mismo pillo unas cagaleras; conclusión: sigo sin consumir pepino español.
Así las cosas, no hemos ganado la batalla al quedar sembrada la incertidumbre, y persistirá el desasosiego hasta no llegar al fondo del problema. Recuerden que Alemania aún no ha descubierto el origen de la infección y los vectores de propagación. Además, las autoridades españolas han permanecido agazapadas, y Rubalcaba se mostraba cauto hasta no conocer los resultados del laboratorio de referencia en Lugo.
Y, si éramos pocos, el comisario europeo de Sanidad, John Dalli, afirma que "no se quiere meter en una lucha de países" y, en ningún momento de su intervención, ha dicho con claridad que los pepinos españoles son seguros. Incluso, llegó a asegurar que "no le consta" que ningún país haya vetado los productos españoles, sino que “habrían sido los propios supermercados los responsables del bloqueo”. Así, Dalli; o sea, Bruselas, nos prepara el cuerpo para eximir de posible criminalidad a Alemania por la exagerada e injustificada alarma sanitaria que tantas pérdidas ha ocasionado a la agricultura almeriense. Así quedaría desmontada la exigencia de la consejera de Agricultura y la del presidente Griñán, que denuncian la ilegalidad de la medida de bloqueo comercial unilateral por parte de países miembros de la Unión Europea. Y, si prospera esta tesis, todo quedaría reducido a la ley de oferta y demanda; es decir, que a los supermercados alemanes les ha apetecido no comprar ninguna fruta y hortaliza española porque les ha salido de las narices.
Difícil, por tanto, se presenta el asunto de las reclamaciones, las responsabilidades y los resarcimientos económicos. Alemania va a vender muy caro su mala praxis sanitaria y comercial y, para ello, cuenta con su potente y experimentado lobby ante el que ya parece haber claudicado el comisario de Bruselas, John Dalli.
En definitiva, Bruselas ya ha tomado partido, y Alemania es quien compra… y paga. Y, ya saben: el que paga, manda. Pues eso.
Así las cosas, no hemos ganado la batalla al quedar sembrada la incertidumbre, y persistirá el desasosiego hasta no llegar al fondo del problema. Recuerden que Alemania aún no ha descubierto el origen de la infección y los vectores de propagación. Además, las autoridades españolas han permanecido agazapadas, y Rubalcaba se mostraba cauto hasta no conocer los resultados del laboratorio de referencia en Lugo.
Y, si éramos pocos, el comisario europeo de Sanidad, John Dalli, afirma que "no se quiere meter en una lucha de países" y, en ningún momento de su intervención, ha dicho con claridad que los pepinos españoles son seguros. Incluso, llegó a asegurar que "no le consta" que ningún país haya vetado los productos españoles, sino que “habrían sido los propios supermercados los responsables del bloqueo”. Así, Dalli; o sea, Bruselas, nos prepara el cuerpo para eximir de posible criminalidad a Alemania por la exagerada e injustificada alarma sanitaria que tantas pérdidas ha ocasionado a la agricultura almeriense. Así quedaría desmontada la exigencia de la consejera de Agricultura y la del presidente Griñán, que denuncian la ilegalidad de la medida de bloqueo comercial unilateral por parte de países miembros de la Unión Europea. Y, si prospera esta tesis, todo quedaría reducido a la ley de oferta y demanda; es decir, que a los supermercados alemanes les ha apetecido no comprar ninguna fruta y hortaliza española porque les ha salido de las narices.
Difícil, por tanto, se presenta el asunto de las reclamaciones, las responsabilidades y los resarcimientos económicos. Alemania va a vender muy caro su mala praxis sanitaria y comercial y, para ello, cuenta con su potente y experimentado lobby ante el que ya parece haber claudicado el comisario de Bruselas, John Dalli.
En definitiva, Bruselas ya ha tomado partido, y Alemania es quien compra… y paga. Y, ya saben: el que paga, manda. Pues eso.
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