Diario de Almería
Con idéntica potencia con la que trabajan los martillos neumáticos sobre la Cueva de Conan, circula el comentario de que Almería destruye para poder construir. Las obras que está acometiendo la empresa promotora del centro comercial de la Rambla, el Grupo Carrida, que cuentan con todos los parabienes administrativos, están provocando una corriente de indignación social -basta unos pocos minutos en Internet para comprobarlo- por un entorno que la mayoría considera la gran oportunidad perdida de haber creado un gran parque, dentro de la misma ciudad, con la historia cinematográfica como atractivo añadido a los valores pasaijísticos, medioambientales y etnográficos que, casi por suerte, La Molineta ha podido conservar. "El éxito de nuestras convocatorias no es porque nosotros seamos muy listos, sino porque pedimos algo lógico".
Quien realiza este comentario es Eusebio Villanueva, el presidente de la Plataforma Salvemos La Molineta, que se ha convertido en los últimos años en uno de los colectivos más reivindicativos de la ciudad conformado por una treintena de asociaciones. Villanueva encabeza para el Diario de Almería un recorrido por ese hipotético parque con todas sus riquezas puestas en valor y protegidas por la Administraciones competentes.
Esta aspiración arranca desde la Rambla, junto al Cortijo Bellavista o de Los Góngora, una casa señorial de finales del XIX , que, tapiada desde hace años, está sumida en el más absoluto abandono, lejos de los ricos jardines de inspiración árabe que le hacían valedores a este inmueble de ser considerados una casa palaciega.
Ajeno a la ironía de que esta vivienda está catalogada, un anciano descansa a la solana sobre la tapia desvencijada de la casa que el director John Milius convirtió en la opulenta Villa Pedecaris de El viento y el león (1975), drama que traería al joven Sean Connery y a John Huston, entre sus protagonistas.
Siguiendo a Villanueva, los pasos se adentran atravesando un camino de tierra jalonado por las ruinas de edificaciones que servían para la guarda de aperos y restos de estructuras hidráulicas como acequias de descorrentías, aljibes o ramblas de caudal. Denotan que la zona aún es capaz de ofrecer ese testimonio de la agricultura tradicional almeriense y de cómo los antepasados, no tan lejanos, fueron sabios, sabiendo sacar provecho a una tierra de aspecto árido aliándose con la propia naturaleza en perfecta convivencia con los bancales. "Muchas de estas construcciones no tenían una función directa de cultivo, sino de protección del paisaje", detalla el presidente de la Plataforma. A lo lejos, a la derecha, se puede ver la antigua Molina de sacar agua, que da nombre al parque y de la que sólo queda la vieja obra de fábrica.
El camino, salpicado de basuras y sorprendido por pequeñas cuevas-cobijo para personas sin techo, conduce hasta una y, fácilmente identificable porque en la confluencia de caminos surge el esplendor de la vegetación de La Molineta. Conserva especies protegidas por la UE como la flor de Androcymiun. Comparte espacio con la vegetación típica mediterránea de matorral bajo, algarrobos y las arboledas de sauces y pinos. Viven, o sobreviven, otras especies en peligro de extinción como ese caracol chapa que la Junta soltó en los dolidos acantilados de Aguadulce.
Alzando la vista, tanto a la derecha como a la izquierda, se elevan majestuosos los cerros de roca. Sobre ellos, el nuevo PGOU prevé la construcción de viviendas. En esta zona norte de la ciudad, está prevista la edificación de 5.500 casas, con sus respectivas calles, un "delito" para la Plataforma. "Es un disparate, rompe las montañas, es un PGOU que hace urbanismo de papel y no topográfico", critica Villanueva, de profesión arquitecto.
Por los caminos que se abren a la izquierda, y antes de poder contemplar la magnitud de la Cueva de Conan, el paseo está protagonizado por la compleja red del Canal de San Indalecio, que nutría de agua a la ciudad desde los depósitos de Benahadux, en funcionamiento hasta un cercano año 2000, y por la Balsa de los Cien Escalones. Un depósito éste de agua con capacidad para 10.000 metros cúbicos, una envergadura de muros de 8 metros y una pequeña cueva a media altura utilizada como "playa" por los que allí se daban cita para bañarse.
Dejando atrás la balsa, Villanueva acaba su ruta en lo alto de la montaña, desde la que se puede divisar de dónde procede el toco toco que enmudece a las aves. La Cueva de Roque ha perdido el característico arco de la guarida de Conan y la entrada por la que saliera subido sobre su caballo Alain Delon. Su extensión,de 1.000 metros, y una altura de pared superior a los cinco metros la hacían un marco perfecto de rodaje. Las máquinas siguen picando sobre ella. "El daño parece irremediable, cualquier ciudad habría hecho de las cuevas hace años un lugar de peregrinaje para los aficionados de Conan, recreando los decorados, o un centro de interpretación del cine, rodeado de un pulmón verde como La Molineta", lamenta Juan Enrique Pérez, de la asociación Almeriacine.
Las máquinas de la barbarie |
Quien realiza este comentario es Eusebio Villanueva, el presidente de la Plataforma Salvemos La Molineta, que se ha convertido en los últimos años en uno de los colectivos más reivindicativos de la ciudad conformado por una treintena de asociaciones. Villanueva encabeza para el Diario de Almería un recorrido por ese hipotético parque con todas sus riquezas puestas en valor y protegidas por la Administraciones competentes.
Esta aspiración arranca desde la Rambla, junto al Cortijo Bellavista o de Los Góngora, una casa señorial de finales del XIX , que, tapiada desde hace años, está sumida en el más absoluto abandono, lejos de los ricos jardines de inspiración árabe que le hacían valedores a este inmueble de ser considerados una casa palaciega.
Ajeno a la ironía de que esta vivienda está catalogada, un anciano descansa a la solana sobre la tapia desvencijada de la casa que el director John Milius convirtió en la opulenta Villa Pedecaris de El viento y el león (1975), drama que traería al joven Sean Connery y a John Huston, entre sus protagonistas.
Siguiendo a Villanueva, los pasos se adentran atravesando un camino de tierra jalonado por las ruinas de edificaciones que servían para la guarda de aperos y restos de estructuras hidráulicas como acequias de descorrentías, aljibes o ramblas de caudal. Denotan que la zona aún es capaz de ofrecer ese testimonio de la agricultura tradicional almeriense y de cómo los antepasados, no tan lejanos, fueron sabios, sabiendo sacar provecho a una tierra de aspecto árido aliándose con la propia naturaleza en perfecta convivencia con los bancales. "Muchas de estas construcciones no tenían una función directa de cultivo, sino de protección del paisaje", detalla el presidente de la Plataforma. A lo lejos, a la derecha, se puede ver la antigua Molina de sacar agua, que da nombre al parque y de la que sólo queda la vieja obra de fábrica.
El camino, salpicado de basuras y sorprendido por pequeñas cuevas-cobijo para personas sin techo, conduce hasta una y, fácilmente identificable porque en la confluencia de caminos surge el esplendor de la vegetación de La Molineta. Conserva especies protegidas por la UE como la flor de Androcymiun. Comparte espacio con la vegetación típica mediterránea de matorral bajo, algarrobos y las arboledas de sauces y pinos. Viven, o sobreviven, otras especies en peligro de extinción como ese caracol chapa que la Junta soltó en los dolidos acantilados de Aguadulce.
Alzando la vista, tanto a la derecha como a la izquierda, se elevan majestuosos los cerros de roca. Sobre ellos, el nuevo PGOU prevé la construcción de viviendas. En esta zona norte de la ciudad, está prevista la edificación de 5.500 casas, con sus respectivas calles, un "delito" para la Plataforma. "Es un disparate, rompe las montañas, es un PGOU que hace urbanismo de papel y no topográfico", critica Villanueva, de profesión arquitecto.
Por los caminos que se abren a la izquierda, y antes de poder contemplar la magnitud de la Cueva de Conan, el paseo está protagonizado por la compleja red del Canal de San Indalecio, que nutría de agua a la ciudad desde los depósitos de Benahadux, en funcionamiento hasta un cercano año 2000, y por la Balsa de los Cien Escalones. Un depósito éste de agua con capacidad para 10.000 metros cúbicos, una envergadura de muros de 8 metros y una pequeña cueva a media altura utilizada como "playa" por los que allí se daban cita para bañarse.
Dejando atrás la balsa, Villanueva acaba su ruta en lo alto de la montaña, desde la que se puede divisar de dónde procede el toco toco que enmudece a las aves. La Cueva de Roque ha perdido el característico arco de la guarida de Conan y la entrada por la que saliera subido sobre su caballo Alain Delon. Su extensión,de 1.000 metros, y una altura de pared superior a los cinco metros la hacían un marco perfecto de rodaje. Las máquinas siguen picando sobre ella. "El daño parece irremediable, cualquier ciudad habría hecho de las cuevas hace años un lugar de peregrinaje para los aficionados de Conan, recreando los decorados, o un centro de interpretación del cine, rodeado de un pulmón verde como La Molineta", lamenta Juan Enrique Pérez, de la asociación Almeriacine.
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