La reyerta del PSOE

Francisco Robles
ABC de Sevilla

«En la mitad del barranco / las navajas de Albacete, / bellas de sangre contraria, / relucen como los peces». La reyerta que García Lorca sublimó en el Romancero gitano se ha hecho presente en Almería, en Jaén, en Jerez de la Frontera, en el feudo inexpugnable —o eso creían— de Sevilla. Griñán es un tipo brillante: sólo hay que ver cómo brillan los cuchillos que están saliendo a la luz de junio, el mes de las tardes infinitas, inabarcables, bellísimas en la lentitud del tiempo que se estanca en estos crepúsculos juanramonianos. Tanta luz está sirviendo para que las hojas muestren la calidad de los dobles filos, para que las facas deslumbren en las reuniones a puerta cerrada, para que la lengua del secretario provincial del PSOE almeriense se convierta en una navaja que se clava directamente en el talante autoritario del gris Griñán.

La argamasa del PSOE andaluz no es el proyecto inexistente, pues hace lustros que se alejaron de la socialdemocracia para convertirse al caciquismo que practican al estilo del premiado Romanones. La argamasa que une las teselas del mosaico socialista es el poder. Ni más ni menos que el poder que les permite vivir a costa del erario público y disfrutar de unas prebendas que jamás soñaron en sus respectivas profesiones… si es que llegaron a ejercerlas alguna vez. Un poner: los griñaninis no pueden regresar a su puesto de trabajo porque jamás han ocupado una plaza laboral fuera del partido. Ese es el drama que está viviéndose en el PSOE andaluz. Un drama que adquiere, por momentos, tintes de tragedia lorquiana.

Aquí no estamos hablando de ideologías, sino de llegar a fin de mes. La política andaluza se ha reducido a una profesión ejercida por individuos cuyo nivel intelectual deja mucho que desear. Del nivelito moral, mejor no hablar. Por eso las navajas salen a relucir en cuanto pierden lo único que les queda: el poder. En Almería se han quedado sin la Diputación Provincial, ese cementerio de elefantes donde se colocaban para cobrar un sueldo público mientras trabajaban descaradamente para el partido. Una televisión los retrató mientras decían eso mismo delante de una cámara oculta. Y no les pasó nada. Siguieron a lo suyo. Pero ahora, ¡ay!, han perdido ese refugio y se han quedado a la intemperie. Y ya se sabe que fuera del poder hace frío aunque sea junio y estén en Almería.

Cuando se lleve a cabo el reparto de las migajas vendrá el llanto. Y el crujir de dientes. Los que se queden fuera de las tres diputaciones que le quedan al partido buscarán acomodo en la Junta, en alguna empresa pública, en alguna covachuela de la red que ha tejido el partido para convertir Andalucía en el Régimen. Pero no hay sitio para todos. El golpe del 22 de mayo ha sido mucho más fuerte del que podemos imaginar los que no vivimos de la política. Hay muchos profesionales del cuento que tienen que pagar la hipoteca y el colegio de los niños: la enseñanza pública la defienden, como todo, de boquilla. Seguro que el culto Griñán se sabe de memoria estos versos que Lorca escribió para describir lo que está pasando en la penumbra interior del socialismo andaluz: «El toro de la reyerta / se sube por las paredes. / Ángeles negros traían / pañuelos y agua de nieve. / Ángeles con grandes alas / de navajas de Albacete».

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