Pedro Mena Enciso
Profesor de Literatura
Ahora que finaliza el curso escolar, como no podía ser de otra manera en mi condición de docente, me quiero unir a la campaña social de sensibilidad a favor y en defensa de todos los maestros y profesores que, desde el Sindicato Anpe, se inició meses atrás. Con el lema “Yo también soy defensor del Profesor”, mucha gente se adhirió a un Manifiesto que parte de la idea de que la educación es fundamental para construir personas y, por tanto, pilar básico de una sociedad.
Es verdad que, quien se dedica a la noble tarea de educar, merece el más alto reconocimiento y respeto y, como se afirma en el Manifiesto, no se puede agredir ni insultar ni despreciar a los profesores. Además todo ser humano que se precie debe reconocer que algo le debe a sus profesores y que quien se deja la vida enseñando al que no sabe, además de aprender hace aprender y construye ciudadanos. Esto lo tienen muy claro en Finlandia donde el Maestro es el profesional más valorado y, por eso, su sistema educativo goza del más alto prestigio mundial.
Aquí en España las cosas son muy diferentes y es lamentable encontrar profesores, compañeros, con baja autoestima producto de agresiones psicológicas cuando no verbales e incluso físicas. Todos sabemos que el tiempo devora y, al calor de las nuevas tecnologías, todo cambia y nada parece permanecer. Y digo parece, porque pienso que Heráclito, ese filósofo del devenir constante, no puede tener toda la razón ya que debemos buscar algunos valores eternos que nos ayuden a sobrevivir a través de los tiempos. El más importante de esos valores es el respeto a la vida por encima de todo y, por mucho que cambien las ideologías, a la dignidad y libertad del ser humano.
Respeto y lucha por hacer mejores a sus alumnos es el trabajo diario al que se dedica el maestro y, por tanto, las nuevas familias, que van surgiendo con los nuevos conceptos, no pueden cambiar en un aspecto inherente a ellas: el deber de mantener, proteger y educar a sus hijos. Ya sabemos que nos engañan cuando se habla de conciliación de la vida familiar y profesional porque vemos que la jornada laboral hace inviable para muchos padres pasar tiempo con sus hijos. Y, ¡claro! como no se buscan soluciones al tema generando una nueva sociedad, sino todo lo contrario, ocurre que cada vez hay más familias que intentan traspasarles la responsabilidad de la educación de sus niños a los maestros y profesores. Estos, se convierten en una especie de multiusos con nuevas misiones derivadas de la Nueva Tecnologías y del Bilingüismo. Los adolescentes viven con el Tuenti, Facebook y… En esto sus padres no saben entrar o no tienen momentos o no es políticamente correcto intervenir. Y, luego, está el otro drama derivado de la inestabilidad de la vida en pareja con separaciones de hecho y de derecho que repercuten de forma dramática en muchos niños y no tan niños. Así, la Escuela se convierte en una especie de tabla de salvación olvidando que los primeros responsables de la educación son los padres, los cuales deben acompañar a los educadores, visitarlos y entender que la educación es una tarea compartida: “Entre todos, Mejor”.
Como dice constantemente el Delegado de Educación, Francisco Maldonado, los tres pilares para lograr el éxito educativo son: familia, escuela y sociedad. Una sociedad se encuentra enferma si no es capaz de cuidar la base, es decir, familia y profesores. Por ello, los ciudadanos hemos de convertirnos no solo en defensores de los maestros sino también de la conciliación entre vida familiar y laboral. Mientras no entendamos este mensaje clave será imposible construir el futuro que todos pretendemos para nuestros hijos.
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