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Un bulo que ha hundido Almería

Catalina Gaya
El Periódico de Extremadura

Por su interés, reproducimos el reportaje publicado por Catalina Gaya en El Periódico de Extremadura.

Una treintena de compradores asistían el jueves a la subasta en la alhóndiga de Agroponiente en El Ejido (Almería). Estaban sentados frente a una pantalla plana en la que veían pasar el precio de salida de las hortalizas. Si estaban de acuerdo, pulsaban un botón y paraban la puja. El tomate de ensalada salía a subasta a tres céntimos el kilo. El señor de la camisa a cuadros de la cuarta fila compraba a poco más de un céntimo.

Una veintena de agricultores esperaban fuera junto a las pocas cajas de pimientos, tomates y melones que habían llevado a la comercializadora. En Almería, los agricultores están afiliados a comercializadoras, empresas dedicadas a la venta en origen (subasta) y a la comercialización de los productos. El jueves, pese a la gran magnitud de la nave, había espacio de sobras en los pasillos y el ambiente era de velorio. Decían los agricultores que cualquier otro día ahí no cabría ni un alfiler y el tiempo pasaría entre broma va y broma más afilada viene. El jueves muchos campesinos ni siquiera se acercaron a la subasta esperando a que remontaran los precios después de que la Unión Europea "por fin" hubiese levantado la alerta sanitaria.

Otros no tenían con qué ir: entre el lunes y el miércoles habían arrancado las matas de pepino o de tomates ante la evidencia de que, pese a que las fronteras se abrieran, "nadie compraría hortaliza de Almería". "Tener la planta cuesta dinero. Hay que abonarla", decía uno de ellos, y los que estaban cerca asentían.

La llamada crisis del pepino ha hundido el campo almeriense. La Asociación de Empresarios Comercializadores Hortofrutícolas de Andalucía (Ecohal) aseguraba que los primeros días de la crisis se habían dado de baja "centenares de trabajadores". Muchos de estos agricultores habían tenido que despedir "hasta nuevo aviso" a sus jornaleros. "Y los precios están por los suelos", añadía el agricultor José Aguilera.

Aguilera había traído melón, lo poco que aún se vendía al extranjero. La subasta seguía: el calabacín se pujaba a 3 céntimos. El pepino largo, llamado holandés o de Almería, no entraba a la alhóndiga desde el viernes porque había sido "marcado por la ministra.

Esta subasta es la imagen del "bombazo" que ha provocado en Almería la llamada crisis del pepino y que empezó el 26 de mayo. Ese día, final de la temporada del pepino, y cuando la economía andaluza empezaba a capear la crisis por primera vez en todo el año, la ministra de Sanidad de Hamburgo, Cornelia Prüfer-Storcks, acusaba "al pepino para ensaladas procedente de España" de ser el origen del brote de E.coli que afecta Hamburgo y que para entonces ya había causado tres muertos.

Se señalaron dos lotes: uno de pepino ecológico de Frunet, salido de los invernaderos de Miguel Cazorla, en Pechina, y otro, de la empresa Costa de Almería. En total, 13 agricultores almerienses estaban tras esa acusación. Almería temblaba, la Unión Europea declaraba una alerta sanitaria y se bloqueaban las importaciones de productos hortofrutícolas españoles. Supermercados como Lidl y Aldi, según Hortyfruta, la organización interprofesional de frutas y hortalizas de Andalucía, cancelaban "la totalidad de los pedidos de productos con origen en España a excepción del melón y la sandía".

Los comités de crisis de organizaciones agrícolas, sindicatos y la Junta de Andalucía se ponían en marcha para demostrar que esos pepinos nada tenían que ver con la epidemía. Almería es, junto a Granada, la principal exportadora de hortaliza cultivadas en invernadero de España. Solo en pepinos se exportan cada año más de 350.000 toneladas y Alemania es, con diferencia, el principal comprador de hortalizas de la zona.

"Cuando la ministra señaló Almería, aquí no había habido ningún caso. Esta es la primera señal que demuestra que estaba equivocada", explica Roque García, vicepresidente de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPAG) en la sede de la organización. El martes 31 de mayo se demostró que las muestras de pepino que había señalado dicha ministra no eran la causa del brote.

Era la propia ministra la que reconocía que el pepino nada tenía que ver con la epidemia. "El pepino andaluz es inocente", titulaban los periódicos almerienses ese día. Al día siguiente, el vicepresidente del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, lo anunciaba en la subdelegación de Gobierno de Almería y el jueves 2 de junio se levantaba la alerta. Todo había durado una semana.Y fuera de Almería todo parecía encauzarse. El Gobierno español anunciaba que pediría indemnizaciones para resarcir a los agricultores de las pérdidas que ya se cuantificaban en casi 200 millones de euros. En Almería, en cambio, los anuncios de los gobiernos solo daban una pequeña tregua al malestar.

Pese al levantamiento de la alerta sanitaria, los camiones aún no salían porque "nadie" estaba comprando. Los agricultores no sabían si seguir trabajando o dejar perder la cosecha y, peor aún, todo el mundo tenía claro que la imagen "de Almería" había caído en picado. "No es la primera vez que Alemania u Holanda lanzan un bulo, pero este es el más fuerte y beneficia a Holanda", denuncia Roque García, vicepresidente de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPAG).

No es el único. En Almería, muchos hablan de "mano negra". Otro punto levanta suspicacias: Alemania del norte empieza ahora la temporada del pepino. José Antonio Moreno, secretario de organización de la Unión de Agricultores y Ganaderos (COAG), pide que además de indemnizaciones se presenten demandas contra la ministra y que se haga boicot contra las cadenas que habían renunciado a la hortaliza española sin pruebas.

España es el país mediterráneo con mayor superficie de cultivos hortofrutícolas en invernadero. Almería y Granada tienen el 76,7%, y cada año se producen productos hortofrutícolas que facturan 2.500 millones de euros. Casi 110.000 personas viven de esta industria en ambas provincias y solo Almería cuenta con 64.585 agricultores.

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