Javier Salvador
Director de Teleprensa
Creo que en el fondo de toda la cuestión del congreso provincial que se avecina, los grupos, las familias y como queramos llamar a cada una de las corrientes, la gran pregunta que queda en el aire es: ¿Quién manda en el PSOE de Almería?
Y es ahí donde deben estar ahora mismo las grandes reflexiones. Saber o conocer si manda Sevilla agrupando a sus delegados en el entorno de un candidato con la amenaza de los ceses de cada martes en el consejo de gobierno si no movilizan a los alcaldes, si son los militantes concentrados en sus agrupaciones locales o si al fin y al cabo ni los congresos valen para nada porque al final las presiones y las revoluciones pueden llevar a que veintitantos dimitan del comité ejecutivo provincial para forzar un congreso extraordinario u otro más si fuese necesario.
Pase lo que pase, gane quien gane, lo que se juega el PSOE es su identidad, su independencia y su peso específico de cara a una situación inminente que nada tiene que ver con los últimos años, en los que para todos había un hueco o una ocupación.
Si miramos las caras que ayer se mezclaron en la presentación de las distintas candidaturas a la secretaría general del PSOE de Almería, y por ahora van dos, encontramos perfiles totalmente distintos. El caso de Sánchez Teruel es prácticamente el mismo que se dio cuando Martín Soler llegó a la secretaría general del PSOE en Almería, solo que al amparo de Griñán. En el caso de Soler, designado por una Sevilla en aquel entonces controlada por Chaves y Pizarro, fue la cara para desbancar a Tomás Azorín y sus guerristas, después de un enfrentamiento atroz con los renovadores. Casualmente el cabecilla de los guerristas, Nono Amate, compartía ayer salón con el portavoz de los entones renovadores, Paco Contreras, pero se veía, se notaba con especial peso, que Amate vuelve a colocar a los suyos en lugares de salida, y esta vez en el entorno de Teruel y su lista oficialista. Teruel dice que la suya es gente nueva, pero paradójicamente todos los que le arropan son cargos aupados por Martín Soler y Diego Asensio en los últimos años, aunque ahora han cambiado de bando.
Por otro lado está Segura Vizcaíno, número tres del PSOE hasta hace unos días, si bien es cierto que era la mosca cojonera de la ejecutiva provincial por ser especialmente crítico con las formas de Soler y Asensio para designar cargos. Su presentación fue totalmente distinta, pura ingeniería política en la que mostró a pocos, pero de mucho peso. Más o menos una invitación a sus rivales para que cuenten con los dedos, hagan números y empiecen a pensar en clave de delegados al congreso y no en salones llenos. Menos puesta en escena pero muy medida, con gente integradora que se habla con todos los frentes, como Cristóbal Fernández, de Carboneras, el ex alcalde de Huércal Overa, el por tercer mandato primer edil de Serón, diputados provinciales con peso específico en sus comarcas, una imagen más made in Almería que el aupados por Sevilla y Amate de Teruel.
Pero falta el tercero en discordia, que será Luis Caparrós si finalmente anuncia su candidatura a la secretaría general, que al igual que la de Vizcaíno, viene más por los derroteros de un hecho en casa, con gente de los pueblos y posiblemente con el apoyo encubierto de Madrid, a quien no le gustó nada la jugada de los dimisionarios que ha llevado a este barrizal político.
Ninguna de las tres vías que hasta ahora se conocen, de las que sólo dos se han oficializado, es mala, porque cada una tiene una visión clara de proyecto, sobre lo que hay que poner en valor y el modelo a seguir para salir de ese pozo en el que ha quedado el PSOE tras las últimas elecciones, que por otro lado ni es más profundo que el de Andalucía en general, ni más oscuro que el de España en un entorno más global. Aunque la pregunta sigue en el aire: ¿Quién manda en Almería? ¿Es Sevilla, Madrid o pintan algo los de aquí?
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