Pedro Mena Enciso
Profesor de Historia
Viernes, nueve de la mañana. Como siempre a esta hora voy a clase de Ética cuando mis alumnos de 4º ESO proponen un debate sobre el comportamiento consumista. Partimos de un slogan muy actual: “Gano, luego gasto” y, en este sentido, se suceden las opiniones que giran en torno a la obsolescencia programada como motor secreto de nuestra sociedad de consumo.
Una de mis alumnas más reflexivas, Miriam, explica cómo los fabricantes ponen a las impresoras un chip que hace que solo puedan realizar un número limitado de impresiones. La impresora no está rota ya que su usuario encuentra un programa en Internet para desbloquear el chip y volver a tener su impresora como nueva, a pesar de haber acudido antes a diversos establecimientos comerciales y servicios técnicos que le aconsejaron que no merecía la pena arreglarla y que comprara una nueva. Este ejemplo nos puede servir para pensar en este mundo construido en base a la cultura del instante donde nada permanece y la publicidad junto a la propaganda penetran en la mente humana hasta conducirla al cambio continuo que acaba con cualquier tipo de estabilidad y llega a afectarnos emocionalmente produciendo graves desequilibrios psíquicos que destruyen la convivencia.
Nuestro vivir no puede estar apoyado únicamente en el consumo continuo de mercancías, la mayoría de las cuales no las necesitamos para nada. Todo caduca a gran velocidad y empresas y fabricantes crean productos de peor calidad o menor duración para que el consumo se convierta en masivo e imprescindible y los grandes buitres del mercado multipliquen sus beneficios a costa de la salud humana.
Celia plantea otra crítica a lo que ella considera destrucción paulatina de la civilización y dice: “Cuanto más se produce, más se gasta y más residuos y desechos se generan por lo que la contaminación será mucho mayor”. Toma la palabra Javi y afirma que el consumismo no es nada bueno y que lo material no significa felicidad y nos estamos dando cuenta de que hacen con nosotros lo que quieren porque estamos controlados por un poder económico globalizado que anula hasta al poder político.
A continuación investigamos sobre lo que significa el término “Obsolescencia programada” y descubrimos que consiste en la planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio de modo que se convierta en inútil o inservible tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante durante la fase de diseño de dicho producto. Seguimos el diálogo y, en este momento, interviene Patricia para añadir que la economía mundial se basa en el consumo y que si éste desaparece el sistema se vendría abajo. Pero el planeta tiene unos recursos que se están acabando como, por ejemplo, el petróleo y, por eso, el modelo económico deberá cambiar.
Ana interviene para hacernos caer en que este consumismo puro y duro hace que los residuos se depositen en los países subdesarrollados, base de la producción capitalista que no persigue la justicia social.
En definitiva, unos y otros, concluimos que la vida es un mercado constante y la libertad es una utopía ya que el mercado se rige por los intereses del oligopolio porque no se consume lo que el consumidor quiere consumir, sino lo que el fabricante quiere que consumamos.
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