Hablemos claro sobre El Algarrobico

Pedro M. de la Cruz
Director de La Voz de Almería

Es sólo un detalle, pero, detrás de su elección circunstancial (con alguna imagen había que ilustrar la noticia) y un poco más allá de ser ya un recurso estético de consumo fácil (millones de fotogramas difundidos durante años en los medios lo convierten en un icono conocido), el hecho revela que lo cotidiano conduce a veces al cansancio de la rutina y a veces conduce a revestir de solemne lo habitual. Es lo que sucede, cada día y desde hace años, con la imagen de El Algarrobico.

La semana pasada la página web de la Cadena Ser informaba en uno de sus titulares que centenares de edificios ilegales esperaban su derribo. El desarrollo de la noticia hacía un recorrido apresurado por esa realidad española -tan abundante, tan antigua, tan conocida y tan consentida-, y se detenía en El Algarrobico, calificándolo como uno de los ejemplos más representativos. Era el primer edificio citado y, además, también ocupaba la pool position en la atención del redactor, así en las líneas dedicadas como en los procesos judiciales abiertos, 22 nada menos.

Un punto y seguido después la información viajaba hasta Benidorm, donde se levanta un edificio de 20 plantas que sigue en pie a pesar de estar condenado al derribo; volaba a Cantabria para encontrar 700 sentencias, también de derribo, sin ejecutar; giraba después hacia el oeste y descubría que en La Coruña el “emblemático” edificio Conde de Fenosa sigue en pie diez años después de otra condena de derribo; y, ya al final y en último párrafo, volaba del Atlántico hasta el Mediterráneo para detenerse en el misterio de la Sagrada Familia de Barcelona “que sigue sin tener licencia cien años después de su construcción”.

Traigo la noticia para evitar la tentación, tan almeriense, de considerar que somos la única provincia española en la que se incumple la legalidad. Pero también lo hago porque la información estaba ilustrada por una imagen del hotel almeriense. De todas las posibilidades gráficas se eligió el edificio almeriense, una elección quizá inconsciente, pero no inocente. Quien lo hizo optó por la imagen que más ha reflejado en los últimos años las (presuntas) ilegalidades urbanísticas, el símbolo de la agresión medioambiental en España. El Algarrobico no es ni el mayor ataque a la costa ni el único, pero su impacto simbólico es tan interesadamente abrumador, tan estratégicamente insistente, que lo han -y lo hemos- acabado convirtiendo en la estampa más conocida del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. Felicidades. Nunca tantos colaboraron con tanto ímpetu como torpeza en una campaña de publicidad negativa.

No conozco personalmente a nadie -a nadie-, que tenga intereses en el condenado hotel, pero sí conozco (como los ochenta mil lectores de este periódico) su existencia desde antes de que se pusiera el primer ladrillo; sencillamente porque, desde su inicio, fue un proyecto conocido. Un conocimiento compartido -y superado: ellos sí tenían que tomar decisiones sobre el proyecto- por el equipo de gobierno y la oposición del pleno municipal que aprobó las obras; por las consejerías y las delegaciones provinciales de la Junta con capacidad jurídica para influir en él; por el gobierno central -de Aznar y de Zapatero- que no vieron la viga de la ilegalidad hasta que a la ministra Narbona se le cruzó la paja de su agresión visual en una mañana de mar y vacaciones; por el PP y por el PSOE que nunca vieron sombra de ilegalidad alguna hasta que alguien les dijo que en aquella playa podían pescarse algunos peces electorales. Todos, todos asistieron durante años a la tramitación y construcción del hotel y no vieron nada.

Pero si aquella ceguera podría ser considerada un síntoma de irresponsabilidad por no adoptar medidas cautelares que impidieran el atropello urbanístico -¿o el atropello es considerar ilegal hoy lo que ayer era legal? En fin, que decidan los jueces-, pero si aquella ceguera es grave, escribo, también lo es el interés que tienen algunos en llegar los primeros a la línea de salida de una carrera de demoliciones en la que nadie -ni en Benidorm, ni en Cantabria, ni en La Coruña, ni en Barcelona, ni en ningún otro sitio- quiere ser el primero. Mientras que en Málaga, en Granada o en Murcia, por citar geografías cercanas, permanecen en pie miles de viviendas ilegales, en Almería, cumpliendo el mandato bíblico de que los últimos serán los primeros, a pesar de haber llegado en el furgón del cola al desarrollo urbanístico, nos pusimos a la cabeza de la manifestación derribando en Vera la casa de los Prior.

El drama vino después. Cuando el viento de la realidad alejó la polvareda del derrumbe, los Prior miraron con amargura como la Justicia les daba la razón y los almerienses vimos con desencanto como el ser los primeros no es siempre lo mejor. Cumplamos todos la legalidad. Pero que comiencen los que antes comenzaron a incumplirla. Si El Algarrobico es ilegal y hay que tirarlo, cúmplase la Ley, pero sabiendo, también, que la decisión tiene un coste en centenares de puestos de trabajo y en decenas de millones de euros de indemnización.

Cúmplase la Ley, pero cúmplase también en todas aquellas edificaciones que le precedieron en la construcción y en la condena. No vaya a ser que, al final, sólo nosotros –con nuestra cara de tontos-, seamos los únicos en estar en esa línea de salida.

2 comentarios:

  1. El Algarrobico, desde su gestación en la mente del empresario de turno, incumplía la leyes de costa, las leyes de la ética y de la moral. No es cierto que se pierdan cientos de trabajos, como mucho,dos decenas de trabajos que, como pasa en todos los hoteles en los que he trabajado, no son precisamente para las personas del pueblo, no son de calidad y no están bien pagados. No son justos ni legales. Ah, y serían subvencionados, encima. Varios hoteles costeros han tenido que cerrar sus puertas, al menos en los períodos invernales,véase el Toyo, por lo que no sería nunca la salvación de la comarca. El turismo de calidad no lo hace un hotel a orillas de la playa. Y no es el turismo que quiere el pueblo, por mucho que el corrupto exalcalde de Carboneras, con sus bolsillos, y los de su familia extensa, llenos del dinero de los demás, se desgañite la garganta repitiéndolo una y otra vez. Tuve la desgracia de conocer el proyecto antes de que se pusiera el primer ladrillo, y desde entonces (y mucho antes) estoy indignada con la clase política que nos ha tocado, con la ignorancia de un pueblo que suplica migajas, y con la insolente apatía de la Junta de Andalucía, ilegal y podrida, como toda institución, desde hace ya muchos años. Conocí en su momento los vaivenes del proyecto, y es una vergǘenza. Es con cara de tont@s como nos debemos quedar, cuando sea la primera, la segunda, o la última construcción ilegal y vergonzosa que se derribe. Por tont@s tod@s, por chul@s, prepotentes, ignorantes, avaricios@s y corrupt@s, tod@s. Y la indemnización la tendrían que pagar la empresa constructora, la Junta de Andalucía y el corruptísimo exalcalde de Carboneras al pueblo. Tardan mucho ya, como siempre. Abajo El Algarrobico, cárcel para l@s corrupt@s, y educación ética y política obligatoria en los colegios YA. Saludos

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  2. Pedro M. con este artículo simplemente confirmas que tu periódico y tú mismo estais al servicio de la especulación, de aquellos empresarios que mantienen vuestras arcas, de aquellos políticos que tienen mediatizados los medios de comunicación. Triste un medio de comunicación que en vez de dedicarse a informar y realizar un mímimo periodismo de investigación, se dedica a desinformar y manipular la información. El Algarrobico es un ejemplo claro de todo lo que digo. Hay datos para que hasta un ciego vea la ilegalidad tan tremenda que se ha cometido, con la complicidad de políticos y empresarios corruptos. BASTA YA, Pedro, de tanta historia mentirosa y manipuladora, terminareis cayendo y desapareciendo, la historia os pondrá en vuestro sitio.

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