José Fernández
Periodista
Los residentes de la zona del Ingenio se quejan de que sus nuevos vecinos, familias realojadas procedentes del barrio del Puche, no les dejan dormir porque durante buena parte de la noche les amenizan con sus sentidos cantes y el intenso rasgueado de las guitarras. Tiembla junco y penumbra a la orilla del río, como decía Lorca en el Poema del Cante Jondo. Pero me da a mí que los vecinos no son de mucho poemario y que andan más preocupados por el descanso y el sueño que por la apreciación de la petenera comunitaria de sus nuevos compañeros de vecindario. Unos insensibles y unos intolerantes; eso es lo que son todos estos quejicas. En Boston o en Yokohama se darían de tortas por tener como vecinos a ese elenco de flamencorros espontáneos, pero aquí, en Almería, te ponen al Corral de la Pacheca en el portal de al lado y no sabemos apreciar la hondura del quejío lleno de matices que, a las cuatro de la mañana, lanza al aire templado de la duermevela todo el desgarro de los tarantos y los tempranos. ¡Y tan tempranos! dicen los insensibles e injustos vecinos. Pero… ¿acaso el arte tiene horario?
No, amigos. Está visto que nadie es profeta en su tierra. Ahora sólo falta que salte algún colectivo de pluscuamperfectos o un observatorio de desocupados a denunciar a los vecinos quejicosos por racismo y/o xenofobia… y ya tendremos todas las piezas para armar la noticia surrealista del verano. Somos tan, pero tan modernos y tan, pero tan sosteniblemente progres, que hemos logrado convertir en noticia el simple ejercicio de protesta contra el gamberrismo.
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