Paco Campos García
Doctor en Filosofía y profesor de la UAL
¡Ojo con las rotondas!, que son muchas y cada vez más centran la atención de la gente, sobre todo porque su contenido se encuentra en el centro de un espacio amplio y no vale ya cualquier cosa, como hace este ayuntamiento, para poner en el centro. Este espacio nuevo no es ni una plaza ni un jardín al uso, tampoco una fórmula para el tráfico, porque se ha convertido en un espacio para ornato, y a medida que ocupa un lugar preponderante adquiere más categoría.
No tenemos una política para las rotondas y habría que tenerla y crear cierta armonía, pero sobre todo para evitar que llegue cualquiera con ‘su’ originalidad y la plantifique en el centro. Se está llegando a un mal gusto redomado: hay rotondas que soportan tal mezcolanza que las hace ser bodrios auténticos; y no veas las que se consideran artísticas cómo son. El último ejemplo es una colección que aturde, la que sucesivamente va desde La Magnesita al cementerio, la que está delante de su puerta es un verdadero contraejemplo.
Dado que una solución ecuánime va para rato, propongo mientras tanto algo útil para ellas: convertirlas en tierra para sembrar todo tipo de hortalizas y verduras: rábanos, pepinos, alcachofas, alfalfa, lechugas, acelgas, tomates, ajos, cebollas, boniatos, patatas, chumbos, habas, espárragos… en fin, todo natural y bajito para evitar así el espanto que producen hoy esos mostrencos en nuestra sensibilidad.
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