¡Revolución!

Javier Salvador
Director de Teleprensa

No hace mucho, en una de las concentraciones del 15M en Almería, cuando aún estaban acampados en la Plaza del Educador, un chico joven, uno de los cabecillas del movimiento, tomó un micrófono, que corría de mano en mano para que cada cual se expresase libremente, y leyó un poema. Yo creo que nadie recuerda una sola estrofa de aquel texto, pero seguro que a todos nos quedó grabada la idea principal: ¡Revolución!

No se trataba de la calidad del poema sino de la rabia, del poder y la fuerza con la que gritaba aquel ¡Revolución! con el que concluía cada párrafo. Había congestión en el gesto, creía realmente lo que decía y apretaba el mango del micrófono como si estuviese sujetando con esa mano una última oportunidad de algo, de no sé qué, pero de algo importante.

Llevamos varias semanas escuchando verdaderas y auténticas tonterías sobre la crisis, sus culpables, los orígenes y todo con el fin de averiguar quién la tiene más gorda... si España, Portugal, Grecia, Irlanda, Reino Unido o Italia. Y si la situación es patrimonio de todos o de unos pocos. Lo más simpático de todo esto es que a todos se les cayeron ayer los calzones al suelo cuando Obama, presidente negro, pero negro negrísimo, de los Estados Unidos de América, salió en la tele y le puso los puntos sobre las íes a su oposición. Y dijo que sí, que su país tiene problemas, y que si no hay un acuerdo rápido entre gobierno y oposición, sencillamente no podrán pagar sus facturas. Si la primera economía de este mundo no paga, el resto nos vamos al carajo, por aquello de que cuando los americanos estornudan el resto nos resfriamos severamente. Y sí, ellos son el origen del problema real de esta crisis porque sus grandes corporaciones incontroladas inventaron ese perverso sistema virtual que hizo multimillonarios a cientos o miles de personas, pero si empezamos a quitarle hojas a la alcachofa de la economía nos encontramos que en el meollo de la cuestión no estaban sólo los bancos americanos, sino los alemanes principalmente, y los británicos y franceses detrás. Es decir, ellos metieron su dinero y sus riesgos, no olvidemos lo de riesgos, en países como España, Portugal, Grecia, Irlanda, Islandia, Italia y tantos otros, porque sus crecimientos eran tan altos que no podían dejar escapar una oportunidad como esa.

En esta borrachera de a ver quién pilla más caímos todos, pero quien realmente está temblando no somos nosotros, sino quienes prestaron el dinero, esos que crecen gracias a que nosotros pagamos lo que debemos. Y realmente todos pagan, hasta Islandia, sólo que ellos han dicho que lo van a hacer a su ritmo y que a quien no le guste que pruebe el remedio del ajo y la paciencia. Por eso a ellos, que no tienen ni el martirio del euro encima, su dinero aún les vale de algo en su país. Es decir, como aquello de que 5.000 pesetas eran dinero pero 30 euros no son nada.

Y sí, visto el panorama que hay, ningún empresario, ninguno, tiene esperanza de que esto cambie. Y visto que la oposición no respira y que cuando llega al poder lo único que sabe hacer es pedir cuentas del pasado
para ver si haciendo números llegan hasta marzo del año que viene, no queda más remedio que gritar lo de ¡Revolución!

Porque sí, porque estamos llegando a un punto en el que la gente cree que esto se soluciona poniendo a 700.000 funcionarios en la calle, quitando teléfonos móviles en los ayuntamientos y rebajando las asignaciones de los partidos. Y sí, todo eso vale, pero primero hay que crecer como mínimo hasta el 1,2%, c Creernos nosotros mismos que, aunque en la cuerda floja, vamos por el buen camino y no olvidar, cuando todo vaya bien, que sí, que hay que adelgazar las administraciones e incluso hablar de copago sanitario, pero cuando las cosas vayan bien, porque hacerlo antes es agravar más la situación y ponernos al borde de la ¡Revolución! Y les prometo que ese término no implica únicamente un cambio de partido político en el poder.

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