Senador Curbelo: a tus órdenes, señor

Rafael Leopoldo Aguilera Martínez

¡Qué vergüenza, qué escándalo, qué bochorno!, que un senador del Reino de España produzca un gran escándalo en un establecimiento privado de lujuria y promiscuidad y trate con violencia y agresividad a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Este senador, Casimiro Curbelo, junto a su hijo y un amigo, ejemplo de padre biológico y testimonio putativo de la patria, ha deshonrado el código de buenas prácticas ciudadanas  de un servidor público. Con independencia de las circunstancias penales o civiles que le correspondan en la aplicación jurisdiccional, no cabe más que dimita, ¡que dimita ya!, que se marche, que no se aproveche de su inmunidad parlamentaria, es un ultraje a España. No tiene decencia él  y quienes apoyan su descaro, su desvergüenza, su indignidad, su impudor.

Al día siguiente de los hechos, tenía que haberse marchado de sus responsabilidades políticas y pedir disculpas, perdón, por los atropellos que ha cometido con su lengua viperina y mordaz, unida a su violencia física y a su intimidación a los garantes de la seguridad y el orden. España no tiene solución, al final condenarán a los policías por no haber seguido el código deontológico de actuación, y este senador será abrumado por sus correligionarios, quienes dirán que el agredido fue él, y el gobierno “risitas” le concederá una medallita por su heroicidad.

Sí el senador socialista y presidente del Cabildo de la Gomera Casimiro Curbelo hubiera sido Procurador en las Cortes Generales del anterior régimen, hubiera corrompido al Tribunal de Orden Público con la realización de un juicio sumarísimo a todos cuantos han participado en su presunta ignominia. Excelentísimo Señor Senador Casimiro Curbelo, ¡sí, señor!, ¡a tus órdenes, Señoría!