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Somos españoles... así nos va

Bonifacio Martínez Díaz
Profesor de la UAL

Hace unas semanas tuve el privilegio de asistir a la jura de bandera de mi padre (50º aniversario de su llamamiento) y, por tanto, de reencontrarme (yo hice la mili) con la institución más valorada por los españoles (salvo por los vascos, según Bildu): el ejército. Todo perfecto. Bueno, casi todo, porque en España hay algo que es superior a todo, incluso al ejército: el tabaco.

Situación: Finalizados los acto, un vino de honor en el polideportivo. Un lugar cerrado, con 50 mesas y unos 800 asistentes. Y un militar, suboficial, que se pone a fumar, disimuladamente la primera vez, y de forma natural, una vez constatada la autorización tácita de sus superiores más cercanos. Rápidamente es imitado por el resto de suboficiales que forman su reunión. Nadie les dice: "Perdonen, el humo me molesta" o "Está prohibido fumar aquí", nadie. Al contrario, puedo observar que muchísimos mandos, cuando abandonan el local, encienden sus cigarros antes de salir, puesto que en la calle hace "aire", ante la lógica pasividad de la P.m.

No pretendo empañar la imagen del ejército. Al contrario. Al demostrar que, incluso en la institución más valorada y con mayor disciplina, "el tabaco impone su disciplina", podemos imaginar lo que ocurre en otras instituciones donde los "casos puntuales" son mucho más asiduos, y los mecanismos sancionadores, inexistentes:

Torrecardenas o la Bola Azul, por ejemplo, en cuyas puertas proliferan los fumadores, ignorando la parte de la Ley que prohíbe fumar en todo el recinto. Y ello sin mencionar los innumerables "casos puntuales" realizados dentro de las instalaciones por el propio personal de estos centros, y de los que tengo constancia gracias a que conozco a algunos empleados disconformes. Espero que ahora no se les persiga por esto (a los disconformes, me refiero).

La Universidad de Almería, donde basta acercarse a la entrada de la Biblioteca, a la del Cite III ("El jardín de las colillas"), o a la de cualquier otro edificio. Basta con entrar a los nuevos aseos del Edificio del Rectorado para salir apestando a tabaco. Y basta con preguntarle a una determinada alumna para que cuestione, no sin ira contenida, porqué determinado profesor se permite fumar en el aula, con manifiesta chulería, mientras imparte la clase.

De cualquier forma, enhorabuena "casos puntuales". Son ustedes, gracias a la concienciación (que no al carácter coercitivo de la Ley), una especie en extinción que, como cualquier otra en España, es necesario proteger por las instituciones. Por ello no esperen denuncia alguna y mucho menos sanción.
(www.elalmeria.es)

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