Kayros
Periodista
Encabezo esta nota con un verso de Fray Luis, cantor del campo, evocación de un modo de vida retirada en donde todavía es posible refugiarse ni envidiado ni envidioso. La estrofa sería más o menos así. Copio de memoria “Del monte en la ladera/ cuidado por mi mano tengo un huerto/ que con la primavera/ ya muestra en esperanza el fruto cierto”.
Y me valgo del poeta para comentar ese loable gesto de la empresa Primaflor que ha repartido tierras, semillas, equipamiento y regadío a 29 familias en paro. Escribí hace pocos días que la agricultura era una buena solución cuando las cosas se ponen rematadamente mal y esta iniciativa “un huerto, una familia” viene a confirmar el proceso de ruralización o vuelta al campo impulsado por la crisis económica. Y no queda la cosa solo con producir alimentos para el consumo propio.
El campo tiene otros efectos psicológicos, como confirman las familias agraciadas; ayuda a salir de la depresiones, aumenta las posibilidades de ocio, crea relajamiento y nuevas amistades, y sobre todo, hace que la gente se sienta útil sin el estigma petrificante del paro. Si bien la agricultura no está ahora en su mejor momento, yo sé como hijo de la tierra, que el contacto con la naturaleza aconseja seguir “el camino por donde han ido/ los pocos sabios que en el mundo han sido”. Sobre todo en esta hora de confusión y anarquía.
La iniciativa de Primaflor conduce a meditar, sobrevolando un poco el paisaje, en el gran conflicto sociolaboral que quizá nos lleve a algo más serio. Según vemos en las noticias de todos los días, un odio generacional se está despertando bruscamente entre las masas juveniles. No se entiende muy bien lo que ocurre en países moderados y racionalistas que siguen a la cabeza del desarrollo europeo. Es más, los culpables de la crisis, lejos de explicar su origen y su desarrollo, aparecen como los grandes triunfadores. Tal fractura entre unos y otros hará cada día más duro el acercamiento. Y aquí en España tampoco las relaciones laborales son una seda. Basta ver la respuesta que le han dado a Rubalcaba simplemente por decir una obviedad, o sea, que empresarios y sindicatos deben sentarse a dialogar y crear empleo. Quizás debajo de una higuera, oyendo un mirlo, se vean las cosas como poco algo más tranquilas. ¿O no?
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