José Luis Raya
Coordinador de Almería de UPyD
Estimado Resignado del 23-M y posteriores: Ya sé que tú no estuviste en la manifestación “contra el Papa” o contra lo que cuesta o contra lo que sea; al fin y al cabo para ti esto es más de lo mismo y continúas estoico y resignado. Pero permíteme que yo, que siempre me opuse a los “delitos de autor”, me oponga también a éste, no sin antes explicar qué entiendo por este tipo de delitos.
Un delito de autor es aquel que adquiere su gravedad por la persona que lo realiza y no por el acto en sí. La gravedad del acto está en quién lo realiza y no en el acto en sí. Para mayor claridad, algún ejemplo: para la Inquisición la sodomía era penada con la muerte si la cometía un seglar y con unos latigazos y “tres padres nuestros” si la realizaba un clérigo. También ocurría que en la Alemania nazi un hecho era delito si lo realizaba un judío y era una falta o incluso nada si lo realizaba un miembro de otra religión, y actualmente la violencia dentro del matrimonio es una falta si la realiza la mujer (sexo) y es un delito si la realiza el varón.
En este sentido entiendo que al Papa Benedicto se le atribuye un delito de autor, dado que cuando han venido otros dignatarios nadie montó un circo para reclamar lo que cuesta la visita. En la sociedad actual son frecuentes las visitas de personalidades que realizan labores públicas y privadas sin que discernamos diferencia económica entre ambas. Así, cuando viene un mandatario en visita oficial, se le protege, se le agasaja, se acoge a su séquito, y cuando quiere visitar el museo del Prado, ver la Alhambra o pasar unos días en Doñana, le acompaña nuestro presidente, su mujer y los niños, le invitan a comer, le llevamos en avión, va con escolta, protección y “sin pagar la entrada”. Es más, estoy convencido de que si vinieran Gandhi, que en paz descanse, o el Dalai Lama, o Nelson Mandela con un mensaje moral y ético nadie hubiera convocado una manifestación. Cuando vienen equipos de futbol gastamos una millonada en la gestión de los encuentros, y ninguno paga la seguridad o la limpieza.
En este sentido entiendo que al Papa Benedicto se le atribuye un delito de autor, dado que cuando han venido otros dignatarios nadie montó un circo para reclamar lo que cuesta la visita. En la sociedad actual son frecuentes las visitas de personalidades que realizan labores públicas y privadas sin que discernamos diferencia económica entre ambas. Así, cuando viene un mandatario en visita oficial, se le protege, se le agasaja, se acoge a su séquito, y cuando quiere visitar el museo del Prado, ver la Alhambra o pasar unos días en Doñana, le acompaña nuestro presidente, su mujer y los niños, le invitan a comer, le llevamos en avión, va con escolta, protección y “sin pagar la entrada”. Es más, estoy convencido de que si vinieran Gandhi, que en paz descanse, o el Dalai Lama, o Nelson Mandela con un mensaje moral y ético nadie hubiera convocado una manifestación. Cuando vienen equipos de futbol gastamos una millonada en la gestión de los encuentros, y ninguno paga la seguridad o la limpieza.
Es por tanto que si nadie se levantó en justa marcha porque abonasen las visitas personales de Blair, Clinton o los Rolling, sólo me queda pensar que los manifestantes lo hacían por castigar a esta persona como autor material de las actuaciones negativas o contra la sociedad que la institución “iglesia católica” en algún momento pudiera haber cometido según el criterio de los convocantes.
Llegado a este punto a los que no entiendo es a los indignados. Al fin y al cabo están proponiendo una moralización de la política española y de la sociedad en general y, lejos de reunirse con él para comunicarle sus posturas y que éste conmine a sus fieles a ser moralmente consecuentes con la realidad social actual, se le pide que no venga. Permíteme que insista: ¡no lo entiendo!
En cualquier caso, este hombre viene a traer preceptos morales que, si bien están sesgados por su forma de ver el mundo, adecuadamente actualizados deberían servir para hacernos reflexionar sobre la realidad que estamos viviendo y el mundo que vamos a dejar a nuestros hijos. Porque conocemos a la Iglesia Católica, sabemos que sólo puede pedir que no robemos, que no mintamos, que no engañemos, que no deseemos sólo para nosotros, que tengamos empatía, que respetemos a las instituciones familiares, sociales y políticas, que seamos serviciales para con nuestros semejantes, que no cobremos intereses abusivos, que demos préstamos a quien los necesita, que no toleremos las desigualdades sociales, políticas o económicas, que el trabajo dignifica… Yo asumo estos postulados y los considero sociales más que religiosos.
Me gustaría decir que la laicidad del Estado, de los estados, ha sido un gran logro de la sociedad civil. Estoy convencido de que la separación de la influencia de la Iglesia de las labores de Estado ha contribuido poderosamente a mejorar la vida de los ciudadanos; baste ver lo que ocurre en países donde esto no es así. No obstante la separación de la espiritualidad de la sociedad no la veo tan bondadosa, si conlleva un vacío ético y moral, o más grave, dado que la sociedad “odia el vacio”, lo normal es que se suplanten valores espirituales por valores materiales.
A nadie escapa que la crisis actual tiene dos componentes, uno económico y otro ético o moral, y es este último el que hace más dañino y gravoso al primero. Lo cierto es que un mundo sin valores inmateriales, espirituales (hayan sido estos tomados por la sociedad o dados por la religión) es lo que nos está convirtiendo en verdaderos lobos para los hombres. Por eso el que alguien venga a hablar de valores éticos me merece, a pesar de mi desacuerdo con sus preceptos no igualitarios, sexistas, no democráticos o alejados de la realidad actual, etc., mi respeto y mi apoyo.
Llegado a este punto a los que no entiendo es a los indignados. Al fin y al cabo están proponiendo una moralización de la política española y de la sociedad en general y, lejos de reunirse con él para comunicarle sus posturas y que éste conmine a sus fieles a ser moralmente consecuentes con la realidad social actual, se le pide que no venga. Permíteme que insista: ¡no lo entiendo!
En cualquier caso, este hombre viene a traer preceptos morales que, si bien están sesgados por su forma de ver el mundo, adecuadamente actualizados deberían servir para hacernos reflexionar sobre la realidad que estamos viviendo y el mundo que vamos a dejar a nuestros hijos. Porque conocemos a la Iglesia Católica, sabemos que sólo puede pedir que no robemos, que no mintamos, que no engañemos, que no deseemos sólo para nosotros, que tengamos empatía, que respetemos a las instituciones familiares, sociales y políticas, que seamos serviciales para con nuestros semejantes, que no cobremos intereses abusivos, que demos préstamos a quien los necesita, que no toleremos las desigualdades sociales, políticas o económicas, que el trabajo dignifica… Yo asumo estos postulados y los considero sociales más que religiosos.
Me gustaría decir que la laicidad del Estado, de los estados, ha sido un gran logro de la sociedad civil. Estoy convencido de que la separación de la influencia de la Iglesia de las labores de Estado ha contribuido poderosamente a mejorar la vida de los ciudadanos; baste ver lo que ocurre en países donde esto no es así. No obstante la separación de la espiritualidad de la sociedad no la veo tan bondadosa, si conlleva un vacío ético y moral, o más grave, dado que la sociedad “odia el vacio”, lo normal es que se suplanten valores espirituales por valores materiales.
A nadie escapa que la crisis actual tiene dos componentes, uno económico y otro ético o moral, y es este último el que hace más dañino y gravoso al primero. Lo cierto es que un mundo sin valores inmateriales, espirituales (hayan sido estos tomados por la sociedad o dados por la religión) es lo que nos está convirtiendo en verdaderos lobos para los hombres. Por eso el que alguien venga a hablar de valores éticos me merece, a pesar de mi desacuerdo con sus preceptos no igualitarios, sexistas, no democráticos o alejados de la realidad actual, etc., mi respeto y mi apoyo.
Bienvenido, Benedicto, sólo pedirte que hables menos de sexo y más de valores democráticos, éticos, igualitarios, no sexistas, liberales, de valores espirituales y de valores inmateriales, que para el resto ya tenemos a “los mercados” y a los “tontopollas”.
Estoy de acuerdo con Vd. en cuanto a lo de recriminar "crímenes de autor". Es como la leyenda negra de España en América ¿quien a realizado mayores atrocidades con indios nativos, o quienes han integrado mejor a la sociedad indigena, los españoles en sudamérica o los ingleses en norteamerica?
ResponderEliminarComo dicen por aqui ... unos cardan lana y otros llevan fama ...