La impunidad del término productividad

José Luis Raya
Coordinador Local de Almería de UPyD

Estimado resignado del 23-M y posteriores: Seguramente te da igual que España esté en los últimos puestos en productividad europea, o que comparta a ratos este dudoso honor con Grecia “la eterna rescatada” o con Portugal; porque lo cierto es que trabajar, trabajamos más horas que otros muchos europeos; por lo que no entiendo que trabajando tanto “hayamos caído tan bajo”, productivamente hablando.

Pero lo peor de esto es que para aumentar la productividad se nos dice que hay que jubilarse más tarde, tenemos que privatizar tal o cual servicio, cobrar por la sanidad o por la educación o por entrar en el Parque Natural Cabo de Gata-Nijar, que no es poco. Un amigo mío que parece que sabe lo que dice me cuenta que esto de la productividad es un “índice económico” que viene de dividir lo que se produce (en unidades monetarias)/ lo que cuesta producirlo (en unidades monetarias). Es por tanto que para ser más productivo a igualdad de lo que se produce hay que gastar menos, sobre todo gastar menos en mano de obra. Por eso hay que jubilarse más tarde, pagar por la sanidad y la educación y todo…, pero, me dice, “mejorar la productividad es clave para mejorar el nivel de vida de la sociedad”

Ahí fue cuando ya me perdí. Será aumentar el nivel de vida de los pocos privilegiados que trabajen ganando mucho para poder jubilarse antes, tengas sanidad y educación privada y no sé que más, o tengan rentas del capital y no necesiten trabajar y no necesiten jubilarse, claro; porque los churreros, los taxistas, los albañiles, los barrenderos… si van a pagar por todo y jubilarse más tarde vivirán peor, seguro.

Y entonces me dice ¡no!, porque pagarán menos impuestos y estos servicios los darán empresas privadas que son más eficientes y más productivas. Ah, ya, empresas como los Aqualia, que actúa en sistema de monopolio tiránico, con un servicio público, o Elsur, otro monopolio que mejor olvidar, o las empresas de inversión, las de valoración o los bancos, esos a los que hemos tenido que rescatar con dinero público para que sus ejecutivos se jubilen antes y a cuerpo de rey. O, por qué no, la administración política, que se permite jubilarse antes y con mayores retribuciones, mientras en un alarde de cinismo se justifican “hay que tomar medidas de austeridad”, “hemos tenido que tomar decisiones duras”. Duras, duras serán para otros.

Perdóname que me caliente, pero en relación con lo anterior lo cierto es que el Estado puede ser tan incompetente e ineficaz como el peor empresario del mundo y viceversa. Y en condiciones de privilegio (leyes que favorecen a los bancos, contratos de servicios municipales por 20 años, monopolio administrativo, etc.) las empresas privadas acaban siendo más ineficaces que el sector publico. En cualquier caso, debemos volver a ser críticos con las ideas e intolerantes con ciertas aptitudes, pues detrás de cada incompetente asesor, bancario o inversor o político hay un economista que nos asegura, desde una posición de privilegio intelectual indiscutida, que sus actos son “útiles para la sociedad”, y que en todo caso son indiscutibles.

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